Populismo / La voluntad autoritaria

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Por L. M. Oliveira

El 20 de junio en Ginebra, la agencia para refugiados de las Naciones Unidas publicó un reporte en el que establece que la guerra y la persecución han obligado a que un número sin precedentes de personas, desde que se llevan registros, se ha visto obligada a dejar su casa. El reporte señala que en promedio 24 personas por minuto fueron obligadas a huir durante 2015, lo que suma un total de 65.3 millones de desplazados. Es decir, uno de cada 113 seres humanos es hoy día un refugiado o un desplazado.

El reporte dice que si bien los reflectores estuvieron puestos en las dificultades de Europa para lidiar con más de un millón de refugiados y migrantes que llegaron tras cruzar el Mediterráneo, la mayoría de los refugiados se encuentran en países en desarrollo. Turquía es el país con el mayor número de ellos al interior de sus fronteras, hasta 2.5 millones, es decir, casi un refugiado por cada cinco habitantes, según el reporte de la ONU. Desgraciadamente, el 51 por ciento de los refugiados en el mundo son niños, muchos de los cuales viajan sin sus padres. El panorama pinta desolador.

Frente a una crisis así, yo esperaría que el mundo se volcara a ayudar a las personas que lo han perdido todo, ¿cómo queremos un futuro más humano si 65 millones de personas que han tenido que huir de sus casas son tratados como extraños? Reconozco que seguramente yo tengo estas inclinaciones hacia los desplazados por mi historia personal, por un lado soy profesor de ética, y siempre he estado preocupado en defender los derechos humanos, y por otro lado, un asunto mucho más íntimo: soy hijo de una inmigrante brasileña que huyó de una dictadura militar. Estudié en una escuela fundada por republicanos españoles que huyeron de las balas de Franco. Muchos de mis amigos son hijos de argentinos, de uruguayos, de chilenos que huyeron de la muerte que campeó América del Sur en los años setenta. Es decir, tengo una sensibilidad distinta con los inmigrantes, es mi mundo. Afortunadamente muchísima gente en el mundo se ha movilizado para ayudar a los refugiados sirios, a los que huyen de Somalia, de Ucrania, de la violencia de los maras en Centroamérica.

Sin embargo, en los últimos meses el mundo ha pasado por momentos dramáticos de falta

de solidaridad con estas personas necesitadas de

refugio, que se puede explicar, en primer lugar, por el miedo a los diferentes que es natural en los seres humanos, y del que ya hablé en el número 9 de El Cultural: es normal que no estemos

dispuestos a cooperar con extraños, sobre todo cuando hablan distinto y tienen otro color de piel. Resulta que para lograr cooperar con ellos es necesario un tipo de educación que nos permita ver que, después de todo, somos humanos. El asunto es que este miedo es exacerbado por los políticos y esto no

es nuevo: el miedo siempre ha sido un instrumento de la política y de la religión (basta recordar el infierno), y lo es más todavía del populismo.

“TODO POPULISTA

ES DEMAGOGO”

Hace unas semanas, cuando Enrique Peña Nieto, Barack Obama y Justin

Trudeau se reunieron en la cumbre de líderes de América del Norte, el presidente de México habló contra el populismo, dijo que en el escenario global hay actores políticos que asumen posiciones populistas que pretenden destruir lo que ha tomado décadas construir, y lo hacen ofreciendo soluciones muy fáciles a los problemas complejos que enfrenta el mundo. Mucho de lo que hoy dicen algunos, aludiendo a Trump, se parece a lo que dijeron Hitler y Mussolini en su momento, afirmó.

Cuando Peña Nieto terminó su alocución, el presidente Obama pidió la palabra para decir que no estaba listo para aceptar que algo de la retórica que se ha utilizado recientemente en el debate electoral de su país sea populista, y fue bastante claro. Sin embargo, muchos tomaron las palabras de Obama como una crítica al presidente Peña Nieto, aunque Obama quería disertar sobre Bernie Sanders, al que se acusó de populista durante la campaña.

Tras el incidente, en nuestro país se discutió en los medios si Obama tenía razón o no. Si algo quedó claro es que no existe consenso sobre qué entendemos por populismo. El académico y especialista en medios de comunicación, Raúl Trejo Delarbre, escribió que los estudiosos del tema tienen muy claro lo siguiente: no hay una definición que todos acepten, y es que el populismo, pese a tener una larga tradición en América Latina y en la política global, es una noción escurridiza. Trejo Delarbre mencionó que pese a la falta de

consenso que hay alrededor del concepto, tiene varias características en las que podemos estar de acuerdo, yo menciono sólo algunas de las que él citó. Primero, que no es una ideología sino un comportamiento. Esta forma de conducirse puede ser utilizada tanto por políticos de derecha como de izquierda y se caracteriza por tener un discurso maniqueo y moralista. Los populistas son demagogos, es decir, no dicen toda la verdad o mienten sin escrúpulos. Por supuesto, y esto lo dice muy bien Trejo Delarbre, no todo demagogo es populista pero sí, todo populista es demagogo. Obama y Peña estaban preocupados por Donald Trump, que es especialista en decir medias verdades. Por ejemplo, cuando aceptó la nominación como candidato del Partido Republicano dijo que Obama ha logrado que las ciudades de Estados Unidos sean más inseguras que nunca. Al día siguiente, el presidente estadunidense le contestó que la idea de que el país se cae a pedazos, que es violento y está al borde del colapso según Trump no corresponde con la realidad: los miedos que él quiere exacerbar no se relacionan con los hechos.

El índice de crímenes violentos, dijo, es el más bajo de las últimas décadas, más bajo que cuando Ronald Reagan fue presidente, por ejemplo. Es famosa la frase de Donald Trump en la que sostiene que cuando México manda a su gente a Estados Unidos, no manda a las mejores personas, sino a gente con muchos problemas, que lleva sus problemas con ellos, lleva drogas, crímenes, violaciones. El asunto es que, como le recordó Obama, el número de inmigrantes ilegales, especialmente los que llegan de México, es el más bajo en muchas décadas, y bueno, es obviamente falso que los inmigrantes mexicanos son en general criminales y violadores.

FOBIA

AL INMIGRANTE

Ya que estamos en esto, podemos decir que el tema de la inmigración también fue fundamental en la campaña sobre si el Reino Unido debía permanecer o no en la Unión Europea, y también se dijeron muchas mentiras alrededor de la influencia perversa de los inmigrantes en la economía. En realidad, sobran datos que demuestran que los inmigrantes en el Reino Unido aportan vía impuestos mucho más de lo que reciben en beneficios del Estado, sin embargo, según varias encuestas, el 50 por ciento de los británicos cree que los inmigrantes le hace daño a la economía, lo cual es un prejuicio basado en la ignorancia. El periódico inglés The Guardian reporta que después de que ganó el Brexit, cada vez hay más reportes de xenofobia y de enfrentamientos físicos en las calles. Violencia que antes estaba contenida en las redes sociales. Y cuenta varios ejemplos: una colegiala musulmana que fue arrinconada por un grupo que le dijo: “Lárgate, votamos por dejar Europa”. El caso de algunos europeos del Este a quienes se les impidió usar el metro de Londres a gritos de: “Regrésense a su propio país”. O

las pintas racistas que aparecieron en las

paredes del centro cultural polaco de Hammersmith, o las manifestaciones de británicos furiosos que se reunieron afuera de una mezquita.

En ese mismo reportaje, el autor pide que las élites políticas asuman su responsabilidad después de conducir una campaña tan divisiva que demonizó a los inmigrantes a partir de historias ficticias de terror. Boris Johnson mintió al decir que Turquía estaba a punto de entrar a la Unión Europea y que los turcos eran peligrosos para la seguridad del Reino Unido. Por cierto, hoy Boris Johnson es el secretario de relaciones exteriores del reino.

En Hungría (país que ha sido especialmente duro con los refugiados sirios, ha puesto alambres de púas para complicar su paso y también ha movilizado al ejército para proteger su frontera), el presidente Janos Ader dijo algo similar a Trump: cometeríamos un grave error político si obviáramos los aspectos criminales y de seguridad nacional que esta ola de inmigración implica.

EL “PUEBLO” COMO ENCARNACIÓN

Pero volvamos a Trump, quien cumple cabalmente con dos características fundamentales de los caudillos populistas: suelen rechazar lo diferente y por ello es fácil que deriven al chovinismo y la xenofobia. Además, el líder populista pretende encarnar al pueblo. Por ejemplo, citemos a un clásico para luego volver a Trump: Jorge Eliécer Gaitán, el famoso político colombiano, dijo: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Trejo Delarbre puntualiza: “Los líderes populistas no solamente se ufanan de que hablan a nombre del pueblo. En ocasiones afirman que el pueblo habla a través

de ellos”.

Recordemos varias expresiones xenófobas de Trump, proclamadas como encarnación de la voz del pueblo: no sólo dijo que los mexicanos que van a Estados Unidos son violadores, sino también, por ejemplo, que se debería prohibir la entrada de musulmanes a Estados Unidos debido a que es imposible saber cuál será su actitud. También ha hablado pestes de los chinos una y otra vez, y de los refugiados sirios y afganos. Cuando aceptó la nominación republicana, Trump declaró: yo estoy con ustedes, pueblo de América, yo soy su voz.

El historiador Alan Knight afirma, en un artículo llamado “Populism and Neo-populism in Latin America, Especially Mexico”, que quizá dado lo escurridizo que es el concepto de “populismo” basta con decir que es un estilo político. Trump, Johnson, Ader, sin duda representan este estilo que entre otras cosas explota el miedo y la ignorancia.

POLÍTICA

DEL MIEDO

El politólogo Corey Robin tiene un libro magnífico, titulado Miedo, la historia de una idea política. En él señala que el miedo político puede tener grandes repercusiones, dictar políticas públicas, lograr que nuevos grupos lleguen al poder. De ahí que se utilice tanto como un recurso político. Debemos entender que el miedo es un instrumento de las élites, creado y sostenido por los líderes políticos que pretenden ganar algo del mismo, ya sea, dice Robin, porque los ayuda a perseguir sus metas políticas o apoyar sus creencias morales y políticas. Si Tucídides y Maquiavelo identificaron el miedo como una motivación política, Hobbes fue quien estuvo dispuesto a afirmar que el origen de las grandes sociedades no es el bien que se desean unos seres humanos a otros, sino el miedo que se tienen y que los lleva a ceder su poder y su libertad al soberano, a Leviatán. Esta imagen es perfecta para el político populista: cédanme su voto y su voluntad, yo los salvaré.

Decíamos que Trump miente

(Johnson también lo hizo) sobre los peligros de la inmigración y exalta el miedo de los estadunidenses, pero para que su discurso sea efectivo se basa en casos reales y magnifica sus peligros: por ejemplo, después de los sucesos de Orlando del 12 de junio, en los que un hombre, Omar Mateen, mató a 49 personas en una disco gay, Trump dijo lo siguiente, (tomo las declaraciones y la corrección de los datos de un reportaje de The Guardian, “Fact-checking Trump’s demagogic rhetoric after Orlando terror attack”): “Debemos detener el enorme flujo de refugiados sirios hacia Estados Unidos”. Pero lo cierto es que ese “tremendo flujo” no existe. De hecho, dice The Guardian, sólo 2 mil 805 refugiados sirios fueron admitidos en Estados Unidos el año pasado. Trump dijo de ellos que “podrían ser una mejor, más grande y más horrible versión del legendario caballo de Troya”. Y no sólo eso: “Los musulmanes deben trabajar con nosotros. Ellos saben lo que está pasando. Ellos sabían que él era malo”. Con esto, sugirió que la comunidad musulmana de Estados Unidos sabía de los planes de Omar Mateen y también de los dos implicados en los ataques de San Bernardino. Trump añadió, sigo a The Guardian: “No los entregaron y ¿saben qué?, padecimos muerte y destrucción”. Lo cierto, afirma el reportaje, es que esto es falso: tanto Mateen como los atacantes de San

Bernardino, Rizwan Farook y Tashfeen Malik, se radicalizaron solos. No hay evidencia de que Mateen discutiera sus planes con nadie más que con su mujer.

Trump también dijo que “la única razón por la que el asesino [Mateen] estaba en Estados Unidos fue porque permitimos que su familia viniera aquí”. Con esta frase intentó conectar a Mateen con la inmigración de sus padres, nacidos en Afganistán. Pero

Mateen nació en Queens.

Sobre los atentados de Turquía, Trump dijo:

La amenaza terrorista nunca ha sido mayor, nuestros enemigos son

brutales y sin escrúpulos y harán cualquier cosa para asesinar a aquellos que no se dobleguen ante su voluntad. Debemos actuar para proteger a Estados Unidos de los terroristas.

Parece que no hay mejor aliado para el populismo según Trump que “la amenaza terrorista”. Con el cinismo que lo caracteriza, no tengo duda de que le apuesta a que sucedan actos de violencia en Europa, en territorio estadunidense o en las Olimpiadas de Río de Janeiro, para consolidar su hipótesis: Vivimos los tiempos más violentos de la historia y yo puedo hacer que Estados Unidos de América sea de nuevo un territorio seguro. Esto, aunque suena terrorífico, le daría enorme fuerza a su campaña.

LAS OFERTAS

DEL ODIO

Para terminar déjenme decir esto: el problema más serio al exaltar el miedo, el odio, la división, es que los seres humanos somos muy buenos detestándonos: bastan muy pocas excusas para que desatemos espirales de violencia inacabables. La retórica del odio puede resultar muy útil en primera instancia para alcanzar el poder, pero ¿a qué precio? Sociedades tan plurales como la estadunidense y la británica, o como la que pretende ser la norteamericana (Canadá, Estados Unidos y México) requieren, para ser posibles y florecer, mucho más un trabajo sobre la base de la solidaridad, la dignidad, la igualdad y los derechos humanos, que sobre

el odio y la división. Si nos detestamos, ¿cómo podremos trabajar juntos?, ¿cómo podremos mirarnos a la cara?

Raúl Trejo Delarbre termina su artículo afirmando que el populismo “no es reciente, aunque ahora se extiende en condiciones nuevas. No es problema de una sola región, ni sirve a una sola ideología. En todos los casos implica una demagógica y autoritaria suplantación del pueblo”. Yo añadiría que en esta “suplantación del pueblo”, en este vaciamiento de la democracia, el populismo ejerce y promueve sus recursos: en lugar de transparencia ofrece mentiras, en lugar de derechos ofrece exclusiones, en lugar de futuro ofrece presente. El presente de los líderes que quieren hacerse del poder a costa de las instituciones destinadas a garantizar la justicia, todo esto a costa de la humanidad.

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