El quinteto de alientos guanajuatense Zephyrus, fundado por el oboísta Héctor Fernández, se presentó por segundo año consecutivo en el Festival Internacional Cervantino.
Esta ocasión ofreció, en el Templo de la Valenciana, el recital Latinoamérica siglo XXI, un programa compuesto por piezas de compositores latinos del siglo pasado y contemporáneos, que plasman paisajes, atmósferas y narrativas sonoras.
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El ensamble, conformado también por Michelle Lee Petit (corno francés), Heather Millette (clarinete), Laura García (flauta) y Ariel Rodríguez (fagot) arrancó el recital con las Cinco danzas breves (Molto allegro, deciso / escritas en 1943 por Mario Lavista; Lento, flessible / Andante con moto / Adagio / Presto), cuyo resonar en el atrio de la iglesia barroca, cuya construcción terminó en 1788, sorprendió a los asistentes con un transitar de melodías bizarras y ágiles, tonos penúmbricos tenues, y un suspenso musical orquestado por un clarinete y oboe llorantes.
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Siguió la Suite para instrumentos de aliento Op. 37, de Lorenzo Fernández. Su primer movimiento, “Pastoral-crepúsculo en la selva”, hizo gala del dulce sonar de la flauta en una melodía campestre y de elegancia como del canto aviar de dichos ecosistemas; el corno francés, en sus intervenciones añadía un tono de majestuosidad que contrastaba con la tranquilidad del resto de los alientos.
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“Canción de madrugada” constó de un sonar arrullador, como la calma que se vive en las primeras horas del día en un valle campirano; mientras que en “Alegría matutina”, e clarinete y la flauta ejecutaron reminiscencias de alegres y vivaces aves mañaneras, mientras el oboe la calmada torpeza que el resto de los seres vivos poseen tras despertar.
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EL DATO: 10 años tiene el ensamble
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La cinematográfica "Imágenes oníricas del joven chilango Charles Daniels" (1985) fue la pieza con la que continuaron. La primera parte, "El pez que camina" conjugaba distintas imágenes sonoras y ritmos en una melodía base, que en sus diferentes tonalidades y juegos instrumentales, entre la epicidad del corno francés, la melancolía del oboe y la flauta, y la versatilidad del clarinete, creaba una atmósfera con reverberaciones a los filmes del maestro japonés Hayao Miyazaki.
"El cuarto infinito", la segunda parte, se escuchaba como una mezcla entre soundtrack de película ruda ochentera, como Rocky (específicamente notas de “Eye of the tiger”), y la parte climática de alguna épica fantástica. Su desgarrador segmento intermedio imprimía nostalgia y dolor en los tímpanos, sentires que se transformaron el gritos de determinación y victoria.
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Finalmente, interpretaron Wind quintet No. 2, de Miguel del Águila, la cual consta de cuatro segmentos. "Back in time", el inicio, consistió de una flauta triste acompañada por vocalizaciones guturales, que desembocaron en soplidos de esperanza y rememoración de tiempos mejores. "In heaven" fue una canción bonachona con sabor a orquesta tropical”.
"Under the earth" fue una tonada mortuoria de alientos graves: el oboe, el corno y el fagot adensaban la atmósfera con un sepulcral resonar, mientras que Laura García, desde fuera del escenario y las vista del público, lanzaban chirriantes lamentos fantasmales. Y, finalmente,"Far away" resonó en las paredes del templo. Elementos asociados popularmente a la música árabe desértica transportaron a los asistentes al enigmático desierto de las mil y una noches.
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