150 aniversario

¿Quién fue Amado Nervo y por qué es uno de los poetas más destacados?

El poeta Amado Nervo es tan popular que, prácticamente, la crítica literaria no lo toma en cuenta; algunos de sus poemas se han convertido en famosos boleros

El poeta Amado Nervo es autor de "El primer beso".
El poeta Amado Nervo es autor de "El primer beso". Foto: Especial

Incuestionable la popularidad de Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo Ordaz (Tepic, 27 de agosto, 1870–Montevideo, Uruguay, 24 de mayo, 1919): Amado Nervo, sonoro nombre de un poeta que le cantó a la Amada Inmóvil, Ana Cecilia Luisa Dailliez, amor secreto: “musa enjaulada”. Diciembre de 1911, Madrid, calle de Bailén No. 15, una fiebre tifoidea azota a la amada: el poeta la atiende a escondidas hasta que en enero de 1912 muere en sus brazos. “Con tu desaparición / es tal mi estupefacción, / mi pasmo, que a veces creo / que ha sido un escamoteo, / una burla, una ilusión...”. El poeta de Tepic encarna el espíritu impetuoso del decadentismo untado de prodigiosa convulsión sentimental.

Poeta “cursi, anticuado, sentimental y anacrónico” que la memoria colectiva mexicana recuerda por estrofas singulares: “Gratia Plena” (“Todo en ella encantaba, todo en ella atraía: / su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...”), “El beso fantasma” (“Yo soñé con un beso, con un beso postrero / en la lívida boca del señor solitario”), “La sed” (“El alma es un vaso / que sólo se llena de eternidad”).

Además, “En Bohemia” (“Por Dios, deja tu rueca de cobre y a mi apremio / responde”), “Oremus” (“Oremos por los seres desventurados, / de mortal impotencia contaminados...”), “Renunciación”(“El deseo es un vaso de infinita amargura, / un pulpo de tentáculos insaciables, que al par / que se cortan, renacen para nuestra tortura”)…

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“Supo poner a la altura del público ignorante los lugares comunes de la cultura, se manejó muy bien en sus relaciones públicas, se aureoló de una amor apasionado, casto y por supuesto inmóvil, así como una religiosidad que, pretendía, le daba prestigio teresiano”, José Joaquín Blanco, Crónica de poesía mexicana. Debate que todavía hoy a 150 años de su nacimiento despierta acaloradas discusiones. Recuerdo las visitas que me hacía el poeta Francisco Cervantes a mi pequeño departamento de la Portales, por allá por los años 80: se dirigía a los libreros y sacaba los tomos de Obra Completa, de Nervo y Nuevo Recuento de Poemas, de Sabines: los llevaba a la cocina y los metía en el refrigerador: “No son dignos de escuchar nuestra conversación, mejor los enfriamos; al fin, son poetas populares”.

Pero, ¿quién es Amado Nervo?: “Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues Amado Nervo, y esto que parecía seudónimo así lo creyeron muchos en América, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna Literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo ancestral!: Habla el poeta, (1907).

José María Valverde en su Historia de la literatura hispanoamericana escribe que fue “un hábil vulgarizador, a la vez de la sentimentalidad pensativa romántica y de la brillantez del nuevo estilo”. Se refiere Valverde al Modernismo Hispanoamericano, suscrito por José Martí, Ruben Darío, Salvador Díaz Mirón, Julián del Casal, José Asunción Silva, Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel José Othón, entre otros poetas.

Se aprecian notables diferencias entre los versos de Díaz Mirón, Gutiérrez Nájera y Othón y la poética de Nervo marcada por una “aspiración casi mística y ‘sin literatura’” (José Emilio Pacheco). El autor de “Andrógino. Lubricidades tristes” es tan popular que, prácticamente, la crítica literaria no lo toma en cuenta. Perlas negras (1898) y Los jardines interiores (1905): dos cuadernos en los cuales Nervo, según Pacheco, “expresa el conflicto entre moral católica y el decadentismo con una capacidad rítmica no inferior a la de ninguno de los modernistas”.

Nadie cuestiona la presencia de Nervo en algunos momentos de Ramón López Velarde (véanse las conjunciones de “Vieja Llave”, de Nervo; y “Retorno maléfico” de Velarde) ni tampoco pueden desdeñarse algunas imágenes de ferviente y sublime euritmia en sus versículos: “¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente, / de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna? / —Es un rayo de luna que se baña en la fuente, / es un rayo de luna...” (De “Viejo estribillo”). “Amé, fui amado, el sol acaricio mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en Paz!” (De “En paz”).

Trovador que supo inmolarse en pos de la franqueza, por la naturalidad precisa en cada verso: la proeza de Nervo estriba en la carga espontánea de las iconografías verbales que lo asediaron y que él supo configurar en la página en blanco. “El día que me quieras” (“El día que me quieras tendrá más luz que junio; / la noche que me quieras será de plenilunio, / con notas de Beethoven vibrando en cada rayo/ sus inefables cosas / y habrá juntas más rosas/ que en todo el mes de mayo”) es, como apunta Alfonso Reyes “una punzante y tierna aberración”: Carlos Gardel lo musicaliza y la impone en Latinoamérica. Bolero-himno de los enamorados.

Amigo de Darío, Lugones y Oscar Wilde, fue colaborador de importantes revistas y diarios de Hispanoamérica. Fundó y dirigió, entre 1898 y 1900, la Revista Moderna (sucesora de Azul): espacio en el cual la generación modernista publicó sus trabajos más trascendentes. / La muerte lo sorprende en Montevideo, Uruguay, cuando ocupaba el cargo de ministro plenipotenciario de México en Argentina y Uruguay. Tenía 48 años de edad. Su cuerpo fue traído a nuestro país escoltado por navíos argentinos, venezolanos, brasileños y cubanos. Funeral memorable y fastuoso con homenajes arriados de afectos y admiraciones: dicen que las damas lloraban con frenesí delirante en la ceremonia luctuosa. Cien años, y el poeta nayarita sigue explayando su cántico: “Yo te bendigo, vida, / porque nunca me diste ni esperanza fallida, / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida”.

AG

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