Gracias a la editorial Valdemar, una joya que arrojaba algunas luces sobre los textos de ficción de Arthur Conan Doyle: Mis libros. Ensayos sobre lectura y escritura, su autobiografía, un conjunto de conferencias, entrevistas y artículos dividido en tres diáfanos apartados: Sobre sus libros, Sobre Sherlock Holmes y Sobre sus lecturas.
Textos publicados desde finales del siglo XIX hasta los años veinte que luego acabarían en varios libros y que revisan un recorrido artístico que Doyle enumeró así en el artículo Cómo escribo mis libros: “He transitado por diversos campos. Pocos hay que no haya visitado. He escrito entre veinte y treinta obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía. Para bien o para mal, no creo que haya mucha gente con mayor trayectoria”.
Doyle presumió, además, de practicar deportes como el boxeo, el criquet o el automovilismo, e incluso de ser el primero en introducir el esquí en Suiza para desplazamientos largos, aparte de recordar su otro empleo en un barco comercial por la costa de África Occidental. Y añadía: “He participado en tres guerras: la de Sudán, la de Suráfrica y la guerra con Alemania”.
“Yo estaba decidido a no escribir nunca nada que no fuera bueno; por tanto, no escribiría ninguna historia de Holmes que no fuera interesante y que a la vez me interesa a mí también, requisito éste primordial para apasionar a cualquier lector”. En efecto, Doyle argüía el hecho de no escribir precipitadamente desde el primer relato hasta el que iba a ser el último, con Sherlock desapareciendo en unas cataratas, y se preguntará si posee algunas de las cualidades de Sherlock, dejando entrever al fin que “soy simplemente el Watson que parezco”.
[caption id="attachment_646510" align="alignleft" width="178"] Mis libros. Ensayos sobre lectura y escrituraAutor: A. Conan DoylePáginas: 304[/caption]
Un excelso escritor de novelas históricas como él tenía claro que debía ser riguroso con los datos y hechos. Otra cuestión eran los relatos breves, para los cuales, “mientras seas capaz de producir el efecto dramático, la exactitud de los detalles importa poco. Nunca he puesto mucho esfuerzo en ello y como consecuencia he cometido errores graves. ¿Qué importancia tiene si consigo atrapar al lector?”. Y a fe que lo hizo desde que vio la luz su primera historia de Holmes.
Cuenta entonces cómo dio con el nombre, Sherlock Holmes, y vio la necesidad de que alguien narrara sus aventuras, “un comparsa que además sirviera de contraste”, Watson. La fama de estos, su realidad, por así decirlo, llegaría tan lejos, que Doyle explica que recibía cartas pidiéndole autógrafos de sus personajes. También, desde luego, surgen sus preferencias como lector, muy sinceras, como cuando habla de autores como Balzac o Dumas.
En el capítulo “Más allá de la puerta mágica” —ciento cincuenta páginas donde comenta gran número de autores y obras—, asegura que en sus novelas “hay una cantidad intolerable de verborrea abundante”. Y hablando de magia, aparte de la que ofrece la lectura, se asomará también un Doyle dedicado a la parapsicología, sobre todo desde que su hijo falleciera en la Gran Guerra y él encontrara consuelo en los contactos espiritistas y en la escritura de libros sobre este tema que, curiosamente, serían los que le proporcionarían más satisfacción, a la vez que menos retribución económica.