Las citas explosivas con Donald Trump

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Foto: larazondemexico

El encuentro entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto se realizará cuando existan avances en las negociaciones del TLC. Es probable que esto no ocurra en los próximos meses y quizá, solo quizá, se concrete en el segundo semestre del año.

Se trata de establecer una agenda clara, en la que también tendrían que precisarse dos grandes temas de la relación bilateral: migración y seguridad.

La posposición indefinida de la cita es un alivio para todos, ya que nadie puede prever lo que ocurriría. Hay poco qué ganar y mucho qué perder debido a la altanería que ahora impera en La Casa Blanca y que tantos problemas puede causar.

Esto está claro en el gobierno mexicano y seguro se evalúo durante las charlas con Jared Kushner, el yerno y enviado especial de Trump. Es más, es probable que la decisión de no imponer aranceles, por el momento, al acero mexicano tenga que ver con lo tratado en la Cancillería y en Los Pinos.

La visita de Kushner da cuenta, al mismo tiempo, de los propios debates en Washington y de los intentos de diversos grupos por influir en las decisiones del hombre más poderoso del planeta.

El asunto no es nada sencillo, porque Trump no tiene una gestión de poder tradicional y no está sujeto a la opinión de nadie, sea quien sea.

Las reuniones presidenciales son preparadas con mucho cuidado. Las áreas responsables de los temas informan y alertan sobre ángulos de interés. Toda cuestión a tratar es evaluada de antemano y nadie se llama a sorpresa.

Cada detalle es supervisado y se cuenta con información, de cualquier tipo, que pueda servir a los interlocutores.

Pero con Trump todo es distinto. No lee nada y tiene una concentración precaria para lo que no le interesa. Apenas escucha y la opinión que prevalece suele ser la última que le proporcionaron, si le gustó.

Esto lo sabe Kushner y así juega en La Casa Blanca. A veces no le ha ido bien y por ello se le restringió la información de seguridad hace unas semanas. Sin embargo, todo indica que es un aliado de México, a su modo; pero su fuerza es tan incierta como el humor de su suegro y su cúmulo de intereses.

La historia de la relación con Estados Unidos ha estado rodeada de desencuentros, pero nunca había imperado tanta hostilidad como ahora. No se trata de idealizar el pasado, pero sí de asumir que ahora todo es más complejo y que el proceso de aprendizaje tiene que ser permanente.

Quizá el desafío más grande sea el de transitar sin daños mayores los años de Trump en Washington, asumiendo que no existirá coherencia ni claridad, y que todo es un acertijo.

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