Vladimir Javacheff

Christo, artista y profeta

La obra de Vladimir Javacheff puede ser revisitada para exaltar las denuncias por la violencia y la crueldad policial

Christo en su estudio en 1966.
Christo en su estudio en 1966. Foto: Ugo Mulas /Christo.

El pasado 31 de mayo se nos adelantó el búlgaro Vladimir Javacheff. Christo, como mejor se le conoce, tuvo vida de leyenda que incluye el abrupto descubrimiento de sus raíces alemanas —por cuestiones de vida o cárcel, el abuelo se vio obligado a tomar la identidad de unos de sus empleados, muerto por un accidente en su fábrica de rodamientos—, un tórrido romance con la hija casada de una las aristócratas mujeres a quienes retrataba en su etapa parisina y una unión, —aún más legendaria— con la misma mujer, que después de embarazarse del propio Vladimir, decidió separase de su esposo, y empezar una vida de amor y creación con el artista que duró más de sesenta años y formó a una de las parejas más importantes en la escena de nuevo realismo francés y del movimiento conocido como Land Art.

Christo y Jeanne-Claude se conocieron en París a fines de la década de los años cincuenta, en donde, motivados por las ideas de Marcel Duchamp y el surrealismo de Dalí y André Breton, comenzaron a envolver objetos y descontextualizarlos de su funciones prácticas, para que, desprovistos de toda utilidad, estos objetos convirtieran en entes para la contemplación, obras de arte y nuevos ejes para la experiencia estética.

Del discreto empaquetado de objetos, optaron por cubrir edificios históricos y palazzos italianos de los periodos barroco y rococó, monumentos, como el flamante ciclo de Víctor Emanuel II en Milán, con el que lograron una inmensa masa de telas sugerentes, que, tenía como telón de fondo, nada más y nada menos que al Duomo de la ciudad milanesa, una de las catedrales góticas más hermosas del mundo.

El monumento envuelto a Vittorio Emanuele II, de Christo.
El monumento envuelto a Vittorio Emanuele II, de Christo.

No satisfechos, buscaron cubrir el Pont Neuf parisino, el puente más antiguo del Sena, el Reichstag berlinés, antes de que este fuese coronado por la gran cúpula de cristal del inglés Norman Foster, y construir muelles flotantes, como el de la isla italiana de Iseo, que permitió que centenas de miles de visitantes pudieran caminar emocionados sobre las aguas.

Christo también es profético. Su obra puede ser revisitada para tratar otros temas, pero, sobre todo, para exaltar las denuncias que hoy se replican por el mundo, convirtiéndolo en una aldea global que además de compartir una pandemia mortal, se queja por la violencia y la crueldad policial.

El problema, también compartido en muchas latitudes, es que la denuncia se mutó en violencia, en una anarquía descontrolada, imposible de repeler por un puñado de policías, NO todos violentos y crueles, que se repliegan ante sus agresores por el temor, en un tiempo que borra la distinción entre la defensa de la integridad de las naciones, y leyes que permiten la vejación de quienes se encargan de guardar el orden.

En este sentido, haré una breve reflexión para vincular lo antes dicho con la trayectoria y preocupaciones del artista. Una de las primeras obras conceptuales de Christo y Jeanne-Claude fue precisamente la cobertura de vitrinas comerciales, planteando una pregunta filosófica: ¿Cuál es la utilidad de una vitrina cuando ésta no se puede ver?

¿Cuál es la utilidad de una vitrina tapada?
¿Cuál es la utilidad de una vitrina tapada?

Los sucesos de estos últimos días nos responden lastimeramente. Las vitrinas tapiadas y las calles bloqueadas en ciudades como Nueva York, Filadelfia, Seattle, y otras en los cincuenta estados de la Unión Americana, hablan del temor de la sociedad civil de este país ante la violencia que acompaña a la denuncia por la muerte de George Floyd a manos de policías.

Se puede decir lo mismo de nuestro país, en donde la mayor parte de la ciudadanía se indignó por el asesinato de Giovanni López, pero sólo unos pocos marcharon con violencia y echaron mano del desacierto y la brutalidad de la anarquía.

Hoy, la Ciudad de México, con las pintas de “Fuera la burguesía” y tantos y tantos comercios tapiados, responde tajantemente a los cuestionamientos filosóficos de Christo.

Vitrinas tapas, una reflexión filosófica del artista vigente en la actualidad.
Vitrinas tapas, una reflexión filosófica del artista vigente en la actualidad.

Las vitrinas ya no sirven, no pueden verse, y tristemente ya no quieren ser vistas. Que doloroso resulta que la profecía artística vaticine el odio y compruebe la polarización.

Vitrinas tapadas.
Vitrinas tapadas.

Esperemos que esto se revierta y que, en algún momento recordemos estos momentos como hechos aislados en tiempos de confusión. México lo merece.