En 1947 tres amigos compartían el gusto por el arte y la práctica del judo. Un día, mientras caminaban por una playa de Niza, Francia, jugaron a “repartirse el mundo”. Claude escogió el aire, Arman pidió la tierra y sus riquezas, el tercer joven alzó la vista y eligió el cielo infinito. “Lo mío es el azul”, dijo.
El joven que miraba el color del cielo como su destino era Yves Klein (1928-1962). Ahora la obra del artista francés, que inventó y patentó el color Azul Klein Internacional (IKB, por sus siglas en inglés), llega al Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) en la primera muestra retrospectiva en América Latina.
La exposición cuenta con más de 75 piezas, entre las que destacan obras, cartas, dibujos, fotografías y películas y que dan cuenta de las tres problemáticas que aborda el artista galo: la monocromía, la materialidad de la carne y el arte como campo inmaterial.
“Gran parte del periodo azul de Klein, se desarrolla por su interés en el color del cielo parisino. Se interesó en la inmaterialidad de la naturaleza al adherirse a un cuadro, lo vemos en sus creaciones hechas con fuego y agua”, aseguró Amanda de la Garza cocuradora de la exposición.
Para obtener su particular color Klein fusionó el azul ultramarino que se obtiene a partir de la desintegración del lapislázuli y que es mucho más caro que el oro con un químico desconocido en los 60.
“Tuvo la gran suerte de conocer a Édouard Adam, un fabricante y vendedor de químicos en Montparnasse, que le proporcionó una resina fijadora llamada Rhodopas M6oA. Klein la utilizó para lograr un azul profundo y perfecto”, dijo Daniel Moquay, curador de la exposición.
“En aquel tiempo se desconocía que ese químico en combinación con la pintura debía manejarse con una máscara por su alto nivel tóxico. Yves era un hombre joven y saludable al momento de su muerte, es posible que inhalar este químico le haya afectado”, cuenta Moquay.
A pesar de su prematura muerte el artista es reconocido por su innovación en el campo pictórico.
“En 1961, Klein pintó El viento del viaje, en la cual combinó pigmento seco y resina sintética sobre tela. Al terminar viajó 11 horas desde Paris hasta Niza esperando a que la naturaleza terminara su obra. Era un pionero en todo”, sentenció Daniel.
El fuego también servía de pincel para Klein. Exponía largos lienzos de cartón a las llamas de un quemador hasta formar lo que quería. De una personalidad excéntrica, las cuestiones en torno a su obra se mantienen
“¿De verdad saltó? ¿No ha sido un truco de magia?”, son las preguntas que se forman alrededor de la polémica foto capturada por Harry Shunk en 1960.
En la que Klein aparece suspendido en el aire con los brazos abiertos.
“Puedo decir que sí saltó, pero lo ensayó 13 veces”, agregó Daniel.
Klein nunca visitó México. Al igual que su sinfonía, la vida de este creador fue de un solo tono y luego, a los 34 años, apareció el silencio. Falleció de un infarto en 1962.