COMPLICACIONES

Me empiné la bebida y tragué y el ardor producto del alcohol barato fue, por un instante, lo suficientemente intenso para ahogar el dolor interno. Aquí estaba, inmerso en el cliché de tomar para el olvido de un amor vivido.

Saqué un billete de quinientos y le silbé al mariachi, si era cuestión de clichés, faltaba la canción de dolor y el desgarrador canto que iría desafinando conforme siguiera regándolo con... con... ni sabía que era lo que tomaba, la botella sin etiqueta producto de alguna destilación, quizá fuera aguardiente, mezcal, tequila o ron, indistinto cuando el porcentaje de alcohol era tan alto que seguramente también se vendía en la farmacia como desinfectante.

Irónicamente, mientras más se bebe para olvidar, más se recuerda, se rumia el dolor, se mastica y se traga para que, nuevamente suba en un proceso sin fin mientras intentas ingerir lo suficiente para que se entuma la lengua y su nombre se vuelva impronunciable, para que no pueda decirse, gritarse... llorarse; para que se nubla la vista y dejes de verla en cada rostro; hasta que el oído se tape y no escuchas su nombre en cada nombre, ni cada frase te la recuerde; y el alcohol cubra el aroma de un perfume que no has dejado de sentir desde hace días.

El calor del medio día me despertó apenas unos minutos antes de que lo hicieran los hediendo efluvios de mi ser. Una piltrafa humana que hasta las ratas arrugaban la nariz y elevaban con desdén sus pequeños ojos rojos al pasar a mi lado. Hacía unos meses me hubiera negado una moneda de caridad porque estaría seguro que el borracho harapiento salpicado de su vómito iría corriendo a beberse un trago por necesidad... ciertamente era necesario pero, ni explicándole a mi muy centrado y frío “yo” del pasado me habría entendido pues en esas fechas yo no sabía como se sentía el amor y desamor a plenitud.

Cuando nos encontramos, como en cada relación, ella eligió e hizo creer que yo llevaba la voz cantante, la batuta, que yo era el macho alfa lomo plateado y que ella, en toda su belleza había sucumbido a mis encantos. Vamos, ella eligió así que algo habrá de cierto en eso de mis encantos pero, por mucho, era dispar si se medían de alguna forma, sin importar que fuera lo que en un momento la atrajo, lo cierto es que yo fui la extasiada polilla en la llama.

“Quiero mi historia de amor, sin complicaciones ni drama”. Así, de golpe, sin salivita o “agua va”. En una frase, en una simple, marcó inicio, desarrollo y destino. He analizado esa frase mil veces, no tanto por sus palabras sino por sus implicaciones “quiero mi historia de amor...” deseo, posesión, temporalidad y solicitud expresa, “sin complicaciones ni drama”, las reglas del juego, los límites en que debía moverme. En esa sencilla frase me dijo que quería ser amada pero nunca dijo que amaría de vuelta, dijo que debía ser su historia y por consiguiente ella diría cuando y cómo y ahí incluiría la simpleza y transparencia desde su perspectiva. Era tan claro como el agua y no obstante, la soberbia suele hacernos ver y oír lo que queremos, en ese momento yo escuché que me amaría y no habría problemas, que éramos uno para el otro porque, claro, ella se había enamorado loca y perdidamente de mí... iluso... Si me hubiera pedido la luna, el sol y las estrellas, hubiera sido más simple de conseguir o, al menos, habría una multitud de incautos en los cuales esconder la vergüenza.

Lo doloroso del corazón roto, es el haber amado de una forma en que te entregas sin darte cuenta y cuando lo haces ya no te perteneces y no importa, eres feliz en la cuerda floja sobre la que bailas tap sonriente... hasta que, claro, sale la dueña de la cuerda y la quita de debajo de tus pies diciendo que ahora prefiere usarla como látigo.

Divago demasiado, vengo haciéndolo desde que me dijo “gracias, no eres tú, soy yo” era una obviedad ¡claro que era ella! No obstante, sabiendo que no era mi culpa o siquiera conocía el motivo, pedí perdón de la manera más sentida y no, no es falta de amor propio, es instinto de autopreservación pues sabes que sin el otro ser, el mundo se acaba... lo sé, se escucha patético pero es lo que es.

Luego es el doloroso proceso de la fractura de músculo cardiaco, el vacío en tus pulmones, la hinchazón de los ojos y la deshidratación por culpa del lagrimeo. No importa si hicieron o dejaron de hacer, carece de interés, es la ausencia la que duele, no importa de quien sea finalmente la culpa, el dolor es tuyo y hay un momento en que crees que todo pasará y entonces recuerdas... y todo vuelve a empezar.

Sí, aquí estoy en el cliché del alcohol por culpa de su amor, bebiendo para olvidar y recordando en su lugar... Ella quería una historia de amor sin complicaciones ni dramas, lo obtuvo al pie de la letra, una historia que contar de un amor dejado entregado y luego dejado a la deriva sin compromiso, sin complicación ¿y el drama? Ese es mío y el poco que vio, lo obvio. El dicho dice “ojos que no ven, corazón que no siente” pero, ¿se han puesto a pensar que no ver es la razón del sentir? Sentir en una amplia definición pues se siente cuando duele y se siente mucho cuando duele mucho.

En fin, no quiero aburrirlo con mi mal de amores pero, ya sabe el dicho, para todo mal, mezcal y para todo bien, también. ¡Ande! ¡Brinde conmigo! Pues hay amores que dejan huella y otros, que sin complicaciones ni dramas... dejan piltrafas.

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