“Frida con el mono araña; Frida con el doctor Farill; Frida en forma de venado herido; una Frida 1890 transfundiendo su sangre a una Frida con su columna vertebral rota —una columna clásica con capitel corintio— y mil clavos que le atormentan la carne”.
Gutierre Tibón
Frida Kahlo (1907-1954), tuvo la fortuna de vivir un tiempo y un medio siglo XX de gloria, no sólo para el arte Europeo, sino también para la pintura mural en México.. Es sin duda la pintora mexicana de mayor prestigio en el siglo XX y su contribución al arte de nuestro país es rotunda desde cualquier punto de vista tanto formal como imaginativo, narrativo y experimental. Además es la artista esencialmente mexicana, sin ataduras ni ansiedad de estilo y escuela, ajena a la tradición moralista y europea, que descubrió muy tarde y con sorpresa, sobre todo a Pablo Picasso y al cubismo en general. Paul Leduc le hizo una película; Le Clézio escribió una novela: Diego y Frida; el ensayo de Carlos Fuentes dedicado a sus breves textos, escritos a manera de diario es muy bueno…
Sus numerosos autorretratos son un amplísimo abanico de sensaciones y sentimientos, desde la seducción fascinadora que ella ejerció con explosivos resultados, hasta el dolor más atormentado; en su aspecto físico, en su aspecto intelectual y moral. Frida no se retrata por narcisismo. Dice: 'cómo no voy a pintar (me) si es con quien más estoy, en una cama y con un espejo encima todo el día me veo. Me pinto porque soy la persona a la que mejor conozco'". Son cuadros que grita su amor, su odio y su desesperación. Anverso y reverso de un sufrimiento constante. El sacrificio se transformo en arte. “Incluso – dice John Berger- en los días en los que el dolor o la enfermedad la obligaban a guardar cama, se pasaba varias horas de la mañana aseándose, arreglándose. Todas las mañanas, decía, me visto para el Paraíso. Es fácil imaginarse su cara en el espejo, con esas cajas que se juntaban naturalmente y que ella acentuaba con el lápiz…”.
Sus autorretratos han marcado época, visualizan la búsqueda de un yo interior sin pretensiones psicológicas. Autorretrato (1938); Árbol de la esperanza, mantente firme (1948); Autorretrato con Bonito (1941) o Autorretrato con pelo suelto (1947). Un desafío estético en el tratamiento, no sólo de la pintura, sino en su resultado. Todo un espejo constante lleno de vida y de dolor. Ese dolor que Frida volvió arte, poesía, Un mundo lleno de vivencias, que refleja su sensible visión del mundo. El espacio pictórico se transforma, se deja transformar por el color, por cada objeto que la artista va agregando en su composición. El cuadro vibra, existe. Frida entendió que hay que alcanzar un momento neutro en el que lo importante es sentir las emociones que difunden las formas. A partir de la experiencia, Frida había explorado en sus naturalezas muertas, las posibilidades del arte por su misma exigencia de intensidad. Son obras, pues, que visualizan un profundo dolor, pero también un gusto único por la pintura. Ese es quizá el mayor aporte de Kahlo al arte mexicano.