Pasados tres años para limpiar y sanear en lo posible la derrocada México-Tenochtitlan, las huestes de Hernán Cortés regresaron eventualmente a ese emplazamiento para dar comienzo a la habilitación de áreas para su habitación.
A casi 500 años de la conquista de la capital del imperio mexica, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) descubrieron los restos de una vivienda erigida al poco tiempo de este evento, readaptando el espacio sagrado tenochca.
Entre los fríos muros de un edificio del siglo XIX, ubicado en el número 17 de la calle Justo Sierra, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, un equipo especialistas del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH ha realizado tareas de salvamento arqueológico en los últimos cuatro meses, los cuales han permitido explorar los vestigios de una plataforma que corría detrás del espacio ritual más importante de Tenochtitlan: el Templo Mayor; así como los de la mencionada casa del periodo virreinal temprano (1521-1620 d.C.).
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Debido a los hundimientos diferenciales del terreno, y en atención a las recomendaciones de los especialistas responsables de la rehabilitación arquitectónica que se emprenderá en dicho inmueble, el cual data de 1870, los arqueólogos hicieron sondeos arqueológicos para obtener información sobre la antigua ocupación de este espacio, colindante al este con la sede de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y al poniente y al sur con la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
El responsable del PAU, programa adscrito al Museo del Templo Mayor, el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, detalló que, mediante de esos pozos, a más de 2.40 metros de profundidad, se registraron los restos de pisos de lajas de basalto, los cuales son indició de la existencia de un espacio abierto o plaza en esta área del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, próxima a la Casa de las Águilas.
También se ubicó una plataforma —de escasos 40 centímetros de altura y 12 metros de longitud (excavados hasta ahora)— con orientación norte-sur, que, posiblemente, pertenece a la que corre por detrás del Templo Mayor, y, quizás, continúa bajo la calle Justo Sierra e incluso del Antiguo Colegio de San Ildefonso, inmueble que se haya frente al predio donde se efectuó este salvamento arqueológico.
[caption id="attachment_976107" align="alignnone" width="696"] Foto: INAH[/caption]
El experto comenta que esta estructura, ubicada para el periodo de gobierno de Moctezuma Xocoyotzin (1502 a 1520 d.C.), tlatoani con el que se entrevistó Cortés, podría formar parte del límite este del Recinto Sagrado mexica.
En un pozo de sondeo abierto en el extremo noroeste del predio, llamó la atención de los arqueólogos la presencia de vestigios arquitectónicos, correspondientes a una casa del periodo virreinal temprano, hecha con materiales constructivos —consistentes en lajas de basalto, bloques de andesita y sillares de tezontle— reutilizados tras la destrucción de los basamentos y pisos mexicas, los cuales sirvieron para la edificación de las nuevas casas de los aliados de Hernán Cortés, a pocos años de la caída de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521.
Para determinar, en lo posible, las características de esos restos, se extendió la excavación hasta los 3.60 metros de largo por 2 metros de ancho, y 2.70 metros de profundidad. De esta manera, se pudo hallar una escalinata en buen estado de conservación, adosada a un muro de 1 metro de anchura, roto y de aristas ochavadas, la cual servía de acceso lateral a la vivienda.
Raúl Barrera expresó que este descubrimiento “¡es una maravilla!, porque estamos observando su clara manufactura por parte de mexicas sobrevivientes, pues este par de escalones —formados con bloques de basalto— y el muro, preservan un fino estuco de cal y arena, de hechura típicamente indígena; pero el patrón arquitectónico de esta vivienda ya es netamente europeo.
“Un aspecto interesante que observamos en los restos de esta casa, es que no se usó el piso prehispánico, sino que nivelaron mediante rellenos que oscilan entre los 15 y los 40 centímetros, y después ocuparon las lajas de basalto. Muchas veces desplantaban las viviendas virreinales sobre las estructuras prehispánicas; algunas veces reutilizan o adaptan muros como cimientos”, detalló.
[caption id="attachment_976108" align="alignnone" width="696"] Foto: INAH[/caption]
Los arqueólogos consideran que los indígenas eran retornados al área que ocupó el Recinto Sagrado para que sirvieran de mano de obra, bajo la dirección de los españoles. Ejemplo de ello, es la escalinata descubierta, la cual denota la continuidad de técnicas constructivas indígenas, pero ya bajo los patrones arquitectónicos renacentistas. “Aunque Tenochtitlan cayó, los españoles tenían el temor de una insurrección, y esa precaución se nota en la hechura y grosor de los muros de la casa construida en los primeros años posteriores a la conquista española”, finalizó el titular del PAU.
Cabe mencionar que las aproximadamente 170 hectáreas de la zona devastada de Tenochtitlan, equivalían a una cuarta parte de la ciudad y, contrario a lo que pudiera pensarse, la destrucción de sus edificios no fue inmediata: tan sólo el Templo Mayor, el de mayor volumen, aún estaba en demolición hacia 1541.
El equipo del PAU, integrado por Andrea Campos Vargas, Lorena Medina Martínez, Francisco Delgado Meza, Ingrid Trejo Rosas y Enrique Vela Ramírez, concluyó los trabajos de excavación arqueológica en el predio del hallazgo. Ahora, darán paso a la investigación histórica y al estudio de los materiales recuperados, los cuales van desde fragmentos de cerámica de los periodos prehispánico, virreinal temprano y virreinal tardío (con una presencia destacada de mayólicas), restos de figurillas que representaban a la variopinta sociedad virreinal e innumerables restos de fauna.
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