Foto EFE
Sonó el teléfono en una de las calles de la colonia La Calma, en Guadalajara. El sueño de Fernando del Paso se interrumpió, ¿quién llamaría a las 6:30 de la mañana? Era su hija: pensó que sería una mala noticia.
Descolgó el teléfono y Paulina, llorando de alegría le dijo: ‘Papá, tienes que escribir otro discurso porque te dieron el Premio Cervantes”, así recibió la noticia de este reconocimiento que “francamente sí lo esperaba”, pero que no sabía que justo este año que celebra 60 años de una vida dedicada a la literatura llegaría, sólo lamenta que “no esté Carmen Balcells” para presenciarlo.
Así comenzaba el día: en la casa del escritor había algarabía y júbilo, sus familiares estaban muy entusiasmados, e incluso, algunos tapatíos le externaban que querían acompañarlo en abril del próximo año a recibir el premio. En entrevista con La Razón él dice que desea que también vayan su esposa Socorro y sus hijos.
En la residencia del narrador, el teléfono no dejaba de sonar y él atendía las llamadas al lado de su esposa, sentado en el sillón de la sala y vestido de negro —muy sobrio para la ocasión: se sabe de su gusto por los colores llamativos—.
Una de esas llamadas fue la del titular del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, quien contó que el narrador “estaba muy contento, sorprendido porque sí lo esperaba algún día (el premio)”.
Rafael Tovar estaba de plácemes también: “Nos da mucho gusto que se le reconozca en esos niveles. Sus novelas son frescos de la vida mexicana y de la historia; ocupan un lugar importantísimo no sólo en la literatura nacional o hispanoamericana, sino en la universal y concretamente en el siglo XX”.
Jueves agitado para Del Paso, quien por la tarde, cuando llegó Paraninfo de la Universidad de Guadalajara para recibir la presea Granito de arena, fue recibido con aplausos. Ya se sabía que era el sexto mexicano en ganar el Cervantes de Literatura.
“Me siento doblemente halagado, muy orgulloso y muy contento, en particular con el Premio Cervantes. Qué puedo decir, me enorgullece mucho que me comparen con Cervantes, me parece un poco exagerado pero me viene muy bien, me siento muy feliz”, comentó en la breve charla.
Los infartos cerebrales que ha sufrido impusieron una pausa en su profesión, pero espera recuperarse “totalmente y reanudar mis actividades como escritor. Por lo pronto quiero terminar el segundo tomo de mi libro sobre el islam y el judaísmo”.
A pesar del estado de salud, él sigue igual de bromista y por supuesto ninguna razón hará que se pierda recibir en sus manos el galardón que “es un reconocimiento enorme a todo ese esfuerzo que durante 60 años he hecho para escribir”. “Sí, me voy a España, aunque sea en avión de ruedas pero voy”, se carcajeó el escritor premiado.
Del Paso ha transitado sus años de novelista dentro de la minuciosidad y el orden, esas cualidades se revelaban algunas tardes de la década de los 60, cuando tomaba café con Homero Aridjis. “Desde entonces él era un escritor muy disciplinado y conocedor de la buena literatura del siglo XX, leía a James Joyce y la vanguardia inglesa”, recuerda el poeta.
Con tres obras fundamentales: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del imperio, Del Paso es uno de esos pocos autores que logran la unanimidad de sus compañeros de oficio respecto a su obra: es uno de los grandes narradores mexicanos del siglo XX.
El escritor José Gordon dice que “su obra toca registros muy intensos de la realidad mexicana. No sólo de la actual, sino también desde la historia en donde siempre está planteado un profundo amor por el país. Sus libros son la contundencia de un narrador que pone a disposición de sus historias todo el conocimiento y la erudición que tiene”.
Y es que el profundo conocimiento de la historia, la experimentación del lenguaje y la descripción del presente son los ejes de sus obras.
“En el año de 1977 Del Paso publicó Palinuro de México, antes había salido José Trigo (1966), Palinuro es la historia de muchas historias, una catedral narrativa acerca de un estudiante de medicina que vive en la Plaza de Santo Domingo con su prima Estefanía con quien tiene un amor”, señala en entrevista el escritor Rafael Pérez Gay.
Justamente Palinuro de México es la novela preferida de Del Paso por ser “una especie de autobiografía recreada, casi inventada, que parte de mis recuerdos de la adolescencia y juventud en la Ciudad de México”.
Diez años después, continúa el director de Cal y arena, “en 1987, aparece Noticias del Imperio, la historia de la Segunda Intervención Francesa en México, que se convirtió muy rápidamente en un gran éxito de crítica y de ventas”.
De acuerdo con una encuesta de la revista Nexos a 65 críticos, se concluyó que “es la mejor novela de los últimos 30 años en México”, recuerda.
Y es que Del Paso “es un ejemplo de rigor, imaginación, capacidad de observación de la naturaleza humana, de las sociedades y las culturas que, simplemente, no tiene igual en la literatura mexicana”, asegura el escritor Alberto Chimal.
Por eso el Premio Cervantes
—dice Pérez Gay— es un merecido homenaje para una obra consistente, que a lo largo de los años, se ha convertido en una pieza central de las letras. Y agrega: “Los premios siempre llegan tarde, es como lo decía el maestro Pagés: son como las mujeres, pero me parece que le llega a tiempo, a los 80 años, en un momento donde podrá sin duda, gozar, medir y festejar con sus amigos y la crítica”, como lo hizo ayer, en el hogar donde el teléfono
no le dio tregua.
Tres soplos de las letras hispanas
La literatura conforma un mundo imaginario de ferviente apego con la Historia. Sabemos mucho más del fraile dominico mexicano Servando Teresa de Mier (1763-1827) gracias al universo aterrador que nos regaló el cubano Reinaldo Arenas en El mundo alucinante. Toda la crónica esencial y humana de Hispanoamérica está contenida en Canto General, de Neruda. Por Carpentier asimilamos, con el Siglo de las luces, las influencias de la Revolución Francesa en el Caribe: Víctor Hughes tiene todavía mucha resonancia en nuestro ámbito. El lenguaje tiene la capacidad de hacer revelaciones más allá de los apuntes del historiador. El otoño del patriarca, de Gabriel García Marquez, es el más exhaustivo retrato del dictador latinoamericano proyectado en contigüidades cercanas al habla de Rubén Darío. / Honoré de Balzac, relator mayor de la primera mitad del siglo XIX francés. Chéjov supo como nadie describir la caída moral de la aristocracia rusa. Dostoievski, el mejor vocero del alma rusa. // Tres momentos de Fernando del Paso: José Trigo (1966), gestos disidentes de un ferrocarrilero. Novela experimental que se codea airosa con Cien años de soledad, de García Márquez, La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes, Tres tristes tigres, de Cabrera Infante... Palinuro de México (1977): juguetona y gozosa, desbordada de un habla barroca (juego de palabras, paronomasias...), intertextualidades (referencias históricas, cinematográficas y literarias), configuraciones surrealistas... La plaza de Santo Domingo como telón de fondo y la relación amorosa de Palinuro con su prima Estefanía. Noticias del imperio (1987), mirada a la Segunda Intervención Francesa en México e instauración del Segundo Imperio Mexicano en las figuras de Maximiliano I y Carlota de México. Y aquí la Historia se empalma con la ficción: Castillo de Miramar y Castillo de Bouchout: incidencias históricas y monólogos de Carlota encerrada, 70 años después del fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas, Querétaro. Amor y locura: “Yo soy Carlota Amelia de Bélgica, Emperatriz de México y de América: tengo ochenta y seis años de edad y sesenta de beber, loca de sed, en las fuentes de Roma”. Almanaque de anegado imaginario: “En el año de gracia de 1861, México estaba gobernado por un indio cetrino, Benito Juárez, huérfano de padre y madre desde que tenía tres años de edad, y que a los once era sólo un pastor de ovejas que trepaba a los árboles de la Laguna Encantada para tocar una flauta de carrizo y hablar con las bestias y con los pájaros en el único idioma que entonces conocía: el zapoteca”. Escritura untada de tradición y modernidad. Tres soplos cardinales de las letras hispanas que se coronan con el Premio Cervantes de Literatura 2015.
Carlos Olivares Baró
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