El año de 1978 marca un hito en el conocimiento del pueblo mexica. En efecto, en la madrugada del 21 de febrero de aquel año, obreros de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro detectaron parte de una escultura en piedra que, tras su excavación por el equipo de rescate arqueológico del INAH, resultó ser la representación de la diosa lunar Coyolxauhqui, la de “cascabeles en las mejillas”.
A partir del 20 de marzo de aquel año dio comienzo el Proyecto Templo Mayor que reunió a arqueólogos, restauradores, químicos, geólogos, biólogos y otros especialistas con el fin de estudiar los vestigios del pasado que la arqueología sacaba a la luz.
Han transcurrido 40 años desde aquel momento y los resultados están a la vista: se han recuperado miles de objetos arqueológicos; se han encontrado algunos de los principales edificios que se encontraban al interior de la gran plaza principal de Tenochtitlan; se pudo corroborar que muchos de los datos que proporcionaban las fuentes históricas en lo que al Templo Mayor se refieren, eran correctas. El mismo Fray Bernardino de Sahagún mencionaba que en esa plaza había hasta 78 edificios, de los cuales se han podido detectar, total o parcialmente, más de 40 de ellos. Destacan el Templo Mayor mismo, así como el de Ehécatl, dios del viento; el Cuauhxicalco y el Tzompantli con sus cráneos.
Las investigaciones realizadas hasta el momento han dado, como he dicho en varias ocasiones, un nuevo rostro del mexica. Ese conocimiento se ha visto plasmado en alrededor de 1, 200 publicaciones que van desde libros científicos, de divulgación, artículos, catálogos, guías y reseñas, lo que se constituye en un acervo documental que está al alcance de quienes se interesen en el pasado del pueblo que tuvo que enfrentar a los conquistadores peninsulares.
En este artículo ampliamos la información señalada en el momento que se cumplen cuatro décadas de haber dado comienzo los trabajos del Proyecto Templo Mayor. Al mismo tiempo celebramos la apertura del Museo que cumple 30 años.
De esta manera se cumple cabalmente con la misión que por ley le corresponde realizar al Instituto Nacional de Antropología e Historia: investigar, conservar y difundir el pasado de México.
Ambos acontecimientos representan muchas cosas para quienes venimos laborando en la recuperación del principal edificio de los mexicas y de otros edificios aledaños que formaban parte del gran recinto ceremonial tenochca. Todo ello ha redundado en un conocimiento más amplio de la sociedad mexica en diferentes rubros: económico, político, social, tecnológico y religioso. No dudo en afirmar que con nuestras excavaciones y los materiales que éstas han proporcionado se ha logrado de manera sistemática armar, aunque sea en parte, el rompecabezas de una sociedad compleja, de la cual lo que sabíamos, antes de nuestro proyecto, se basaba fundamentalmente en la información escrita que nos legaron los cronistas soldados, religiosos y civiles, y en algunos hallazgos arqueológicos, la mayor de las veces fortuitos, ocurridos en el área cercana a la enorme plaza ceremonial mexica.
Jamás imaginé que aquellos primeros pasos en la excavación nos llevarían al corazón del imperio, ni tampoco que una enrome cantidad de materiales (arquitectura, pintura mural, esculturas, cerámica, un bestiario rico y variado y el simbolismo que guardaban las ofrendas depositadas a los dioses) se revelaría ante nuestros ojos para darnos a conocer el centro del universo mexica.
Es obvio que buena parte de mi vida académica ha estado entregada al Templo Mayor. Quienes hoy llevan adelante los trabajos y todo lo que esto implica empezaron conmigo desde los comienzos. Otros se fueron incorporando a lo largo de estos años. Hay que dejar el paso a las nuevas generaciones que vienen empujando fuerte. Por mi parte hice lo que tenía que hacer en su momento; lo que sigue les corresponde a ellos. Para mí el tiempo se acorta; para ellos, comienza...