La novela policiaca es inflexible, el lector sabe dónde va a acabar: Fernando del Paso

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Bajo el sello de Plaza y Janés, apareció Linda 67, historia de un crimen (1995), una novela policiaca que Fernando del Paso decidió escribir allá por 1965, y que 52 años después, el Fondo de Cultura Económica ha decidido reeditar.

La presentación de este thriller, como el autor la llama, se realizó en el marco de la FIL de Guadalajara, en el 2017, en donde el escritor recordó sus inspiraciones literarias.

Usted tuvo la inquietud de escribir una novela policial allá por 1965, y la publica en 1995, ¿cree que se  demoró en participar en el género criminal? Mi inquietud por escribir una novela policial nació hace más de 30 años. Seguí el consejo de llevarme de vacaciones novelas del género porque me transformaban en un lector inocente. Ya tenía la deformación profesional de novelista, que le impide a uno disfrutar de un libro como un lector común y corriente. Pensé  que sería un reto interesante para un novelista de los que se llaman serios, o para un novelista como todos, o para uno tan común y no tan corriente, el hacer una novela policial. El ambiente de Londres e Inglaterra es el que  ha prevalecido en las novelas de este tipo. La mayor parte de los grandes autores de la novela política son ingleses o norteamericanos. Casi todos pertenecen a las letras anglosajonas con excepciones que ponen a prueba la regla, como  Simenon, o Eco con su maravillosa policial que es El nombre de la rosa.

Antes de concluir el texto original, ¿cuántos cambios de historia y estructura tuvo la novela? En realidad hace sólo diez años me llegó, como caída del cielo, la idea de la trama, la esencia de ésta. Pero necesitaba mucho desarrollo, y entretenido como estaba con Noticias del imperio, tuve que suspender el proyecto de la novela en forma definitiva. De hecho después de Noticias…paso por un largo periodo de silencio hasta que volvió esa inquietud y me dije: “ Bueno, ¿soy capaz o no lo soy? Lo intento y no”. Si mi respuesta era afirmativa había que hacerlo ya de una vez, y no posponerlo más. Hasta hace un año que me senté a escribirla y me enfrenté a una serie de dificultades con las que  no contaba y que se fueron solucionando en el camino.

La novela se desarrolla en San Francisco, ¿qué tanto investigó el ambiente de esa ciudad para escribir este libro? Lo hice, aunque superficialmente. Pasé por algunos sitios que relato en el texto, hay unos por supuesto muy duros, a los que uno entra para hacer determinada actividad… Creo que era indispensable reflejar ese mundo, no se puede prescindir de este aspecto de San Francisco como la ciudad misma: los gays, travestis, prostitutas, etc. Creo que en la novela hay más imaginación que otra cosa. Lo que sucede es que si hubo investigación, fue en torno a San Francisco como ciudad. Yo no sabía si se aplicaba la cámara de gas o la silla eléctrica.  Detalles que eran indispensables para aplicarlos dentro de cualquier texto literario bien fundamentado. En California resulta que los condenados a muerte pueden escoger entre una inyección letal o la cámara de gas. También me interesaba conocer información sobre periódicos, estaciones de televisión y de radio de San Francisco.

Hice dos viajes a la ciudad, primero  uno de los tres días y luego otro de tres semanas. Todos esos elementos en la novela son enriquecedores, ayudan a crear la atmósfera y el ambiente, lo que le proporcionan carne a ese esqueleto de la trama, que en la novela policiaca es inflexible, pues está predeterminado, y uno no se  puede salir de él. Hay que darle al lector, en  todo caso, la idea de que no existe tal fisura.  En cambio en la novela en general todos los escritores sabemos que la obra se va por rumbos que no nos imaginamos nunca.

¿Cuál fue el propósito al  enterar al lector desde la primera página que David ha asesinado a su esposa Linda? En este caso, mi primer antecedente es  Un condamné Sâchappe, la  película de Bresson, de los años cincuenta. El título  mismo anuncia todo: el condenado a muerte se va a escapar. Pero no por eso se pierde el interés.  El supuesto está tan logrado que estamos sobre  las uñas todo el tiempo viendo esa cinta. En el thriller —a diferencia de la novela policiaca — se sabe quién es el asesino desde el principio. El problema es crear un suspenso que atraiga al lector hasta la última letra del texto.

¿Por qué no desarrolló Linda 67 en nuestro país como sus anteriores novelas?Requería una ciudad con un centro pequeño, como se ve casi al final del libro. Pero  además, a mí no me funciona mucho mejor la novela policial en un ambiente anglosajón. Será porque la mayor parte de ellas se desarrollan en sitios de esa especie. Y por lo demás, tal vez fue un capricho personal. San Francisco es una ciudad que a mí me encanta, es maravillosa, y es por eso que su escenario me pareció adecuado para el texto.

¿Siguió determinados cánones estéticos para desarrollar cada uno de los capítulos de la novela? No. Solamente recordaba una de las 28 reglas de Van Dyne, que me parecen indispensables para escribir una novela de este tipo, pero siempre  quise tener libertad  para escribir el libro. De todos modos, aun así, el personaje de alguna manera impuso la forma de renovelar su tragedia, porque yo quería hacer una novela policial y me salió un thriller. Creo que una novela policiaca al estilo  clásico es ingenua. Y regreso con Eco en su novela  El nombre de la rosa, donde demostró que siempre es posible hacer un soneto sobre la rosa y que los temas son inagotables.

¿Considera usted que Linda 67 se pueda ver en el cine? A mí me parece muy difícil que eso ocurra, porque juego con muchos plano, y muchos tiempos; además, no cuento con una mentalidad cinematográfica. No es mi oficio hacer guiones, nunca los he hecho y no quiero meterme en camisa de once  varas. Sin embargo, la opinión de otros es diferente: varias personas que leyeron el texto antes de ser publicado, incluyendo a  mi editor, creen que esta historia bien podría llevarse al cine.

ntb

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