Con la intención de romper barreras entre las artes al incorporar música, letras y danza en un solo escenario, la reconocida bailarina y coreógrafa Rossana Filomarino presenta Disecciones, pieza que se define a través de la energía, emociones y lenguaje físico del ejecutante en escena.
El proyecto dancístico que, de acuerdo con Filomarino, tuvo su origen como una curiosidad creativa y necesidad de explorar nuevos caminos, se completa con los textos y la interpretación escénica del dramaturgo José Alberto Gallardo, que motivan al espectador a examinarse de forma meticulosa, y crear un encuentro con sus propios sentimientos.
“Ha sido un camino de reconocerme, de darme cuenta no sólo de mis posibilidades sino de zonas que permanecían dormidas”, explicó en rueda de prensa Gallardo, acerca de sus propios retos para llevar a cabo la puesta en escena.
Disecciones se formula en cuatro partes, en los que se presenta a un personaje que bien podría reflejarse en cualquiera de los espectadores; la primera parte exhibe al hombre desesperado,
en busca de una salida que lo libere de sus ataduras mentales para encontrar
su independencia. Para la segunda división, el ser indaga a profundidad en el placer del tacto, mientras que el esplendor de la obra llega con la tercera composición: una explosión de rabia e impotencia que sepropone como un desahogo para los presentes.Finalmente, la última jornada abre la puerta a nuevos espacios donde, a manera de renacer, se invita a vivir una autoexploración libre, sin distinciones ni barreras.
En entrevista con La Razón, el también director de la compañía Teatro Brevedad, explicó el proceso de escritura para expresar lo vivido durante en los ejercicios escénicos coordinados por Filomarino, así como su encuentro con géneros que nunca había ejercitado.
“Salieron de acuerdo a cómo se iban presentando los momentos: probábamos nuevas cosas y escribía un poco. Fue complicado porque no es una escritura común en mí, yo no hago poesía y lo que escribí son versos que tratan de reflejar algo que es innombrable. A la hora de querer transmitir momentos el estilo poético fue lo más acertado, lo ideal para expandir las sensaciones”, afirmó.
El reto más grande, dice Gallardo, es enfrentarse a la intensidad de cada momento mientras compagina con las melodías de Rodrigo Castillo —a cargo de la ejecución en vivo y la composición musical—, quien parece provocar sus manifestaciones con
cada nota. “Es un acto muy suave y claro, pero significa una conversación muy fuerte conmigo”, puntualizó.
La labor instrumental de Castillo es una improvisación con pautas definidas la cual apela a las sensaciones del intérprete y el actor. “No es música tradicional, trato de que sea orgánica con base en percusiones orientales o tibetanas con algunos sintetizadores y piano”,
precisa el músico.
En cuanto a la transición de llevar el trabajo de una idea a un hecho, Rossana Filomarino hizo hincapié en que las complicaciones fueron nulas en razón a la naturalidad con la que surgió el trabajo: “todo fluye, en parte porque todos creemos en lo mismo, en esa manera de hacer danza donde el ser se confronta consigo mismo para exponerse ante el público”.