Traduce la tristeza y la soledad humana al lenguaje dancístico

Foto: larazondemexico

Flores blancas (Cuando llorar no se puede) es un montaje resultado de una exploración personal y de investigación coreográfica por parte de la bailarina Paula Villaurrutia. La creadora mexicana busca dar un tratamiento contemporáneo a la danza folclórica y contar, a través del cuerpo, más que una historia, sensaciones con las que el público pueda sentirse identificado.

Para esta obra coreográfica, la bailarina se ha inspirado en dos textos literarios La tirisia, de Rubén Luengas, y Trenzaré mi tristeza de Paola Klug. El texto de Klug habla de una mujer que si se siente triste se trenza el cabello, atrapando de esa manera su dolor mientras que el de Luengas habla de un personaje que desconocía estar enferma y que logra salir de su depresión. Acerca del texto La tiricia, menciona el acto liberador que acontece cuando una persona con tristeza en el alma recoge flores y las tira al río, pues con ellas se va ese sentimiento.

En entrevista con La Razón, la bailarina, que ha participado en diferentes compañías, abundó en que la obra integrará distintos elementos de la danza folklórica tradicional y elementos corporales libres para contar cómo una mujer, a través de su fortaleza, lucha por entender y escapar de una condición de vida que la aqueja física, espiritual y mentalmente. “Yo bailé en ballets folklóricos, conocí la parte tradicional de los fandangos y de las fiestas en el pueblo; llegó un punto en el que me cuestioné qué hacer con estas dos miradas. Yo quiero hablar de lo que veo, de lo que soy, de lo que siento, del arte; hablar del mundo desde mi herramienta, así comenzó el reto de expresarme desde mi visión del mundo”

¿Cómo es llevar a escena un proyecto de investigación coreográfico? Flores Blancas nace a partir de la inspiración de dos textos: La tirisia, de Rubén Luengas, y Trenzaré mi tristeza, de Paola Klug. La intención de este montaje es llevar a escena un personaje que cuenta la historia de una mujer que va transitando los estados de ansiedad, depresión, tomando como referencia la tirisia, que es conocida como la enfermedad del alma. Es un trabajo de investigación, porque parte de la danza tradicional y folklórica y le doy un tratamiento contemporáneo a la pieza, la doto de un manejo libre de los códigos de esta disciplina dancística. Entonces, es una investigación corporal, escénica; y de toda esta integración de elementos que se juntan en escena, como la danza, la música, la escenografía y la iluminación.

¿Cómo “traduces” estos textos literarios a los movimientos corporales en la obra? Principalmente me sirvieron de inspiración para llevar a escena temas que a mí me interesan, que son justo estos estados de depresión, de ansiedad, de estrés, y reconocerlos, nombrarlos y saber que existen, que hay gente que vive con ellos. Entonces estos textos literarios no los llevo a escena de manera directa o íntegra, sólo me sirvieron de inspiración para tomar elementos simbólicos. No se verán cuadros dancísticos de estados; la puesta es una integración de estos elementos artísticos. Es una pieza personal, íntima, que quiere tocarle el alma y del corazón al espectador.

Estos estados de ánimo como depresión, ansiedad y estrés, ¿cómo los llevas al lenguaje corporal? Yo soy bailarina y maestra de danza folclórica. Entonces, desde ahí viene lo interesante, van de los códigos de la danza folclórica y tradicional que integro con movimientos corporales para llevar a escena todo eso. Es la integración de todos los elementos, por ejemplo la música, que son arreglos hechos para el montaje, para crear atmósferas, ambientes. Busco mostrar sensaciones a través del cuerpo.

¿Es una obra feminista? No necesariamente; me atrevo a decir que todos los seres humanos hemos tenido en mayor o menor medida, episodios de depresión, ansiedad, tristeza o tirisia. Y el interés de esta obra o su finalidad es que logran identificarse con esos estados de ánimos y no tanto con el género.

Es poder abordar la danza folclórica y tradicional desde otra mirada, no desde la que ya conocemos convencionalmente, me interesa ir por otro camino y que sea esta disciplina, la danza, para poder narrar historias, contar lo que vivo, lo que siento, lo que veo, que al final de cuentas eso es el arte, poder decir el mundo desde nuestro lugar, desde nuestra mirada”

¿Cuál es tu interés dentro del quehacer coreográfico? Es abordar la danza folclórica y tradicional desde otra mirada, no desde la que ya conocemos convencionalmente, me interesa ir por otro camino y que sea esta disciplina, la danza, para poder narrar historias, contar lo que vivo, lo que siento, lo que veo, que al final de cuentas eso es el arte, poder decir el mundo desde nuestro lugar, desde nuestra mirada.

Cada vez es más común fusionar o integrar distintos géneros en una pieza artística; tú lo haces, ¿ya no hay división alguna de los géneros? Creo que como todo hecho escénico y artístico, no tiene que haber barreas, se pueden integrar todos los elementos siempre y cuando sea para beneficio de la pieza.

Cuéntanos de la escenografia y el vestuario que utilizas; ¿qué buscas conseguir a través de estos dos elementos, por qué son sencillos? En general, es una estética muy sencilla, en la escenografía sólo cuento con un elemento, también hay utilería, flores, y el vestuario no es de ninguna región, es un vestuario neutral, ya que la pieza no está ubicada en algún contexto en específico; por ese lado quiero hacerlo neutral y que cada quien se cree su historia, sus paisajes y su situación.

Paula Villaurrutia, becaria del Programa Jóvenes Creadores 2017-2018, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), presentará Flores Blancas (Cuando llorar no se puede) el 2, 3 y 9 de julio, a las 20:00 horas en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo, del Centro Cultural del Bosque, ubicado en Paseo de la Reforma y Campo Marte, atrás del Auditorio Nacional. Localidades: $120.

El Dato: Con escenario sencillo, la coreógrafa busca dar mayor importancia a la expresión corporal y la danza reinterpretada

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