EL CENOTE PT.1

El cenote pt1 Foto: Especial

Las aguas del calmo mar nunca revientan contra la costa violentamente excepto cuando tenemos tormenta, norte o huracán, la mayor parte del año, las aguas del golfo dentro del golfo reflejan el cielo como espejo, se pintan de color en el atardecer y llenan de sal el aroma de sus vientos. Un mar que a pesar de su paz, roe lentamente hasta la piedra más dura, corroe el metal mas sólido y pudre la madera más resistente... lento... constante... va... viene... come.

Ese mar lento y constante, deshizo un pedazo de piedra que provocó el desliz de una roca mayor y las bisagras oxidadas y antiguas de una pequeña puerta de madera carcomida fueron arrancadas por el deslizamiento de la roca con que habían sido tapiadas abriendo un túnel olvidado por todos.

El ruido despertó al niño que inmediatamente empezó a llorar diciendo que había un monstruo bajo su cama, el padre, lo consoló y hasta se asomó debajo de la cama para espantar un monstruo que, en ese momento era un charco de agua. La afilada navaja de Ockham le decía que su hijo se había orinado, así que lo cargó, tiró una toalla sobre la cama y una jerga debajo de ella.

Al despertar y bajar el pie, sintió el piso mojado, su somnolencia se evaporó por el coraje, seguro el perro chihuahueño había marcado su territorio por enésima vez. El coraje se convirtió en espanto, el piso de la vieja casa colonial estaba anegado y si bien en lluvias, tenían que poner toallas en los resquicios de las puertas, la noche no había sido lluviosa, no era todo el piso, era una línea que pasaba a lado de su cama y seguía hacía el cuarto de su hijo para terminar en el patio central.

El había comprado la casa remodelada a una agencia inmobiliaria, no sabía quien era el dueño anterior o el arquitecto, es más, ni siquiera conocía los planos eléctricos e hidrosanitarios pero, sabía que una franja de suelo húmedo al punto de verse como charco solo tenía dos explicaciones, o se había roto una tubería o alguien había tirado una cubetada de agua y la segunda no había sido.

Obviamente, como sucede en cada rincón de este planeta, una vez que se paga, nadie, nunca, de ninguna forma, surge alguien que se haga responsable. Había dias que el agua subía y semanas en que permanecía inalterable, el coraje de que nadie le hiciera caso se transformó en costumbre, al fin y al cabo solo unos cuantos días por mes, el piso rezumaba agua.

Los meses pasaron y el piso se hundía a ojos vistas, no le quedó de otra que contratar a especialistas y para no romper el piso de pasta de los cuartos interiores, rompieron la loseta del patio que marcaba un círculo de humedad, el ingeniero le dijo que seguro había un pozo en esa área y que antes, su casa estaba pegada al mar, un mar que ahora era lejano a sexenios de robo indiscriminado ganándole territorio al mar, “criminal en varios sentidos” decía el ingeniero “Dañó al medio ambiente, al erario y a la ciudadanía. Imagínese, antes su casa estaba frente al mar y tenía una plusvalía chingona, llega un gober y le gana territorio al mar y le arma una avenida, el tipo se roba en la echada de sascab que nunca nadie sabe cuantos metros cúbicos se lleva, luego su compadre es dueño del cerro del que sacan el material y que lo vende a precio de oro y su primo es el dueño de los volquetes... no hombre, así es negocio redondo”.

Pláticas más, pláticas menos, ruido de picos, barretas y taladros, polvo en el ambiente, la acusación de la anciana de a lado, el cierre del instituto antropológico y la multa municipal. A veces extrañaba la bulliciosa y anónima gran ciudad, en cambio, aquí por idílico que fuera, todos se metían en la vida de todos.

Con la obra a medio andar, legó el aviso del embate de la tormenta tropical, nunca había sentido la violencia de la naturaleza, el fuerte viento que arrancaba ramas, la lluvia cerrada y constante, el río turbulento que antes había sido calle. Terrible en todo sentido pero, normal aún, cosa diferente era el retumbo rítmico que venía del suelo. A esa altura ya había deducido que eran los días de marea alta cuando el piso se mojaba y ahora, sabía que había algo debajo de sus pies, después de investigar de la historia de la ciudad amurallada, supo de las invasiones piratas y los saqueos constantes, se enteró de como los habitantes habían horadado el subsuelo con túneles para proteger a sus seres queridos y sus pertenencias. Infería que algo así era lo que tenía abajo y quizá en otro momento se hubiera emocionado, ahora, solo pensaba en el costo adicional de rellenar, el riesgo para su pequeño hijo y el sinfín de tribulaciones adjuntas, no era miedo, era la sarta de problemas que traería.

El grito de su hijo lo alertó, un pedazo del piso se había hundido junto con la diminuta pierna izquierda, el agudo y desesperado grito se le clavaba en las entrañas, no podía acercarse pues al hacerlo sentía como se hundía, las bellas losetas de pasta se tornaban lechosas cuando el sascab se mezclaba con el agua. No lo veía pero escuchaba el ir y venir de una furiosa corriente. Desesperado tendió la mano y jaló a su hijo que lloraba por el susto y por el trozo de piel de pantorrilla que había dejado en el ladrillo, una pequeña herida pero, nada grave.

Tendido sobre el abdomen se acercó a observar el hueco, estaba perfectamente definido así que cargó a su hijo y durmieron en la sala mientras el cielo hecho gotas de lluvia, caía sobre sus cabezas.

Con un historial de pésima administración, la ciudad estaba hecha un desastre, calles de por sí rotas, eran ruinas deslavadas, sin luz por los arboles caídos sobre los cables, con cientos de personas que habían visto sus hogares destrozados y una muy lenta respuesta del gobierno empezaron los reclamos, las exigencias y los pocos que podían, permanecieron encerrados.

Los días pasaban aburridos, ya llevaba una semana sin luz, él había mandado a su familia a la capital y se había quedado para arreglar la casa. La ociosidad es la madre de todos los vicios, así que decidió entrar an la zanja que se había formado, una que atravesaba su casa casi de lado a lado, de un lado, se veía el lodo colapsado, del otro, no obstante, se veía un camino empedrado que descendía a una oscuridad impenetrable, así que buscó una cuerda, la amarró a un hamaquero y descendió con la linterna de “mickey” de su hijo, sabía que estaba haciendo una locura pero, el aburrimiento era aún mayor. La soga se acabó a los pocos metros sí que regresó.

Al día siguiente amarró hasta la soga del tendedero y bajó de nuevo, y fuera la lluvia o el mar pero, el piso empedrado estaba limpio, solo eso, era impactante, estaba como a tres metros bajo tierra siguiendo un camino hecho por el hombre, las piedras, resbalaban por la humedad pero no se hundían, siguió hasta que nuevamente se quedó sin cuerda pero, esta vez decidió seguir, el túnel se estrechaba, algunas raíces le raspaban la espalda, por estar húmedo le fue fácil apartar la tierra ensanchando el camino para poder cruzar. Empezaba a cansarse y desesperarse, avanzaba lento mientras trataba de dilucidar que carajos estaba pensando.

Intentó regresar y le fue imposible, las raíces que con tanta facilidad empujaba, no cedían de regreso, voltearse también era imposible así que siguió, su pequeña luz de esperanza era que el túnel había sido construido por el hombre y un extremo suponía, llegaba al mar, el otro extremo, seguramente era la entrada.

Serpenteó hasta que su mano perdió asidero y se fue de bruces deslizándose hacia el frente, tardó unos segundo antes de darse cuenta de que la opresión de la tierra había desaparecido, estaba en una pequeña plataforma por la que descendían unos escalones perfectamente definidos que circundaban lo que parecía ser un amplísimo cenote...

Fin pt.1