“Cuando la muerte te mira, te vuelves un fantasma y te atas a la memoria”: Pérez Gay

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Después de Nos acompañan los muertos (2009) y de El cerebro de mi hermano (Premio Mazatlán de Literatura 2014), el editor, cronista  y narrador Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957) publica Perseguir la noche (Seix Barral, 2018), novela-informe que completa la trilogía que aborda la vejez, el  dolor, la enfermedad, la memoria y la Ciudad de México con los espectros de algunos de sus mejores escritores.

Prosa incisiva y a la vez cordial en que la ironía y el humor conviven: Pérez Gay ha edificado un sugerente cosmos donde periodismo y literatura se entrecruzan en varios libros (Llamadas nocturnas, Diatriba de la vida cotidiana, 2001; Paraísos duros de roer...) imprescindibles en el panorama de la literatura mexicana contemporánea.

La Razón conversó con el director de Ediciones Cal y arena a raíz de la publicación de Perseguir la noche: cuaderno íntimo, anímico y espiritual en que un narrador, en los trances del padecimiento y curación de un cáncer en la vejiga, es redimido (salvado) por los escritores modernistas mexicanos (Couto, Tablada, Ruelas...) en una fuga suscrita por  sueños entrecruzados en la noche dilatada en otras noches presididas por perplejidades en la cabalgata de las sombras que escalan el barranco de la memoria.

¿Cierra usted una trilogía iniciada con Nos acompañan los muertos y  El cerebro de mi hermano? Tríptico indeseado: el primero relata el viaje de dos ancianos hacia la nada, sus hijos, la casa, la Ciudad de México; el segundo, yo nunca hubiera querido escribirlo y lo tuve que escribir, aborda la enfermedad neurológica de mi hermano mayor José María Pérez Gay. Ahora aparece el tercero: la historia de la enfermedad de un narrador que anhela escribir una novela sobre los modernistas mexicanos cuando recibe la noticia de la aparición de un cáncer en la vejiga.

"Es la historia de la enfermedad de un narrador que anhela escribir una novela sobre los modernistas mexicanos cuando recibe la noticia de la aparición de un cáncer en la vejiga”

¿Textura y procedimiento narrativo similares? El narrador decide poner en orden algunos asuntos y estructura un plan: recrear episodios de los  modernistas mexicanos, vivir con el dolor, acudir al pasado y repasar la Ciudad de México. Hay similitudes en la estrategia narrativa; incluso, hay  pasajes —tramas, gestos— que se interpolan de un texto a otro. Sin embargo, pueden leerse de manera independiente.

La primera parte cierra con  “El dolor, el deseo, la muerte”.  ¿Temática de la trilogía? En este informe negro, atemperado por las acciones de estos ‘fantasmas-escritores’, subrayo que cuando la muerte te mira: te conviertes en un espectro, en una sombra, lo cual produce dolor mental y físico. Ese fantasma (el narrador) que fui yo trazó un plan de evasión: estos escritores vienen por él y, ante la posibilidad del fin, finca, en complicidad con ellos, el regreso a la vida, pero en un contexto fantasmal donde el dolor es presencia absoluta.

El Dato: Tres niveles narrativos conforman el libro; el presente aborda la enfermedad del autor, el segundo es un plan de evasión; el tercero es el pasado y recuerdos familiares.

¿Un espiritista cubano?: el santero Villasana... Es un guiño a algunos amigos cubanos: En el libro Lichi, el escritor cubano, le dice al narrador: “A ti esto no te tira, lo sé, soy un poco brujo”. Villasana resume el encanto de la religión yoruba y sus adivinaciones.

¿La noche dentro de la noche? Expresión de Lichi. En realidad, el libro es una serie de noches que se van desplegando: noche de los modernistas, noche de la enfermedad, noche de la Ciudad que se va perdiendo, noche de la infancia, la memoria, la familia... El narrador está apremiado por muchas noches.

¿Por qué esta trilogía? La tenía que escribir: no podía dejar de hablar de mis padres ancianos, de mi hermano y de mí, el único sobreviviente de esta espiral de doble juego: lo personal y lo literario. Un escritor debe contar lo que se debe contar; no hay tema que no  deba abordar.

"El libro es una serie de noches que se van desplegando: noche de los modernistas, noche de la enfermedad, noche de la Ciudad que se va perdiendo, noche de la infancia, la memoria, la familia”

Fragmento

La noche plantó en casa sus sombras: en un cuarto sonaban los ruidos del fin del mundo de un videojuego de mi hijo; mi hija, estudiante de medicina, había terminado de memorizar los músculos faciales para un examen de anatomía; Delia leía un capítulo del escritor italiano Tabucchi para su sección “Gajes del oficio”, un conjunto de subrayados acerca de la pasión de escribir. Su libro de frases y aforismos había aparecido un mes y medio antes y lo habíamos presentado a los amigos en El Hijo del Cuervo, el viejo bar de Coyoacán. Yo estaba leyendo un libro sobre las epidemias del siglo XVII en México. A las doce de la noche me venció el sueño con el libro entre las manos. Antes de meterme a la cama fui a orinar.

Oriné sangre. Un chorro rojo que tiñó la taza y me llenó de estupor. No me dolía nada, no me sentía mal, no había tenido ningún síntoma. Interrumpí como pude la micción y desperté a Delia. La traje al baño y le dije:

—Mira esto— y arrojé la última parte de un torrente rojo oscuro.

—Háblale a Kraus en este momento—me dijo.

Tomado del libro Perseguir la noche (2018)

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