Ruy Sánchez explora utopías del siglo XX en su nueva novela

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Foto: larazondemexico

En el treinta aniversario de la aparición de su primera novela, Los nombres del aire –Premio Villaurrutia 1987—, Alberto Ruy Sánchez (Ciudad de México, 1951) acaba de publicar Los sueños de la serpiente (Alfaguara, 2017): texto que se mueve entre las aguas del ensayo, la crónica, la reseña, la autoficción (autobiografía), el apunte personal y el relato. ‘Novela collage’: pedazos de la vida de un hombre que apela e insiste en revelar sus alucinaciones y angustias (espejismos/decepciones) mientras reconquista la memoria en un hospital psiquiátrico.

Personaje centenario que poco a poco va develándose y, asimismo, revela acontecimientos políticos clave del siglo XX. Relato centrado en dos hechos trascendentes: la Revolución bolchevique de 1917 y el asesinato de Trotsky, el lector ve desfilar a figuras axiomáticas del siglo pasado: Lenin, Henry Ford, Stalin, Beria, Mercader, Sylvia Ageloff, Hitler, Goebbels, Bernard Shaw, Russell, Oliver Sack… La memoria como un río que fluye lento o veloz en cada cabeza, pero situado en un lugar preciso de la imaginación: Matteo Ricci.

“Relato de la recuperación de un hombre sin actos heroicos: un ser humano, que fundamentalmente ha sido víctima de las utopías del siglo XX. ¿Cómo contar una historia así? Después de una minuciosa indagación llegué a este mexicano que emigra a Estados Unidos participa en el sindicalismo, se enamora de una mujer que no lo ama y posteriormente se va a la Unión Soviética, siguiendo a 600 obreros de ideas izquierdistas, a laborar en la ensambladora que Ford le vende a Stalin”, precisó para La Razón el autor de Quinteto de Mogador.

[caption id="attachment_644280" align="alignleft" width="187"] Los sueños de la serpiente Autor: Alberto Ruy Sánchez Género: Novela Editorial: Alfaguara[/caption]

¿Collage de intertextualidades y apuntes autobiográficos? ¿Es una novela? Más que todo, un viaje al fondo de lo más oscuro del siglo pasado. La voz narrativa coincide, se empalma con mi biografía. Me entremezclo con el narrador y edifico los sostenes de todo el delirio errabundo que son los recuerdos. Todo esto es un reflejo de mis lecturas. Interpelo el género de la novela. Pensemos en El Quijote de Cervantes, que en su época muchos no consideraban que fuera una novela. Hay un manifiesto elogio a la digresión, de ahí el recurso de la intertextualidad. Todos mis libros son en realidad collages trazados desde el azar.

¿Texto escrito desde la locura? Sí, la locura en la fe de que matar y sucumbir en los intentos de edificar una nueva sociedad es legítimo.

¿Hay en este libro puntos de contactos con Elogio del insomnio y  Con la literatura en el cuerpo? Desde la perspectiva de cómo narrar, hay coincidencias con Elogio del insomnio. Pero, Con la literatura en el cuerpo abordé a varios escritores soviéticos que se enfrentaron al poder. Me han interesado las relaciones entre arte y poder en la otrora Unión Soviética. Tengo pendiente reflexionar sobre el asunto. No olvidar que muchos intelectuales occidentales se solidarizaron con Stalin. ¿Qué razones se esconden en esas resignaciones? Los mecanismos de esos actos, quizás, están esbozados en Los sueños de la serpiente.

¿Qué es el hombre frente a la memoria? Cuando nos enfrentamos a lo que recordamos, es en realidad la imaginación quien lo nutre todo. Buena parte de la reminiscencia, esos fragmentos que conforman la vida, es una fusión de aquello que la fantasía nos regala y alimenta. Por ahí, en la entrada de uno de los capítulos, cito a Matteo Ricci: “Somos realmente lo que hemos construido en la imaginación”.

Los sueños de la serpiente / Alberto Ruy Sánchez

En ese momento busqué el expediente completo y vacié todos los papeles sueltos sobre una mesa. Traté de armar con ellos, a pesar de su dispersión, un relato. Creí que podría afinar un poco más mi rompecabezas relacionando incluso la escritura, el tamaño de la letra de un papel a otro, el tipo de papel o la tinta. Siempre supe que no tenía todas las piezas del rompecabezas y tampoco sabía entonces si algún día iría a tenerlas. Pero suponía que algo más podría obtener de lo que estaba en mis manos si consideraba también los silencios. Como en esas blusas deshiladas donde los huecos dibujan delicadamente lo que poco a poco apenas alcanzamos a ver. No debería aspirar a un mural claro de la historia porque había que dar lugar a todo eso que se va “hilando entre el silencio de las cosas”.

Fragmento del libro

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