Cuba, la única en AL que apoyó la invasión de Checoslovaquia

Foto: larazondemexico

El 5 de enero de 1968, La Habana  amaneció  invadida por una brisa fría que ahuyentaba a la gente del Malecón. Todo enero: el mar arremetió contra la ciudad. En Cuba  la primavera se encadena con el verano. En Europa es distinto. Oí hablar por primera vez de Praga, a un turista español que conversaba con varias personas en el bar del Hotel Nacional: elogiaba “los avances estructurales del socialismo en Checoslovaquia”. En La Habana hacía un frío de ‘tranca’, en el cine Yara proyectaban Vals para un millón, la nostálgica historia de amor de dos jóvenes en Praga, donde comenzaba un sueño de primavera.

La Rampa. Casa de la Cultura Checa: refugio de poetas, músicos, escritores, pintores, periodistas, estudiantes. Delfín Prats leyó allí su poemario Lenguaje de mudos (prohibido y desaparecido después por las autoridades). La Casa de la Cultura Checa era un espacio de divulgación del arte europeo: vendían discos de rock y de jazz, se programaban conciertos y se ofrecían funciones de cine.

Se me quedó en la cabeza aquello de los “avances estructurales del socialismo de Checoslovaquia”, que le escuché decir al turista español. En la universidad alguien habló de   Alexander Dubček y de “socialismo con rostro humano”. Se conversaba en susurro.  La Casa de la Cultura Checa seguía siendo una ventana cultural. Los filmes checos El amor se cosecha en verano, Limonada Joe, Trenes rigurosamente vigilados y Los Amores de una rubita llenaban los cines de La Habana.

“(...) Nosotros aceptamos la amarga necesidad del envío de fuerzas a Checoslovaquia y no condenamos a los países socialistas que tomaron esa decisión”

Fidel Castro, Presidente de Cuba (1926-2016)

Nos enteramos no sé ni cómo. En La Habana hacía un calor desmedido. La medianoche del 20 de agosto de 1968, tropas soviéticas se adueñaron del aeropuerto de Praga-Ruzyne. En la madrugada, escuadrones del Pacto de Varsovia cruzaban la frontera checoslovaca y sus tanques llegaban hasta el centro de Praga. 250 mil soldados y 5 mil tanques. El otro imperialismo: el Soviético: nadie se atrevía a decir eso en Cuba. Fin al ensayo de edificar un “socialismo con rostro humano”. La Primavera de Praga de Dubček, breve sueño. Los checoslovacos amanecieron con las botas de los soldados del Pacto sobre sus espaldas. Frank  Kafka miraba a distancia, desde el castillo.  La canícula rociaba la isla.

El 23 de agosto de 1968, Fidel Castro reconocía que la soberanía del estado checoslovaco había sido violada; pero, le pedía al gobierno de la Unión Soviética que invadiese a Cuba en caso de que sucediese algo similar a lo ocurrido en Checoslovaquia (¿!): “Nosotros consideramos que en Checoslovaquia se marchaba hacia una situación contrarrevolucionaria, hacia el capitalismo y hacia los brazos del imperialismo. Entonces esto define nuestra posición en relación al hecho concreto de la acción realizada por un grupo de países socialistas. […]. Resultaba imprescindible impedir a toda costa, de una forma u otra, que ese hecho ocurriera”.

La invasión militar a Checoslovaquia fue cuestionada por los partidos de izquierda más influyentes de Europa (Francia, Italia, Inglaterra…) y causó sorpresa y contrariedad en intelectuales progresistas como  Sartre, Russell, Debray, Garaduy, Mandel, Seifert y Jitrik, entre otros. El discurso del caudillo fue objeto de estudio y aprobación en todas las aulas universitarias. Una semana después fue clausurada la Casa de Cultura Checa en La Habana.

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