“En tiempos de cambios, mudanza ninguna”, es un decir que se atribuye a Ignacio de Loyola, aguerrido soldado de Cristo y magnético conductor de los jesuitas, dotado del envidiable sentido práctico que hizo de su empresa una suerte de modernidad activa en momentos de cerrazón.
Desde el 29 de Junio y hasta al 23 de Septiembre la magna exposición podrá ser observada en el Palacio de Bellas Artes
No parece casual, el eco de esta observación, para definir a un coleccionista enamorado de España: Archer Milton Huntington, un empresario que no sólo tuvo el dinero, sino la pasión, amor y asombro por el arte, para crear una de las mejores colecciones de arte de Hispanoamérica.
Es un privilegio descubrir que no hay otra institución en el mundo que permita por sí sola un recorrido tan completo por la historia, el arte y la cultura, no sólo de España, sino de Hispanoamérica como la Hispanic Society of America, cuya sede está en Nueva York.
Este genial acervo de arte español, virreinal y americano llega a México en la exposición Tesoros de la Hispanic Society of America, que se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes.
Se trata de 208 obras selectas pertenecientes a la colección creada por el estadounidense Archer Milton Huntington (Nueva York, EU, 10 de marzo, 1870 – Bethel, Connecticut, EU, 11 de diciembre 1955), filántropo y coleccionista de arte que fundó, en 1904, la Hispanic Society of America, cuyo acervo reúne 18,000 piezas de arte (desde cerámica paleolítica a pintura modernista), 250,000 manuscritos y 25,000 libros (entre ellos, 250 incunables).
El gran proyecto de la vida de Milton fue crear un museo – que abrió en 1908- y una biblioteca que permitieran a otros seguir sus pasos, gustos y obsesiones culturales por el país ibérico.
Para ello recorrió España país de punta a cabo, entabló relación con intelectuales y artistas, editó manuscritos, promovió traducciones (la primera en inglés del Mio Cid) y excavaciones (de la Itálica romana), y compró y compró…. Gracias a sus empresas de ferrocarriles y astilleros navales, lo cual le permitió adquirir cada uno de los tesoros de su enorme colección.
Muchas de las piezas salieron por vez primera de su sede de Estados Unidos para viajar al Museo del Prado de Madrid en 2017, en un impecable montaje y una variedad de obras magistrales que fue considerada de las mejores muestras de Europa.
La exposición del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, es una oportunidad excelente para ver grandes joyas pictóricas –como Retrato de un eclesiástico, de Alonso Cano; Santa Emerenciana, de Francisco de Zurbarán; o, La duquesa de Alba, de Francisco de Goya-, decorativas, artesanales -Lámparas de altar, 1675-, y bibliográficas de la Península Ibérica, pero con ciertos ejemplos e América Latina como México, Perú y Ecuador.
Alrededor de doscientas piezas de escultura, pintura, metalistería, cerámica, textiles, manuscritos políticos y religiosos, arte saco y decorativo, que nos permiten entender casi tres mil años de historia que su dueño atesoro como “el alma española”.
Una de las grandes joyas es, por ejemplo la Seda de la Alhambra, un paño de 2,3 x 1,5 metros de delicadeza insuperable y complejidad poética, visual: una alucinación constante. Estuvo durante siglos en el arcón de un convento, y hoy, la podemos mirar intacta ante nuestros ojos.
Un arte de sensaciones cromáticas a la búsqueda de la concreción formal. La cerámica es excelente. Los documentos son igualmente deslumbrantes.
Destaca la colección de privilegios rodados y la de ejecutorias de hidalguía, preciosamente ilustradas.
Pero veremos asimismo manuscritos que revelan la vida privada de Europa: el decreto por el que Carlos V aumenta la pensión anual a Tiziano o la carta de Isabel I de Inglaterra a Felipe II.
En esa posición entre lo textual y lo visual que ocupa la cartografía, vamos a encontrar también ejemplares maravillosos. Lo es, sin duda, el grandioso Mapamundi de Giovanni Vespucci y lo es el ingenuo y directo Mapa de Tequaltiche.
Quiero señalar que a partir de esta pieza, veremos otras muchas procedentes tanto de Suramérica como de Filipinas, que se integran en un patrimonio común con toda naturalidad.
Y no dejar pasar un arcón mudéjar; y, una custodia procesional; además de las lacas del virreinato colombiano o una inolvidable tira de cuatro metros de papel en la que Pancho Fierro pintó a la acuarela en 1830 el paso de una procesión por las calles de Lima.
Un conjunto sobresaliente es el apartado de la pintura.
Magistral es el cuadro El Conde Duque de Olivares, de Velázquez, la versión más impresionante de La Duquesa de Alba, de Goya. Igual de sorpresivos son los pequeños de dibujos irónicos de Goya, realizados a principios del siglo XIX. “La grandeza de Goya – dice el crítico inglés Robert Hughes- consiste, precisamente, a diferencia de otros grandes pintores del siglo XIX, en su capacidad para proyectar imágenes desde su tiempo al nuestro… Nuestra capacidad para describirnos a nosotros mismos está influenciado de alguna manera por las pinturas, dibujos y grabados de este genial hombre”.
Y la muestra sigue con Zurbarán, el Greco, Murillo, Moro, Morales… Hasta llegar a Ramón Casas y Anglada Camarasa, excelentes pintores que reflejan el espíritu moderno del arte catalán de finales del siglo XIX.
Merece destacarse la soberbia colección de retratos de Joaquín Sorolla, creador que colaboro muy de cerca con Huntington, para realizar 14 retratos de personalidades de la España de finales del XIX, cuyo proyecto se tituló Visión de España (1912-1919).
Unas obras de arte de excepción rodeadas del entorno doméstico e intelectual en que se adquirieron. Una exposición de tesoros que nos aproxima al universo de un coleccionista que no tuvo límites para atesorar el Huntington arte de Hispanoamérica.