Retrata cruda realidad de las "maras" el documental "La vida loca"

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Foto: larazondemexico

El documental será estrenado en salas de la ciudad de México este viernes 1 de octubre. Foto: Especial

“La vida loca”, que será estrenado en salas de esa ciudad este viernes 1 de octubre, retrata la cruda realidad de las “maras” (pandillas) salvadoreñas, gracias a la labor del fotógrafo y cineasta Christian Poveda, asesinado en las afueras de San Salvador el 2 de septiembre de 2009.

El artista de la lente pagó con su vida una investigación excepcional, sin concesiones ni prejuicios, en el corazón mismo de una de las pandillas más violentas de Latinoamérica, la “18”. En el extremo opuesto del cine de espectáculo, “La vida loca” desprende humanidad y va al fondo del odio.

Es un cine auténtico, dotado de una fuerza insólita, fiel a las convicciones profundamente humanistas de su autor, a quien se debe el guión y la dirección. El filme es una producción de Gustavo Ángel y Emilio Maillé (México) y Carole Solive (Francia), quienes realizaron un buen equipo.

Esta producción mexicana-franco-española de 90 minutos de duración aborda una historia que se desarrolla en América Central. Ahí se les llama “maras”, grupos de jóvenes creados sobre el modelo de las pandillas de Los Angeles, California (Estados Unidos), que siembran el terror en países como El Salvador.

Abandonados por el entorno social, los adolescentes encuentran en esas pandillas un lugar en el mundo, un sentimiento de seguridad, una comunidad que los ampara. En contraste con la miseria y la inseguridad reinantes, los pandilleros no piden piedad, ni caridad, ni asistencia alguna.

Durante un año entero, la cámara de Poveda se detuvo en la cotidianidad de una célula de base de una de las gigantescas “maras”, la “Clica 18”, de la Campanera, compuesta por alrededor de 50 jóvenes con una edad promedio que va de los 16 a los 18 años.

Esa pandilla es una suerte de comuna igualitaria, una especie de cofradía autoproclamada de marginados, mitad niños de la calle, mitad niños soldados. El trasfondo de esta película es la crónica fiel de los sueños y los terrores de los habitantes de una nueva periferia tropical de Los Angeles.

Pero en realidad son los suburbios de San Salvador en donde, después de 15 años de guerra revolucionaria que saqueó la nación, una nueva guerra civil, igual de terrible, enfrenta a pobres contra pobres. Un “crimen perfecto de la mundialización”, como diría el filósofo francés Jean Baudrillard.

La película es una crónica auto novelada de una banda de adolescentes que tienen como única esperanza gozar un poco antes de morir. Durante el tiempo que dura en pantalla, se vive la experiencia de ingratitud absoluta de este mundo, en el que ellos no reivindican más que un lugar propio.

El filme es un documental sobre la soledad humana absoluta. Un cine sin caridad ni compasión, pero que cuestiona. Para comprender el odio de esta juventud hacia la sociedad, que les ha despojado de todo y no les ha dado nada, hay que comprender primero los fundamentos.

Hora y media de ver, en la gran pantalla, el odio de la sumisión, de la explotación y de la humillación cotidiana. No se trata de un “choque generacional”, sino más bien de un enfrentamiento antropológico. “La vida loca” es fuerte, cruda y bestial, de difícil digestión.

agp