El insecto que rompió fronteras

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Estamos acostumbrados a ver en los museos de arte exposiciones sobre uno o varios artistas o diversas corrientes plásticas; jamás imaginamos que algún museo podría dedicar una muestra a un insecto poco conocido que se alimenta del nopal, símbolo de identidad y cultura mexicanas, y, mucho menos, que éste pudiera tener relación con el arte mismo; sin embargo, el arte universal le debe mucho a este pequeño animal cultivado por nuestros antepasados mesoamericanos desde antes de la llegada de los españoles, y que hizo de vastas regiones mexicanas como Oaxaca, lugares prósperos gracias a su cultivo.

Nos referimos a la grana cochinilla, conocida científicamente como Dactylopius coccus, y por nuestros antepasados como nocheztli o “sangre de nopal”.

Su historia se remonta a la época prehispánica; los registros históricos indican que servía como medicamento, para colorear alimentos como los tamales, pintar la piel, teñir textiles, y hasta como producto de tributo tal como lo señalan algunos códices mesoamericanos.

Cuenta Bernal Díaz del Castillo en su Historia General de las Cosas de la Nueva España, que se vendía en los tianguis en forma de panecillo para los tintoreros y los pintores. Muchos de los códices que hoy en día conocemos fueron pintados utilizando este insecto.

Del otro lado del mundo, desde tiempos ancestrales, el rojo se volvió un color muy importante para la sociedad. Ya desde  el año 1100 la Iglesia lo había adoptado como símbolo de autoridad; un siglo después, en 1295, por decreto papal los ropajes “rojos” se convirtieron en prenda obligada para los cardenales. Existieron muchas fuentes para la obtención de este color, sin embargo, eran productos muy escasos y por tanto costosos ya que provenían del oriente.

Tras la conquista de la gran Tenochtitlán, los españoles encontraron en diversos productos, entre ellos la grana cochinilla, la posibilidad de generar grandes riquezas para la corona. El propio monarca Carlos V escribiría a Hernán Cortés solicitando información sobre aquel nuevo colorante rojo conocido como “grana cochinilla”, cultivada y producida por los indios en la meseta mexicana.

Así, con el conocimiento de que los tintes y pigmentos rojos eran productos ampliamente demandados en el viejo mundo y con el descubrimiento de que la grana cochinilla podía producir carmines más brillantes que los ocupados tradicionalmente, fue como hacia 1523 salió el primer embarque de grana cochinilla del puerto de Veracruz a Europa, convirtiéndose por más de tres siglos en la segunda fuente de ingresos para la corona española después de la plata.

Pero ¿qué relación tuvo este colorante con el arte? Antes los artistas utilizaban materiales naturales como minerales, plantas, otro tipo de cochinillas como la polaca y la armenia; incluso ponían a remojar retazos de telas pintadas que los tintoreros desechaban para extraer el colorante y utilizarlo en sus lienzos. Así fue como la grana cochinilla llegó a las paletas de los más prominentes artistas a lo largo de la historia desplazando cualquier colorante natural antes utilizado.

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