“Ay del amor / que cargado de sed / vuela, se posa y se marcha otra vez/ ay de los sueños que van a morir en el mar. / Ay de mí. / Ay, que ha pasado el amor / y no vuelve a pasar, ay de mí / nunca más” (Mike Porcel). El amor y sus estaciones. El amor en el surco de la noche y los abismos. El amor reposado en el ardiente verde de la llanura: tu nombre me sabe a hierba / De la que nace en el valle / A golpe de sol y agua, dice el trovador en la prolongada evocación de los designios.
“Sólo el amor engendra melodías” (José Martí) porque sólo su modulación acompasa la esperanza. “¿Cómo sujetar mi alma para / que no roce la tuya?” se interpela Rilke. Los amantes se exceden desnudos y se descubren ante Dios. Toda ciudad es un cuerpo. Tiempo, las ganas que germinan en las aguas tristes de los ríos. El amor: fiereza, oscilación de la carne: cálices que almacenan sospechas. Amor, fruto de un árbol espinado, rosa de un tallo huérfano. ¡Ay del amor que fortifica! ¡Ay del amor que nos subyuga!
Febrero es brutal: más que el abril amenazante que prefiguró T. S. Eliot. La primavera nos arropa y aturdidos caminamos en la hojarasca atajada por los vientos, en precipitada y maltrecha la procesión por las sendas de su arbitrio: “Es amor fuerça tan fuerte, / que fuerça toda razón” (Manrique). ¡Ay del amor en su radiante y breve algarada! Ay del amor y sus procesiones. Amantes somos, nadie escapa del aguacero.
Qué mejor compañía que un prontuario de apuntes que desnude la arrogancia de semejante desidia (“Porque amar es, al fin, una indolencia.”: Villaurrutia): Antología de la Poesía Amorosa española e hispanoamericana (EDAF, 1993), edición de Víctor de Lama. Recopilación desde el Siglo XI a nuestros días. Yo la llevo conmigo cada vez que penetro las ruinas de la codicia amorosa y el erotismo desafiante. Frente a un cuerpo desnudo y apetecido se necesitan versos, muchas coplas.
Caminata por las jarchas mozárabes (Edad Media), poesía cortesana, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Bécquer, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, José Martí, Pedro Salinas, García Lorca, Girondo, Villaurrutia, Pellicer, Cernuda, Vallejo, Neruda, Octavio Paz, Gonzalo Rojas, Cardenal, Sabines, Tomás Segovia, Juan Gelman... “Sólo el amor engendra melodías”, escribió el modernista cubano Martí. En esta antología, los ritmos --a veces serenos, a veces atormentados, pero siempre incitantes--, recogen más de mil años de amor en el discurso de la poesía española e hispanoamericana. ¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida / o la luz de la muerte?”: Gonzalo Rojas.
Veinte y dos más poemas de amor imprescindibles:
“Madrigal: ojos claros, serenos”. Gutierre de Cetina
“Diziendo qué cosa es amor”. Jorge Manrique
“Escrito está en mi alma vuestro gesto”. Garcilaso de la vega
“Amor constante más allá de la muerte”. Francisco de Quevedo
“Mientras por competir con tu cabello”. Luis de Góngora
“idilio salvaje”. Manuel José Othón
“Venus”. Rubén Darío
“Los amantes”. Baldomero Fernández Moreno
“Pienso en tu sexo”. César Vallejo
“Se miran, se presienten, se desean”. Oliverio Girondo
“Amor condusse noi ad una morte”. Xavier Villaurrutia
“Cuerpo de mujer”. Pablo Neruda
“Canción de amor”. Rainer Maria Rilke
“Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío”. Miguel Hernández
“Sucesiva”. Gerardo Diego
“Dos cuerpos”. Octavio Paz
“¿Qué se ama cuando se ama?”. Gonzalo Rojas
“Epigramas”. Ernesto Cardenal
“Desnuda”. Roque Dalton
“Para Berenice, canciones apacibles”. Gastón Baquero
“Majestuoso poema de amor”. Yehuda Amijái
“Nunca”. Clara Janés
https://www.youtube.com/watch?v=02OYtZ6PHO4
Amor condusse noi ad una morte
Xavier Villaurrutia
Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.
Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.
Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.
Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.
Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.
Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.
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