-¿Así nada más? ¿Solo me acuesto y cierro los ojos?-
-Así nada más, señor S.-
-O sea ¿no tengo nada más que hacer?-
-Sr. S, Todo lo que tenía que hacer, ya lo hizo, su cuestionario no era un formalismo, habían preguntas precisas y mientras las contestaba se medía su ritmo cardiaco, su respiración y hasta su postura.-
Sonaba incrédulo pero, vamos, el eslogan parecía sacado de un cuento de fantasía y su brochure aunque era de un diseño perfecto no tenía información o sustento que permitiera adivinar el giro del lugar. No obstante, ahí estaba, los motivos por los que estaba ni él mismo lograba dilucidarlo y sin embargo, de todas las cosas extrañas en esta situación, eso era lo que le provocaba más sorpresa. Él, un hombre metódico hasta ser considerado “rutinario”, uno que medía los riesgos y sus posibles ramificaciones antes incluso de poner un pie fuera de la cama, considerado “exitoso” por algunos y “aburrido” por todos y, eso nunca le había ocasionado ni el más leve levantamiento de ceja, le era tan indistinto como el color de los azulejos de baño de la vecina.
Entonces, que hacía sentado en la sala de prístino color blanco del edificio más alto de la zona más elegante de la ciudad en una empresa de la que nunca había escuchado hablar hasta que un día, apareció en su dispositivo móvil un mensaje de invitación y sin importar cuantas veces lo descartara, aparecía siempre a las 6:31 justo al minuto siguiente que sonara su alarma, siempre el mismo texto “¿Cansado de cargar el universo? ¿Quisieras jugar y reír sin preocupación? ¿Extrañas la niñez en la cuál eras feliz y no lo sabías? ¡Visítanos! DC”.
Tal vez fue la repetición constante o quizá, algún mensaje subliminal, el caso es que días antes me la pasé dandole vueltas en la cabeza a la invitación, tratando de responder las preguntas, que en un inicio me parecieron absurdas pero, conforme pasaban los días tomaron un cariz diferente, una profundidad subyacente y que me encontré sin poder responder, llegué a soñar con las preguntas, con las posibles respuestas, me encontré añorando una vida simple, una que supongo conocí en algún momento, que no recordaba y eso, me hacía desearla aún más.
Así que aquí estaba, sin tener idea de lo que estos sujetos eran, el procedimiento que realizarían o de cuanto me costaría, siguiendo instrucciones sin preocuparme del cómo y solo del qué, yo que solía planear con grado quirúrgico mi agenda, ahora me aventaba de espaldas con los ojos cerrados desde un acantilado en medio de la oscuridad y, a pesar de ello, me encontraba emocionado en lugar de estar aterrado.
Cerré los ojos.
Después de unos minutos y de no sentir nada, abrí los ojos y me sorprendí al no poder ver nada, me incorporé de golpe y una manta resbaló de mi cabeza dejando ver un cuarto en penumbras cuya única fuente de iluminación era una tenue iluminación plateada colándose por las cortinas de la ventana, una ventana que me era totalmente conocida a pesar de no haberla visto desde hacía décadas. Era mi habitación en casa de mis padres, una casa a la que nunca regresé desde que mis padres fallecieron en un accidente y que mis tías vendieron para poder mantenerme... si a eso que hicieron pudiera llamarse así.
Sin levantarme prendí la lámpara de noche que mi madre siempre dejaba a la mano por si mis terrores nocturnos aparecían junto con las ganas de ir al baño, situación vergonzosa que fue regular por una época hasta que se le ocurrió algo que “alejara” los monstruos camino al inodoro. Mi cuarto se iluminó en todo su esplendor mientras yo sentía la contracción en el ombligo, la parálisis pulmonar y el desbordamiento lacrimal producto de la claudicación de mis defensas ante el dolor que había reprimido por años. Lloré como no había hecho desde... desde... no recordaba, lloré y lloré hasta que un brazo tibio y una mano caliente, me abrazaron en un consuelo que ya había olvidado, el brazo de mi padre me rodeaba y mi madre, con sus manos en eterno contraste con mi padre, tomaba mis mejillas y respingaba sin querer por el frío tacto. Calor y frío en un capullo protector. No recordaba haber estado tan en paz... nunca.
...
El golpe de realidad al pasar en un parpadeo de mi antigua habitación a la cruda sala blanca donde estaba recostado fue difícil pero, de ver el amor en los ojos de mis perdidos padres a la divertida mirada de un técnico que ha jugado la misma carta muchas veces, fue imposible.
-¡REGRÉSAME!- Exigí de manera abrupta , prepotente y levantando la voz, lo que no hacía jamás.
-No puedo Sr. S.-
-¿Cómo que no puedes? Prende el maldito aparato otra vez.-
-No puedo Sr. se requiere un consentimiento por parte de mi supervisor.-
-¡PUES CORRE A BUSCARLO!-
Después de lo que la percepción me vendió como una insoportable eternidad pero que, en realidad habían sido menos de cinco minutos, un hombrecillo delgado pero de protuberante abdomen, con piernas ligeramente zambas y con un peinado que probablemente fuera atractivo en otra estructura ósea pero que, en él se veía ridícula y a pesar de los visibles pero comunes defectos, se aderezaba con un pavoneo de soberbia que sumado a lo anterior provocaba un rechazo visceral que ni el costoso traje de lana súper 130’s de color azul acerado atemperaba.
-¿Para que me necesitan?- Su voz nasal casaba perfectamente con el rechazo que sentía por el hombre.
-El Sr. S desea ser devuelto.-
-Eso es imposible. Las reglas del Dream Corp son inviolables y están escritas en piedra para que nadie las viole.-
Apenas hacía unas horas era un hombre que nunca hubiera intervenido en una plática en la que, claramente estaba siendo dejado de lado.
-Disculpe. Usted y yo sabemos que no hay nada que no pueda negociarse, más en una empresa de su nivel.-
-Sr. S las adulaciones, aunque agradables, no servirán de nada.-
-Seguramente habrá algo que podamos hacer.- Insistí reconociendo la negación de posicionamiento.
-Estaría rompiendo todo aquello en lo que creo y, por supuesto, la empresa no se podría hacer responsable. Se tendría que firmar un descargo y...-
-¡Sí! Entiendo, firmaré lo que desee.-
El hombrecillo sonrió, extendió la mano y el técnico puso en ella una carpeta negra con un estampado plateado, la abrió y en una hoja de gramaje alto y de suavidad cuasi sedosa estaban escritas unas líneas en una diminuta fuente y sin embrago, mi nombre resaltaba fuerte y claro. Mi lado racional emitió débilmente una alerta, vamos, era obvio, todo estaba preparado, hasta el desagrado que sentía por el supervisor estaba contemplado, el montaje del técnico, la reticencia, el escarceo verbal, todo para que firmara lo que podría ser una estafa monumental pero, por mucho que la alerta sonara, el firmaría lo que fuera con tal de volver. Arrebató la carpeta y con un trazo firme y decidido firmó la hoja.
Miró al técnico que le sonrió mientras le hacía un gesto para que se recostara.
El hombrecillo de traje azul, también sonrió aunque de forma un poco más cínica, se lamió la punta de los dedos indice y anular y pasó ávidamente las hojas de aceptación de riesgo por procedimiento quirúrgico y la donación de sus bienes para la fundación DC.
...
Abrió los ojos y ahí estaban sus padres, abrazándolo, hizo mentalmente recuento de lo sucedido, estableció una agenda a seguir, por el tamaño de sus manos y el rostro de sus padres eran unos meses antes de la tragedia y si bien no entendía de que forma podía estar habitando su cuerpo infantil en un tiempo pasado pero con los conocimientos de su yo futuro, tampoco le daría muchas vueltas al asunto, tenía la oportunidad de cambiar lo sucedido a sus padres y por consecuencia, su vida y si bien existía una posibilidad de paradoja era una schrödingeriana, además su lectura rápida había detectado al mover la hoja, el punto donde cedía sus bienes en caso de muerte cerebral, eso significaba que en el ganar-ganar del hombrecillo de azul, este se quedaba con sus posesiones y él se quedaba en este pasado. Su lado inquisitivo seguía dándole vueltas al cómo y no obstante, su lado emocional, brincaba de alegría al sentir el abrazo de amor incondicional de unos padres a su hijo y eso, solo eso, valdría cada centavo perdido, cedido o robado. Él, había ganado una segunda oportunidad para quitarse el universo de la espalda, para jugar y reír, para ser niño, para... ser feliz.
Abrazó de vuelta a sus padres
-¿Puedo ir a dormir con ustedes?-preguntó con su nueva/vieja aguda voz.
-Claro bebé... ven.-
Todo estaba bien... ahora... estaba bien.