Lo pronosticó el periodista español, Luis María Anson. Dijo que el galardón este año recaería con gran probabilidad en algún reconocido profesional de los medios de comunicación.Y ha sido para la periodista Alma Guillermoprieto.
La tercera vez en la historia de los galardones que se concede en femenino, tras el inaugural, que fue para la filósofa María Zambrano (1991), y el que recayó en Annie Leibovitz, en 2013.
Este año, de convulso #Metoo y "Time´sUp" se ha alzado la voz de Alma Guillermoprieto, una periodista que ha desarrollado gran parte de su carrera en medios norteamericanos y que ha contado como pocas reporteras, el devenir de la historia más reciente de Latinoamérica desde la calle, pisando el asfalto.
Iba para bailarina, que es a lo que quería dedicar su vida, y se le torció la música por esos azares del destino que no son sino regalos. El baile lo impartió en Cuba y fue allí donde pudo ver de cerca lo que era la revolución de Fidel cuando no había llegado aún la década de los 70.
Y colgó poco después las zapatillas de maestra y tomó el bolígrafo para hacerse "freelance". Y decidió entonces vivir para contarlo. Nacida en Ciudad de México en 1949, se trasladó a Nueva York siendo una adolescente para vivir con su madre.
Comenzó como reportera de América Central para el diario "The Guardian" y más tarde para "The Washington Post", donde fue redactora de plantilla en los 80.
"Este premio me llena de asombro, alegría –y susto– por su significado e historia. El Premio Princesa de Asturias es la institución por medio de la cual España se enlaza al mundo y el mundo a España. Es un honor inmenso ser un eslabón más de esta historia y por fortuna no cargo con el peso del premio yo sola, pues sé que es un reconocimiento a todos los de mi oficio, el periodismo, que ha sido y sigue siendo la manera más emocionante de vivir el mundo", han sido sus primeras palabras tan llenas de Alma, de quien el jurado ha resaltado que "representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea".
"He podido vivir muchas vidas, asistir, ser testigo y contarlas", dice en alto quien se ha definido como "una reportera de oficio". ¿Y cómo define ese oficio? "Ser reportera es ir a ver". Ayer estaba en Bogotá y allí se enteró de la buena nueva, que recibió con cariño y ganas, con cierta incredulidad, también: "Ha sido como un ‘’knockout’’ y estoy tratando de reaccionar", dice mientras desayuna como puede entre una llamada y otra.
Aunque nació en México hace 59 años reside habitualmente en Estados Unidos, pero jamás ha dejado a un lado sus raíces. "No se me ha acabado la curiosidad por el mundo", aseguraba vía telefónica. Y cuando le decimos que es la tercera mujer que logra el galardón en la historia de los premios suelta un delicado "y las que faltan. Muchas llegarán. En este aspecto soy absolutamente optimista".
Guillermoprieto cuenta que, entre otros conflictos, ha escrito sobre Sendero Luminoso, en Perú, el terrorismo de Estado en Argentina, el conflicto civil y el narcotráfico en Colombia y las guerras de la droga en México, temas en los que tuvo y quiso meterse a fondo. "Cuando estaba en Nicaragua reporteando, jamás se me ocurrió que eso iba a ser mi vida", cuenta. "Siempre había otra historia que contar, y luego otra y otra", señala con orgullo, como si no se hubiera podido sustraer al oficio.
Considerada como un referente internacional sobre la compleja realidad de Iberoamérica, es autora de numerosos libros, entre ellos "La Habana en un espejo" (Randon House, 2005), en el que describe la vida cotidiana con la revolución castrista.
Comprometida y corajuda, Alma Guillermoprieto sabe lo que es ser una reportera que pisa y huele la guerra, "aunque del Caribe he hablado poco. Nunca fui a Puerto Rico y me avergüenza decirlo. También he querido volver a Centroamérica", anhela.
Siempre recordará aquella primera entrevista que hizo al escritor nicaragüense Sergio Ramírez, que días atrás recogía el Premio Cervantes, tan altísimo y que se "disfrazaba" tiñéndose el pelo de negro. Y ríe al recordarlo. Y como ésta, tantas otras. "Me quedo con la infinitas historias maravillosas que me ha regalado este oficio, que es la mejor manera de vivir el mundo", asegura la escritora.
"Y la mejor manera de ser útil. Hacemos falta siempre. Y nuestro trabajo, hecho con respeto, quedará para la historia". Dice que al periodismo hoy lo acechan dos males, "la crisis económica y los problemas que ha traído internet, el chisme, la información falsa y crear un público acostumbrado al morbo, a la noticia como ‘’reality’’, que es lo que posibilitó la llegada de Trump al poder".
ntb