Umberto Eco analizó con el mismo rigor a Kant que a personajes populares como James Bond o Superman, quienes sirvieron para reflexionar sobre la modernidad, la cultura de masas y los medios de comunicación. Su genialidad radica en la manera en que fue “fue capaz de bajarse de un pedestal para analizar problemas de la vida cotidiana”, destaca a La Razón Rafael Reséndiz Rodríguez, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Umberto Eco tuvo dos facetas. Cuando era joven publicó Arte y belleza en la estética medieval, con mucha información, cultura sobre el arte, la literatura, la religión, la iglesia; después, empezó a trabajar sobre la cultura de masas… analizó problemas de la vida cotidiana”, refiere Rafael Reséndiz Rodríguez.
Para el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, el filósofo italiano, quien falleció el pasado 19 de febrero, fue un caso “muy extraño en la literatura” por que supo “convertir la semiótica en un asunto de novela negra en El nombre de la rosa”. Eco “tenía el don de darle una textura de divulgación a sus escritos y ensayos, sin el aura que tenía de novelista sus opiniones tal vez no hubieran escalado tanto”, acota.
Esta novela que se tradujo a más de 50 idiomas de acuerdo con José Francisco Conde Ortega, ensayista y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), “es la combinación precisa entre el rigor del investigador, del conocedor de la historia y del filósofo, junto con la firmeza del novelista que sabe interrogar al lector”.
En este libro, describe el poeta Conde Ortega, “entra el filósofo, el semiólogo, el historiador, el hombre curioso y cuestionador de su tiempo”.
Al igual que estudiosos de la época, Eco abordó temas referentes a la prensa, el cine y la imagen, en su ensayo “Fenomenología de Mike Bongiorno”, el famoso presentador conocido como El rey de los concursos, sirvió para una hacer una reflexión sobre el papel de la televisión en la cultura de masas.
Otro caso es el de El superhombre de masas, en el que a través de personajes de novelas populares como James Bond, del inglés Ian Flemming, se hace las siguientes preguntas: ¿Cómo funciona la ideología de la consolación? y ¿por qué y cómo se leen este tipo de textos”.
Y es que el autor de El péndulo de Foucault fue un intelectual que “tomó el tema de la comunicación en el tiempo que está ocurriendo prácticamente todo lo contrario: ahora vemos un ruido total y absoluto de comunicación. Hay un grito desesperado desde McLuhan hasta Eco de: cuidado, estamos llegando a un ruido ensordecedor de comunicación que nos va a llevar a la nada”, destaca Conde Ortega.
En busca de lectores activos. Umberto Eco decía que un texto “está plagado de elementos no dichos” por lo que quienes leen tienen la tarea de ir más allá, de ahí se explica que en sus escritos, el semiólogo recurre a referencias del medievo, la historia, la filosofía.
De esta forma “su aportación es que lo que no esté dicho o expresado aún podemos leerlo y esa es la labor del filósofo, interpretar; está muy cerca de la idea de Marx, es decir, los filósofos interpretan al mundo, ahora también hay que transformarlo y esa es otra de las partes que se ven en las lecturas semiológicas que hace”, destaca el académico.
Éste fue uno de sus ideales “construir a un lector capaz de interpretar y leer las cosas más allá de lo que se le está diciendo”, concluye Reséndiz Rodríguez.
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