Nace un monstruo y un género literario

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Nació una noche de tormenta —paradójicamente igual que el genio de la electricidad, Nikola Tesla—. Era 1816 y el recuerdo de la revolución francesa y la derrota del expansionismo napoleónico aún estaban frescos en una Inglaterra convertida en capital del progreso económico y tecnológico gracias a la Revolución Industrial. No exento de protestas y movimientos del sector obrero, el imperio británico se erigía como la primera potencia en traspasar la puerta hacia el mundo moderno.

[caption id="attachment_731723" align="alignleft" width="95"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

Mientras tanto, cuatro ilustres personajes se han dado cita en Villa Diodati, Ginebra: Lord Byron, anfitrión y propietario, John William Polidori, Percy Bysshe Shelley y su esposa Mary.

La intensa lluvia del verano obliga a los intelectuales a recluirse en la casa. Confinado a pasar la velada en el encierro, el grupo dedica el tiempo a leer cuentos de horror de autores alemanes. Tras relatar el desenlace de uno de ellos, el estruendo de un rayo rompe el silencio casi espectral; el rostro de Lord Byron esboza un gesto macabro lanzando a los presentes un reto literario. “Escribiremos cada uno, una historia de fantasmas”… y Mary Shelley transgredió su época con el suyo.

Poseedora de un espíritu curioso, así como, una inteligencia aguda y vivaz, Mary Shelley se pregunta qué clase de narración será tan estremecedora para acelerar el pulso de las mentes cultivadas que la acompañan. En la otrora niña, cuyo pasatiempo favorito era escribir historias y su ocupación más placentera soñar despierta, surge de manera súbita, una idea afín a su propósito inspirada en las conversaciones entre Lord Byron y Percy Bysshe Shelley con respecto al origen y naturaleza de la vida.

Mary se recuesta y cierra los ojos; el descanso es interrumpido por una pesadilla; sus temores más profundos se reflejan en una sucesión de macabras escenas protagonizadas por un joven estudiante quien, jugando a ser Dios dota de vida a una aberrante criatura.

[caption id="attachment_731717" align="alignright" width="71"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

Hijo de la Revolución Industrial en una sociedad que aun peleaba con el vapor y el gas, lo cierto es que la génesis del monstruo más popular de la literatura (y cine) universal va más allá de una reunión en una noche de tormenta.

Lo que empezó como un juego de amigos se convirtió en una de las obras más famosas y trascendentales a nivel ético, científico y fantástico.

Que si Shelley se inspiró en las teorías de Luigi Galvani de dar vida a cadáveres a través de impulsos eléctricos -muy de moda en aquellos tiempos- o no, la novela resulta una mezcla de la historia científica con relatos utópicos y de aventura gótica.

¿Terror o ciencia ficción? Frankenstein o el moderno Prometeo, publicado en 1818, también es hijo del empuje femenino hacia un incipiente género literario: la ciencia ficción, cuyo término sería acuñado más de cien años después, en 1926.

“Engendro”, “criatura miserable” que se rebela contra su creador, alegoría de la perversión que podía traer el desarrollo tecnológico de la época, y temática recurrente en la literatura de ciencia ficción. Sí, Mary Shelley transgredió su época con su monstruo.

El Dato: Cuando se publica de forma anónima se pensaba que lo había escrito el esposo de Shelley.

[caption id="attachment_731724" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]