Retratan en La madriguera el duelo tras la muerte de un hijo

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Ganadora del premio Pulitzer por Mejor Drama en 2007, nominada a diversos premios Tony de Broadway y llevada al cine en 2010, con la actuación de Nicole Kidman, La madriguera (Rabbit hole), de David Lindsay-Abaire, regresa a la cartelera nacional con una versión “mexicanizada”, para exponer la vida de Becca y Javi, un matrimonio que recientemente perdió a su hijo de cuatro años de edad.

Dirección y traducción de José Sampedro; toda la acción sucede al interior de una casa, que anida las etapas del duelo, ésas que en cada fase arrancan emociones, carcomen recuerdos y queman racionalidades. El público está a punto de entrar por un escabroso túnel, en el cual se esconden cinco personajes que se cubren de las inclemencias de lo real.

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Escenografía de Javier Gerardo Ángeles; la escena tiene tres frentes, la tarima está dispuesta con dos niveles, al fondo un sillón y adelante una mesa, que sirve en momentos de cama; el color predominante es el gris, con una sobria iluminación, diseñada por Víctor Zapatero. Antes de la tercera llamada entran los actores y se sientan junto al público, al lado de cuatro pequeños anaqueles.

Huérfano es una palabra que sirve para ambos lados, tanto para un niño que perdió a sus padres, como para los progenitores que atravesaron la muerte de su pequeño. Y en esa definición se cimienta la orfandad que vemos en escena: lo que hay que callar, la ira que ensordece y la frustración que se convierte en reticencia al consuelo.

La muerte cambia sus vidas. Becca dobla la ropa del niño para donarla, no quiere asistir a grupos de ayuda, se niega a buscar a sus amistades, borra videos, se mantiene a la defensiva con su hermana, vuelve el deseo sexual de su marido en algo egoísta e insensible y quiere vender su casa para mudarse.

Todo lastima, las anécdotas más triviales se convierten en detonadores de conflictos. Los cinco personajes toman su parte de la culpa, sienten que algo de ellos fue responsable de lo que sucedió. Un pensamiento surge: en universos paralelos, que tienen infinitas dimensiones, como los caminos de una madriguera, las cosas son diferentes, ahí se está mejor y se puede re-significar el dolor. “Ésta es sólo la versión triste de nosotros”.

Jana Raluy, Nacho Tahhan, Verónica Bravo y Dali Jr. González interpretan a los personajes que recorren las emociones desde la tristeza, la conciliación, la rebeldía o la culpa. Mención aparte merece la primera actriz Margarita Sanz, quien no necesita gritar, sobre-gesticular o recurrir a otros tonos, se sienta y observa a sus compañeros y cuando le corresponde subir lo hace con una naturalidad que le dan sus años en el teatro.

Una de las escenas más potentes es la de Becca con su madre, Naty, ambas sentadas en la cama de Dani; cada una conversa desde sus pérdidas. Una mujer dolorosa que no ha cicatrizado la herida se encuentra con una persona serena, madura y comprensiva. Mientras guardan juguetes infantiles, reafirman cómo los recuerdos se convierten en objetos que hay que atesorar o desechar.

El dolor no se irá, modificará su forma. La pareja está en el comedor, frente a su realidad: “—¿Qué vamos a hacer luego?

—Algo se nos va a ocurrir”.

La madriguera

Autoría: David Lindsay-Abaire

Dirección: José Sampedro

Hasta el 3 de marzo

Viernes 20:30 horas, sábados 19:00 y domingos 18:00 horas

Foro Lucerna: Lucerna 64, colonia Juárez, cerca del Metro Cuauhtémoc

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