Julián Andrade
Uno de los más importantes columnistas del siglo pasado fue Manuel Buendía. En Red Privada, que publicaba en Excélsior y en decenas de diarios del país, documentó asuntos relacionados con la CIA, el grupo de ultraderecha Los Tecos, la corrupción en los contratos en Pemex cuando el director era Jorge Díaz Serrano, y un tema que empezaba a cobrar importancia: el narcotráfico y su poder corruptor.
El 30 de mayo de 1984 Buendía fue asesinado en la ciudad de México y lo mató Juan Manuel Moro Ávila con ayuda de su madrina José Luis Ochoa Alonso, El Chocorrol.
El autor intelectual del crimen, José Antonio Zorrilla Pérez, en ese momento fungía como titular de la Dirección Federal de Seguridad y era jefe de Moro Ávila.
No hay claridad absoluta sobre el móvil del crimen, aunque sí de sus perpetradores, pero las investigaciones apuntan hacia descubrimientos del propio Buendía sobre la podredumbre que imperaba en la DFS y la complicidad de su director con líderes de los cárteles de las drogas y en particular con Rafael Caro Quintero.
Esta colusión quedaría probada en 1985 cuando los asesinos del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, lograron huir amparados en credenciales de la dependencia a cargo de Zorrilla Pérez.
Las investigaciones sobre el crimen de Buendía no fueron fáciles, ya que en principio, y de modo ilegal, fueron encomendadas al propio Zorrilla Pérez, quien no tenía atribuciones de ministerio público, pero se decía amigo del columnista asesinado.
Ante este y otros despropósitos, sería hasta 1989 cuando Zorrilla Pérez ingresaría a prisión.
Miguel Ángel Granados Chapa, al momento de su muerte ocurrida en 2011, trabajaba en la elaboración del libro Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México y que se acaba de publicar gracias al trabajo de Tomás Granados y de Tomás Tenorio, quienes dieron sentido a lo que faltaba para completar la obra.
El texto es importante, entre otras cosas, porque permite observar el grado de penetración del crimen organizado en las estructuras policiales y desde hace décadas.
Los datos están documentados y por ello son poderosos, lejos, muy lejos de las ficciones que suelen construirse sobre policías y bandidos.
Se esbozan también las resistencias que siempre existen para no actuar en contra de los sospechosos de corrupción.
El libro póstumo de Granados Chapa es acompañado por un cuestionario que respondió Manuel Bartlett, quien era secretario de Gobernación cuando murió Buendía.
Para Bartlett el caso ha sido algo más que un dolor de cabeza, porque a decir del presidente Miguel de la Madrid y del subsecretario de Gobernación, Jorge Carrillo Olea, siempre defendió a Zorrilla Pérez y desestimó la información que se iba estableciendo sobre las fechorías del encargado de la policía política del régimen.
El asesinato de Camarena Salazar hizo insostenible a Zorrilla Pérez en la DFS, pero Bartlett “me dijo que ya que era un elemento tan informado, que le abriéramos una oportunidad en la política. Y así fue como llega a candidato a diputado por el estado de Hidalgo”, escribiría De la Madrid en sus memorias.
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