Exhiben las primeras acuarelas modernas que Rivera hizo para ilustrar el Popol Vuh

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Como parte de la muestra Picasso y Rivera. Conversaciones a través del tiempo, el Museo del Palacio de Bellas Artes expone diecisiete piezas que realizó Diego Rivera para ilustrar el Popol Vuh. Dichas obras fueron seleccionados por el equipo curatorial para enfatizar el vínculo que tenía el artista con su pasado.

En esta entrega el museo abre una ventana a los lectores de La Razón, para mostrar la importancia de estas piezas y el vínculo de Diego Rivera con las expresiones artísticas mesoamericanas.

El Popol Vuh o Libro del consejo es un relato del siglo XVI escrito en lengua quiché (la cual forma parte las lenguas mayenses), es una memoria del pueblo maya y sus antepasados. El mito cuenta la historia de la creación del mundo a través de grandes fuerzas de la naturaleza, concebidas como dioses supremos, que combinaron sus poderes para crear la Tierra: la Soberana Serpiente Emplumada, que resplandece en las profundidades del océano, y el Huracán, Corazón del Cielo, así como la del ser humano a partir del maíz; cuando los dioses habían fracasado en crear seres humanos que respetaran a sus creadores, y las aventuras de los heroicos gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, quienes armados solamente con cerbatanas enfrentan hasta guerras.

Cabe señalar que el Popol Vuh es, sin duda, el libro indígena más importante de América. En él se narra el mito de la creación de los seres humanos a partir de la pasta del maíz, después de que los dioses intentaran hacer personas con otros materiales como palo y barro. También se cuenta la historia de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué “quienes les prueban su inteligencia a los dioses, pues les ponen trucos y trampas en el inframundo, y ellos salen victoriosos”, señaló Juan Coronel, cocreador del concepto curatorial de la exposición y nieto de Diego Rivera. “Es la creación del mundo a través de estas fuerzas: las fuerzas oscuras y las fuerzas luminosas, sin que sean el bien y el mal. Esa es la historia del Popol Vuh”, aseveró.

Originalmente una narración oral, fue transcrito por fray Francisco Ximénez, quien supuestamente lo escribió basándose en la versión que le narró un maya.

En 1930, cuando Rivera pintaba la Alegoría de California en el Luncheon Club de la Bolsa de Valores de San Francisco y preparaba su exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el escritor John Weatherwax le pidió una serie de ilustraciones para una versión en inglés que no llegó a publicarse. En años posteriores, Rivera realizó una segunda serie de diecisiete acuarelas, encargadas para la edición en japonés del relato.

Rivera siempre tuvo el interés por las expresiones artísticas mesoamericanas, por lo que para elaborar estas acuarelas, el artista estudió diferentes tradiciones artísticas mesoamericanas, como la pintura mural, los bajorrelieves de los templos y los códices.

“Las acuarelas muestran con claridad cómo Rivera ponderó a conciencia la mejor manera de plasmar este relato compuesto de múltiples niveles, sobre todo porque la narración del Popol Vuh presenta acontecimientos que ocurren en tiempo no lineal.

“La historia de la creación está llena de imaginería y alegorías poéticas semejantes a sueños o visiones caleidoscópicas. Cuando Rivera hace estas obras no existía ningún mural maya conocido, no estaba descubierta Bonampak”, se puede leer en el ensayo El Popol Vuh de Diego Rivera, de Diana Magolini, cocreadora del concepto curatorial de la exposición, y Lillian Casillas, publicado en el catálogo de la exposición.

Aun así, dado que utilizó códices prehispánicos, logró representar en un estilo adecuado la narración. Las imágenes de Rivera no sólo resaltan por ser de las primeras ilustraciones modernas del Popol Vuh, también nos muestra a un pintor que conoce la línea, las iconografías, y las simbologías mesoamericanas.

“Hacer una versión ilustrada del Popol Vuh es sumarse a un linaje de artistas y llena el hueco que quitó la conquista”, apuntó Coronel.

Para lograr las acuarelas, Rivera tomó de referencia iconografía de Teotihuacán, de Chichen Itzá, del Códice Dresden, del Códice Borgia, entre otros. Toma todo lo que en su momento se conoce sobre el arte mesoamericano para que el Popol Vuh no sea sólo una historia maya más, sino una historia panmesoamericana, que mezcla elementos de muchas culturas mesoamericanas.

Al reconocer el interés y el estudio por este tipo de expresiones, podemos ver que Rivera siguió un proceso idéntico al aprendido durante su formación académica, a saber: copiar el arte de la antigüedad. La diferencia es que en esta ocasión reemplazó las antiguas esculturas griegas y romanas con las antiguas esculturas y pinturas mayas, confiriéndoles así un estatus equivalente de arte mayor.

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