Adiós, Ernesto Cardenal, sacerdote y poeta revolucionario

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Foto: larazondemexico

Poeta, sacerdote y revolucionario”, así se autodefinía Ernesto Cardenal, uno de los máximos exponentes del género en Latinoamérica, religioso con espíritu de lucha y defensor de la Teología de la Liberación en la región, quien falleció ayer a los 95 años de edad, informaron sus familiares; su obra es reflejo de su espíritu combativo, libertario y humanismo.

De acuerdo con La Prensa, de Nicaragua, murió a causa de un paro cardiaco, tras estar internado por cuatro días en un nosocomio de Managua.

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“Nuestro amado ha emprendido su proceso de integración al Universo, con la mayor intimidad con Dios”, expresó Luz Marina Acosta, su asistente personal. Ante la noticia, el presidente de su país, Daniel Ortega, declaró tres días de luto nacional: “reconocemos su aporte a la lucha del pueblo nicaragüense”, señaló el mandatario.

Todas las latitudes del mundo también estuvieron en duelo: Sergio Ramírez, Permio Cervantes 2017 y paisano del Premio Reina Sofía de Poesía 2012, aseguró que perdió “a un hermano mayor, amigo entrañable y vecino de muchos años, un guía moral, un modelo literario, y con él se va parte esencial de mi propia historia”; se le sumó Marcelo Ebrard, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE): “México lamenta profundamente el fallecimiento de Ernesto Cardenal”, escribió en Twitter.

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Asimisimo, la poetisa Gioconda Belli lamentó la pérdida de la “lucidez con que vivió hasta el final. Más que llorarlo hay que celebrar una vida como la suya, consecuente y creativa, infatigable por 95 años”.

Algunas de las obras más relevantes del cuatro veces nominado al Nobel de Literatura son Oración por Marilyn Monroe, El evangelio del Solentiname, Hora 0, Epigramas, Canto nacional, Oráculo sobre Managua y Telescopio en la noche oscura; entre sus poemas destacan “Como latas de cerveza vacías”, “Paréntesis míos”, “Epitafio para la tumba de Adolfo Báez Boen” y “Pensá en los que murieron”, entre otros.

Nacido el 20 de enero de 1925, Cardenal estudió de 1942 a 1946 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; en 1950 retornó a su patria y participó, en 1954, en la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Tres años después entró a la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, Estados Unidos.

En 1965 se ordenó sacerdote y fue suspendido A divinis en 1985 por el Papa Juan Pablo II —hasta 2019, que el Papa Francisco lo absolvió—, por propalar la teología de la liberación y formar parte del gobierno sandinista, mismo con el cual rompió en 1994, tras señalarlo de “dictadura”.

El 4 de diciembre pasado, Cardenal visitó por última vez tierra azteca, para un homenaje que se le rindió en la SRE, donde, con su característico espíritu de lucha, declaró que era un perseguido político del régimen sandinista de Daniel Ortega y afirmó que exigir democracia no era extremismo. Con casi 95 años, mostró humildad ante el tributo que le dedicaba el Gobierno nacional; dijo no merecer tal honor.

Al día siguiente presentó su libro Canto a México, en el Centro Cultural Bella Época,  dedicado a las culturas mesoamericanas. Durante la velada  se le vio alegre y reconoció estar influenciado por Nezahualcóyotl.

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