Entre el arte y la literatura

Heny James Foto: Especial

Les yeux seuls sont encore capables de pousser un cri,

René Char, Feuilles

La novela de Heny James - Washington 1843- Londres, 1916-, La protesta ( Editorial El cuenco de plata) rescatada del olvido y traducida por Edgardo Torres, es un texto de su último periodo creativo, pero que refleja, la lucidez creadora de uno de los grandes escritores del siglo XIX, cuya obra literaria abarca notas críticas – sobre Flaubert, Zola, Ibsen -, novela - The Americam, Otra vuelca de tuerca, extraordinaria -, de comedias y de diversos relatos - La humillación de los Northmore-. La protesta trata sobre la situación del arte, aunque en este caso aborda la cuestión de forma paralela, porque los protagonistas son esas dos criaturas contemporáneas tan polémicas: el “coleccionista” y el “crítico”; este último visto a partir de la figura del conocedor o experto a comienzos del siglo XX, y que tantas objeciones a recibido su papel en el arte contemporáneo.

Otra vuelca de tuerca

En la novela se enfrentan los personajes entre sí, como lo hacen Breckenridge Bender y Hugh Crimble, ambos no tienen más remedio que acabar entendiéndose porque su disputa se desarrolla de cara al público o, mejor dicho, de cara al mercado del arte. Por lo demás, muy atento a lo que ocurría en la realidad contemporánea y a quienes eran sus personajes de moda, no cuesta excesivo trabajo identificar en Bemder, millonario americano ávido por la compra de tesoros artísticos europeos, al célebre banquero J.P. Morgan, y en Crimble, al británico Roger Fry, organizador de las muestras de vanguardia continental en Londres y consumado especialista en arte histórico aplicando los criterios formalistas aprendidos en Giovanni Morelli y Bernard Berenson

El retrato de una dama

La protesta escenifica la pugna entre el millonario americano y él critico británico por la posesión de un cuadro de un conocido maestro antiguo italiano, que tiene también todos los vistos de ser, bajo el transparente disfraz del “Mantovano”, el mismo Andrea Mantegna, aunque la pintura tradicionalmente estaba atribuido a Moretto. Al percatarse de ello Crimble/Fry delante de Bender/ Morgan, cuando ambos coinciden en la antigua mansión del aristocrático propietario de la obra, el millonario trata de conservarla a golpe de dinero, no sólo sin importarle la cifra, sino alegrándose de que sea más elevada posible con la seguridad de beneficiarse con el valor añadido de la publicidad, mientras que el crítico, en principio, más filantrópico, intenta que la obra no salga del Reino Unido organizando un escándalo mediático, una protesta pública. De manera que los dos convergen sobre el mismo escenario con la misma intención publicitaria, aunque con intenciones distintas. Es importante darse que el rostro real del millonario comprador, cuya descripción física es un catálogo de “rostros diversos”, pues por un lado le interesa el “arte”, pero también su valor económico. ¿ El valor del arte es decepcionante? Sí, y más hoy día cuando el valor estético del arte, en ciertos momentos, se ha perdido, parece en momentos cuando vemos las ferias y bienales de arte, que lo que importa más es el golpe de martillo y el dinero, una tragedia a la manera de Shakespeare, que también en el arte contemporáneo puede convertirse en comedia en la medida en que sus protagonistas pierden la libertad de la creación, por la ambición del dinero. El amor por la pintura por lo que se esconde a simple vista, bajo la lustrosa capa de pasión por el objeto, en ambos personajes resulta apasionada. Su pugna consiste no sólo en el dinero, sino también una cierta belleza de la obra en disputa. James lo narra de forma magistral, pero no tanto porque recree con precisión evocativa los detalles, sino porque, en un momento determinado, se encuentra con la hendura y la historia del arte y sus personajes reales. Es entonces cuando una mirada de minúsculos detalles se transforma en lo esencial.

La protesta

Al final del relato hay un documento - cheque – roto que cae al piso. Si descubriéramos la cantidad anotada, podríamos saber él por que de la protesta. Aunque hay muchos más elementos en esta inquietante intriga que teje Henry James, pues, narra un final feliz, la donación del cuadro a la National Gallery de Londres. Es magistral la narración de fondo, es decir, como detalla todos los implicados en el enredo, pues ambos salen perdiendo, o, si se quiere, consiguen algo distinto de lo que pretendían. Aunque el perversamente discreto James nada nos aclara sobre ello en la novela, Roger Fry fue nombrado por el influyente J.P. Morgan para un alto cargo directivo en el Metropolitan Museum de Nueva York, sellando así el destino social del arte de nuestra época, que se podría resumir con la sentencia adaptada de que “lo que ha unido el Mercado, no lo separa el hombre”. A partir de ese momento, el matrimonio de conveniencia entre los expertos en arte y en capital ha funcionando bastante bien, transformándose las protestas en un acuerdo común. Pero también el lector encuentra en estas páginas un infinito amor por el arte a la vez secreto y radiante, que Henry James sabe narrar, como dice Borges, de forma “extraordinaria”.