Los grupos nómadas del norte del país realizaban entierros con patrones diferentes a los de otros grupos para evitar que el ciclo de la vida se interrumpiera, según una investigación del arqueólogo Moisés Valadez Moreno, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien descubrió más de media docena de entierros en el interior de covachas dentro del área de petrograbados en Boca de Potrerillos, Nuevo León.
Contrario a las culturas agrícolas, que construyeron grandes monumentos para honrar a sus muertos, los nómadas de la región ocultaban sus sitios funerarios para no interrumpir el ciclo de vida, señaló el investigador.
Explicó que los sitios de culto son pequeños abrigos localizados en fosas cavadas por ellos, de techo bajo, como lugares donde la gente colocaba lajas y sobre ellas los restos humanos en posición flexionada, los cuales, en apariencia, habían sido previamente envueltos en fardos mortuorios de fibras vegetales.
Luego de ello, cubrían los bultos con tierra y se reinstalaban las rocas del cerro con el objetivo de que el entierro
no se notara.
La teoría de ocultar la muerte, recordó es para que continúe el ciclo de vida, mientras los agrícolas hacían ritos al respecto, siendo un cambio trascendental, ya que la transformación no sólo es económica sino en el ámbito de las creencias religiosas. Los entierros en covachas más antiguos datan de dos y tres mil años.