Para Fernando del Paso, José Trigo, fue una novela complicada

5ed36d778fb9f.jpeg
larazondemexico

José Trigo, la primera novela del escritor Fernando del Paso, “fue un piedrón” que nadie esperaba. Un texto que a medio siglo de publicarse sigue siendo incomprendido y se lee poco. El mismo ganador del Premio Cervantes 2015 lo reconoce: “Aunque la quiero mucho, no la recomendaría a lectores primerizos, porque es sumamente complicada”.

Y es que esta novela que tiene como escenario los campamentos ferrocarrileros de Nonoalco-Tlatelolco, “es una epopeya del español hablado y escrito en América, pero sobre todo el español hablado y escrito en México. Es una novela en la que se mezclan géneros, distintos tipos de lenguajes y que inaugura la nueva novela histórica latinoamericana o es parte de este movimiento”.

“Es una epopeya idiomática porque el lenguaje es extraordinario: junta el español peninsular, el latinoamericano, el mexicano hablado aquí”, destaca Aralia López González, doctora en literatura hispánica por El Colegio de México, en entrevista con La Razón.

En José Trigo, libro que consagró a Del Paso con el Premio Xavier Villaurrutia, su autor “inventa y deforma sustantivos a la manera popular”, destaca la ensayista. Por ejemplo están presentes: “los sacudiones”, “los asegunes”, “la viejada”, “quemajosos” y “ceremoniático”.

Pero también está presente la jerga de los barrios populares, como en expresiones como ésta: “¡Acá las tortas! ¿Quién va a tener hambrosía a estas horas?”.

“Del Paso retoma ese lenguaje de lo rural a la ciudad, tiene una imaginación lingüística, un oído extraordinario para retratar este lenguaje, mezcla lo culto y lo popular, el campo y la ciudad, está llevando el hilo de lo que es la historia de la Ciudad de México, su composición social, sus conflictos, sus luchas, poniendo énfasis en la migración rural”, subraya.

En este texto también el autor de Noticias del Imperio, hace un recorrido por la historia de la Ciudad de México, desde su fundación, hasta la modernidad expresada en construcciones como la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco.

“Es una novela proletaria porque pone el énfasis en el movimiento obrero de los años 50, la huelga ferrocarrilera que resultó un parteaguas histórico y social, también es una novela de la ciudad, comienza en el centro, donde se gestó la huelga, los campamentos ferrocarrileros en Nonoalco Tlatelolco, de tal manera que mezcla todos los tiempos históricos desde antes de la Conquista hasta el desarrollo de la Ciudad de México en la modernidad”, destaca la autora del artículo “Una obra clave en la narrativa mexicana: José Trigo”.

Aunque para Fernando del Paso esta novela es “la base de toda mi obra posterior, porque sin José Trigo no existiría”, todavía se lee poco por lo que exige al lector. “Es un texto que se reconoció, del que se advirtió su riqueza pero no se leía, por lo tanto no había crítica suficiente”, apunta

Aralia López González.

Fue publicado en 1966, bajo el sello editorial Siglo XXI, casi a la par de obras como La muerte de Artemio Cruz (1962), de Carlos Fuentes y El siglo de las luces (1962), de Alejo Carpentier.

Fue la segunda novela publicada en la naciente editores Siglo XXI, luego de que el Fondo de Cultura Económica no pudiera editar libros por un tiempo. Era el texto más esperado, pues desde tiempo atrás se especulaba que Del Paso estaba escribiendo una obra que podría equipararse a Ulises, de James Joyce.

Y es que por ejemplo, cuando Emmanuel Carballo leyó el primer adelanto de José Trigo comentó: “El pedazo de novela me produjo tal decepción que será casi imposible que la lectura completa de la novela me cure de la tristeza que sentí al ver cómo un escritor se dice preocupado por el lenguaje, no sepa usarlo y menos se apropie plenamente de él”.

Rechazada por la crítica nacional pero aplaudida en el extranjero, fue hasta la publicación de Noticias del Imperio, 21 años después, cuando comenzó a leerse más. “Noticias del Imperio sí llamó mucho la atención porque esta novela no era tan compleja, era más accesible, eso hace el boom de Fernando del Paso, y se lee tanto José Trigo como Palinuro de México”, comenta López González.

A cincuenta años de distancia de su publicación, la autora de El agua en estas telas afirma que para que esta obra comience a ser leída debe mejorar la sensibilización y educación literaria en México, porque de lo contrario, José Trigo es una novela que va quedando para los conocedores, para el lector acostumbrado a leer cosas complejas.

Pero es optimista, pronostica que al igual que Ulises, de James Joyce, que fue una novela incomprendida, tiempo después comenzó a popularizarse.

“En los años 20 hay una novela que se publica, Ulises, de James Joyce, que se leía por gente muy especial, también fue muy rechazada porque hace una ruptura total del lenguaje de la novela decimonónica, sin embargo hoy es totalmente comprensible, entonces puede llegar a suceder con José Trigo, que haya un gusto realmente más cultivado y llegue a hacer leída por muchos”, concluye.

¿José Trigo?

Fernando del Paso

Era.

Era un hombre.

Era un hombre de cabello encarrujado y entrecano. Tenía cuántos años. Treinta y cinco, cincuenta. Cincuenta y cuatro trenes salen todos los días de la vieja estación de Buenavista y yo los cuento como cuento sus años.

Cuento los años y las cosas como muelle, como patio de carga, garrotero, báscula de piso. Como torres de vigilancia, como ménsulas de señales: todo aquello que vio a José Trigo llegar en un tren de carga a estos llanos olvidados que son los de Nonoalco-Tlatelolco, en la Ciudad de México, que un día de mayo de hace muchos años lo vio caminar por los campamentos con una caja blanca al hombro, que una tarde de difuntos lo vio correr bajo el Puente y perder un zapato, que una noche de un mes de diciembre de un año bisiesto lo vio de rodillas en Santiago Tlatelolco. Lo vio una vieja gorda y bruja. Lo vieron Todos los Santos. Los vieron tres guardacruceros de las calles de Fresno, Naranjo y Ciprés. Lo vio un carpintero de la calle del Pino.

Lo vio una mujer que viajó en una grúa. Lo vio un carpintero de la calle del Pino. Lo vio una mujer que viajó en una grúa. Lo vio un hombre que acicalaba un puñal. Lo vio un alvino de piel de muévedo. Lo vio un ferrocarrilero de uniforme azul y anteojos ahumados. Lo vio la Virgen de Guadalupe. Y lo vi yo.

Como lo vi, un hombre de cabello encarrujado y entrecano y sin embargo bigote lacio y blanco como sentado en el muelle de un patio de carga y como mascando algo como que me miró despues de restregarse los labios y los bigotes con un papel como mojado de babas, lo cuento.

FRAGMENTO TOMADO DE JOSÉ TRIGO.

“Tlatelolco tenía una belleza plástica especial”

Por Praxedis Gilberto / colaboradores@3.80.3.65

Para Fernando del Paso José Trigo es su orgullo, la novela más querida porque a partir de ésta surgieron libros como Palinuro de México y Noticias del Imperio. “Es un fantasma lleno de palabras y de sorpresas en el que de todos modos es difícil penetrar. No me arrepiento de nada de lo que he escrito y José Trigo es un orgullo”, declaró el escritor, a La Razón, en abril del año pasado cuando el Fondo de Cultura Económica recién publicó una nueva edición de este texto. Aquí rememoramos aquella charla:

¿Cómo siente esta novela a la distancia? Es un libro experimental en el que, por estar situado en una parte de la ciudad mágica (Nonoalco-Tlatelolco), acudí a textos bíblicos para construir una especie de andamiaje. No hay que olvidar que en Nonoalco-Tlatelolco se fundó la gran Tenochtitlán. Ahí está la Plaza de las Tres Culturas, donde ocurrió la matanza del 68; formó parte de la tragedia del temblor del 85. Se ha calificado a José Trigo un poco de profético, porque son el 2 y el 3 de octubre donde se sitúa una represión de un año a los ferrocarrileros en huelga.

¿Se paseó mucho por el puente, mientras escribía la novela?  Pasaba y veía esos parajes que formaban parte de un mundo muy extraño que no era exactamente rural ni urbano. Sobre todo del lado derecho donde estaban esos enormes llanos olvidados donde los ferrocarrileros y los jubilados construían sus casas en furgones y vagones abandonados.

Era un cuadro miserable, pero tenía una belleza plástica especial, y fue allí donde un día vi caminando, en medio de unas vías abandonadas, a un hombre alto, desgarbado, que llevaba una caja blanca de un niño y atrás una mujer embarazada que recortaba los girasoles que entonces eran totalmente silvestres. A partir de esa imagen comencé a hacer un cuento que se transformó en cuento largo, éste en una novela pequeña, y ésta, a su vez, en una grande. Al final quedó una pesadilla.

El ferrocarrilero es un fantasma ahora, José Trigo hoy lo es, ¿qué siente al respecto? Sí es como ver fantasmas. Siento una gran nostalgia de esos lugares tal como eran físicamente. Eran pobres, sumamente pintorescos, y yo vagué muchísimo por esos llanos y la gente siempre fue muy cortés conmigo.

ntb

Temas:
TE RECOMENDAMOS: