El despecho irónico arropado en la querencia: romanza del desamor: “Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido: / yo porque tú eras lo que yo más amaba / y tú porque yo era el que te amaba más. / Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: / porque yo podré amar a otras como te amaba a ti / pero a ti no te amaran como te amaba yo.” Himno de los años 60 que todavía retumba en las peregrinaciones inciertas del amor. Texto tomado de Epigramas (1961), poemario del sacerdote, poeta, escultor, teólogo, traductor y político Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 20 de enero, 1925-Managua, 1 de marzo, 2020) que se convirtió en cuaderno de culto para varias generaciones.
Ha muerto en la capital de Nicaragua, bajo el susurro de las aguas del lago Xolotlán y las brasas del volcán Momotombo, el mayor representante del exteriorismo: corriente lírica de intima dicción escoltada por cifras iluminadas: sílabas fecundadas en recodos confesionales. “Ha venido la primavera con su olor a Nicaragua: / un olor a tierra recién llovida, y un olor a calor, / a flores, a raíces desenterradas, y a hojas mojadas/ (y he oído el mugido de un ganado lejano...) / ¿O es el olor del amor?” El mundo exterior expresado a través de voces que resguardan lo recóndito.
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Marcado por Walt Whitman, Carl Sandburg, Emily Dickinson, William Carlos Williams, T.S. Eliot, Ezra Pound y José Coronel Urtecho, la obra del autor de Oración por Marilyn Monroe y otros poemas (1965) se hermana con la vanguardia nicaragüense (Pablo Antonio Cuadra, Joaquín Pasos...) y la posvanguardia representada por Carlos Ernesto Martínez Rivas y Ernesto Mejía Sánchez.
Educado en colegios jesuitas, Cardenal conformó un tejido donde se funden los enigmas del cosmos, de la presencia, del conocimiento y de las galaxias desde una contemplación que indaga en Dios la explicación de todos los eventos: del amor a la muerte; de la potestad al embeleso, de lo sucedido a lo que va a suceder; de la eternidad a la nada: “Los metales de nuestro cuerpo / —suaves cuerpos con metales— / como sabemos, son de estrellas. / Que no vemos. Ya no existen siquiera. / ¿Qué pasó con ellas? Colapsaron / hacia el olvido. En hoyos negros.”
Inventario distante de abstracciones en una invitación al lector a un paseo por emociones delineadas en un misticismo de radiante espiritualidad. Hora (1957), Gethsemani Ky (1960), El estrecho dudoso (1966), Oráculo sobre Managua (1973), Cántico Cósmico (1989), El telescopio en la noche oscura (1993), El origen de las especies y otros poemas (2012), Somos polvos de estrellas (2012): libros imprescindibles de la lírica hispanoamericana. “Sólo amamos o somos al morir. / El gran acto final de dar todo el ser.”, escribió el fundador de una comunidad utópica basada en la vida contemplativa y el evangelio en el archipiélago de Solentiname, lugar donde repetía: “Hay Dios o el universo es absurdo / Y si no hay morimos para siempre.”