La cochinilla en la pintura de los códices

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Los antiguos mesoamericanos utilizaron la cochinilla por lo menos a partir del periodo clásico, y en las vísperas de la conquista española este color, extraído del insecto Dactylopius coccus, se utilizaba en la pintura mural, en la pintura de jícaras, en el teñido de textiles, pelo de animal y plumas, en la cosmética y en la pintura de códices.

En su Códice Florentino, el franciscano Bernardino de Sahagún nos indica que en los mercados aztecas se vendía la cochinilla bajo la forma de nocheztlaxcalli, “tortilla de cochinilla”.

Si nocheztli era el nombre náhuatl del insecto, tlapalli era la palabra que, aunque utilizada para indicar los colores en general, se utilizaba para referirse al material colorante extraído de la cochinilla; las fuentes nos dicen que tlacuahuac tlapalli, “rojo duro”, era el color más utilizado por los pintores, descrito como “muy bueno, firme, vívido, un color vívido, rojo como chile, como sangre, como sangre fresca” y probablemente obtenido calentando la cochinilla y mezclándola con alumbre, caparrosa y tézuatl: otras variantes eran el tlapalnextli, “rojo ceniza”, mezclado con yeso o ceniza y por ende de color menos brillante, y el camopalli, “rojo patata dulce”, en donde una mezcla de cochinilla, alumbre y tzacutli (goma de orquídea) proporcionaba una tinta morada obscura, “con que hacen las sombras los pintores”.

La gama semántica del término tlapalli indica que la cochinilla se percibía como material colorante por antonomasia entre los pintores de códices, y no es casual que su descripción sea la primera de la sección que Sahagún dedicó a estos artistas. Ya que el conocido difrasismo náhuatl in tlilli in tlapalli, “el negro, el rojo”, se refería a los colores de los códices y, metafóricamente, a la sabiduría, no parece atrevido decir que en la época prehispánica la cochinilla materializaba uno de los valores príncipes de la cultura nahua.

La complejidad terminológica registrada en las fuentes apunta hacia la existencia de prácticas tecnológicas que permitían la obtención de una gran variedad de tonos, mezclando la cochinilla con varios otros materiales —entre ellos el tézuatl, el alumbre, la caparrosa, la goma de orquídea, el yeso y la ceniza—, los mesoamericanos lograban obtener lacas que variaban entre el morado, el purpúreo y el escarlata; además, los pintores podían modular el tono de color por medio de diluciones y mezclas con otros materiales (arcillas, carbonato de calcio, etc.), como indican los resultados de los modernos análisis científicos.

Por D. Domenici, C. Grazia y D. Buti

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