Resiliencia: Magia ordinaria (primera parte)

En 1945 fueron rescatados 24 niños que sobrevivieron el Holocausto y llegaron a vivir al Orfanato Lingfield, en Surrey, Inglaterra. Tenían entre 3 y 8 años y había entre ellos 4 bebés. Auschwitz y Terezin eran los lugares en los que estos niños atestiguaron ahorcamientos, colocaron cenizas humanas en urnas y sobrevivieron con poca comida, sin afecto y sin juego.

Sarah Moskovitz se interesó por encontrar a los bebés en su vida adulta; ya Anna Freud había escrito sobre ellos. Moskovitz los entrevistó en 1979 cuando tenían 37 años y después los volvió a ver en 1984.

Berl y Leah lucharon social y académicamente y reportaron sentimientos casi permanentes de ansiedad, vergüenza y tristeza.

Jack y Bella estaban mucho mejor: Jack se había casado, tenía trabajo y padecía una depresión crónica pero leve que le permitía vivir bien. Bella fue descrita por sus padres adoptivos como vital, confiada y resplandeciente. ¿Qué hizo distintos a unos adultos de los otros si vivieron las mismas experiencias tempranas?

Desde 1970 comenzó a estudiarse lo que hoy conocemos como resiliencia psicológica. A los niños que superaban los traumas se les llamó “súper niños” y “vulnerables pero invencibles. Después se descubrió que la resiliencia es una capacidad humana de adaptación. “Magia ordinaria” le llamó la investigadora Ann Masten.

Preguntarse sobre cómo las personas lidian con el trauma y la pérdida ha sido interés de la psicología desde sus inicios. Freud escribió “Duelo y Melancolía” en 1915. El concepto de “Trabajo de duelo” fue una derivación de la obra de Freud, desarrollada por Lindemann, que introdujo el concepto de duelo tardío en 1944. La idea de que un duelo incompleto nos perseguirá y estallará más adelante es del siglo pasado. Elizabeth Kubler Ross se hizo famosa al nombrar las etapas emocionales experimentadas por pacientes con cáncer terminal: negación, enojo, regateo, depresión y aceptación.

Ninguno de los trabajos antes descritos se basó en investigación cuantitativa. Hacía falta estudiar poblaciones grandes para explicar mejor las reacciones humanas frente al impacto de las pérdidas. En los noventa, Bonanno fue pionero en estudiar a grandes grupos de personas y encontró que alrededor del 50% de la gente que sufre una pérdida o un trauma, se recupera sola en poco tiempo.

La resiliencia es “la capacidad de un sistema, empresa o persona de mantener su objetivo central y su integridad, mientras enfrenta un cambio dramático de circunstancias”.

Ser resiliente significa seguir adelante, adaptarse y tal vez aprender de lo que se ha perdido. Bonanno observó la misma proporción de personas resilientes frente a desastres naturales o ataques terroristas. Un tercio quedaba gravemente discapacitado y casi dos tercios salían adelante, quizá para ayudar a los más necesitados.

¿Cuáles son las variables que apuntalan la resiliencia?

1. Rasgos de personalidad: optimismo y confianza.

2. Demora de la gratificación: capacidad para esperar al servicio de metas futuras.

3. Sistema de creencias: re-evaluar situaciones, regular emociones, encontrar un propósito en la vida, creer que se puede influir en el resultado de los eventos, creer que todas las experiencias sirven para aprender y para el crecimiento.

4. Identidad cultural fuerte: lealtad grupal sólida.

5. Buen funcionamiento de redes de apoyo: amigos, familia, organizaciones comunitarias, acceso a empleo, apoyo gubernamental.

6. Genética: manifestada en fortaleza o vulnerabilidad.

La resiliencia también es un hábito de la mente que puede desarrollarse. El destino siempre es el resultado de la suma de la genética más las experiencias más el medio ambiente.

(continuará)

*Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Este es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.

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