Un debate de 25 años

¿El libro digital es mejor que el impreso?

“Los coleccionistas siguen leyendo y comprando libros de todos los géneros y materia en su soporte tradicional”, afirma Domingo Argüelles, autor de "Historias de lecturas y lectores"; "El olvido que seremos", ha vendido sólo en Colombia 50 mil ejemplares, de los cuales sólo 3% es en formato digital, confiesa el escritor Héctor Abad Faciolince.

Un e-book
Un e-book Foto: Especial

En los últimos 25 años se viene debatiendo la permanencia o no del libro editado en papel. El advenimiento de los formatos digitales de lectura ha hecho pensar a algunos, en un desplazamiento y relegación del libro tradicional.

Más de una vez se ha debatido la inminente defunción del libro en papel, llueven los augurios sobre el colofón de la era del libro en su formato tradicional; sin embargo, las editoriales (pequeñas, medianas y grandes) siguen apostando por él. Tal parece que el ‘ejercicio de leer’ cobra sentido en el soporte del impreso en papel. No hay tal crisis que ponga en peligro de muerte al libro: los dispositivos digitales no han logrado desplazar la lectura del libro como lo conocemos desde hace más de cinco siglos.

“Leen libros en papel y en pantalla, los lectores irredentos, y no los leen, ni en uno ni otro soporte, quienes sólo se dedican a picar migajas y fragmentos en internet, y quienes creen, además, que información e hiperconexión equivalen a formación educativa y cultural”, precisa el ensayista, poeta y promotor de la lectura Juan Domingo Argüelles a La Razón, una de las voces más autorizada en México sobre el tema de la lectura con más de 20 libros publicados sobre el asunto.

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Hay una presencia del libro digital que no se puede soslayar: la lectura tiene un presente y un futuro en las tecnologías; pero, el uso digital no ha despegado demasiado, es una de las ambivalencias del libro digital. La oferta y demanda del ámbito editorial están casi plenamente en los volúmenes impresos.

Las editoriales siguen dándole un valor prioritario a los libros impresos en papel, por la demanda que tienen en el mercado. Los autores firman un contrato para que el libro sea impreso tanto en papel como e-book. En la cuarta de forros se indica un recuadro que informa: “disponible en e-book”. Nadie lo discute, la obra impresa en papel domina la demanda. El formato digital se mueve a cuentagotas en el mercado.

Lectores del libro en papel sostienen a la industria

Son los lectores del libro en papel, quienes sostienen a nivel mundial a la industria. Toda la especulación de una crisis del libro impreso es totalmente quimérica. “No hay tal situación crítica. ¿Por qué se siguen publicando enciclopedias de arte voluminosas en papel? ¿Bastaría la edición en e-book? Los coleccionistas siguen leyendo y comprando libros de todos los géneros y materia en su soporte tradicional” glosa contundentemente Domingo Argüelles, autor del cotizado ensayo Historias de lecturas y lectores (2005).

Lo importante en la lectura no reside en las formas o soporte, sino en la solidez de los contenidos. Si observamos el catálogo de libros digitales veremos que está conformado por títulos banales como por ejemplo, Las siete leyes espirituales del éxito; por textos de superación personal. La lectura digital es inmediata, esquemática e informativa.

El libro en papel es una ‘máquina de pensar’. Los dispositivos carecen de misterio. Leer no sabe igual si lo hacemos en un dispositivo electrónico que no ‘huele a tinta fresca’ insinuante, combustible de esa ‘máquina de pensar’ tantas veces alabada por Borges; o esa “máquina de cantar” que defienden los poetas. Hay una visión romántica en el libro en papel. Los dispositivos digitales carecen de esos elementos míticos.

Estar conectado en Internet ‘navegando’ no significa o implica estar leyendo. La lectura requiere de una buena iniciación y de una formación constante y efectiva, que todavía son muy precarias y elementales en la pantalla. El libro en papel ha funcionado durante cinco siglos y medio. Qué milagroso aquel primer libro que salió de la imprenta de Gutenberg en 1499: a él le debemos la memoria cultural que nos arropa, que no define.

No hay nada que lamentar y sí mucho que celebrar con este advenimiento tecnológico. El problema radica en el facilismo que brindan tales soportes, lo cual estimula la pereza. Hoy, los ‘lectores’ de pantalla son incapaces de leer un libro porque les resulta aburrido. Quieren el sumario, bullets, pie de fotos, infografía, blurb, ‘balazo’ y tablas gráficas. Los adictos a internet viven del inmediatismo.

“Lamentablemente, está demostrado que Internet es el paraíso de lo fragmentario y ha cobrado tanto auge en ‘analfabetos funcionales’ que creen que ya conocen todo sobre el gato con sólo haberle visto el rabo”, abunda con ironía, Argüelles; y enfatiza que la “información inmediata anula el placer de leer”: la precipitación de simplificar un asunto en el esbozo. La formación cultural es morosa, no inmediata. El verdadero conocimiento, es decir el placer de saber, no se logra a pedacitos de lecturas de 30 minutos: placer y conocimiento son resultado de indagar en la totalidad.

Lo importante de la lectura está en el acto placentero de ese gesto: no en la información, que desvirtúa la formación. Conocimiento no equivale a información.

“El mayor peligro del libro (papel o digital) no está en los dispositivos y plataformas, sino en la avasallante banalización de la cultura, la frivolidad que arrasa todo a su paso, lo mismo en los dispositivos digitales que en el libro impreso. El simplismo del entretenimiento que posterga o ignora a los grandes libros, las grandes obras formativas, subraya el autor del imprescindible estudio Leer es un camino (2004).

Una industria que factura 99% de las ventas en México

Evidentemente no estamos ante una crisis del libro en papel, que por ejemplo factura en México el 99 % de venta: estamos ante una crisis del pensamiento: una crisis de generaciones —autores y lectores— cada vez más banales: a peores autores, peores lectores y viceversa. “Hoy más que nunca debemos esforzarnos en no perder a los lectores serios y exigentes que todavía existen y de los cuales depende el futuro de la lectura como extensión educativa y cultural”, señaló Juan Domingo Argüelles, quien acaba de publicar el ambicioso y concluyente ensayo La prodigiosa vida del libro en papel (Ediciones Cal y Arena, 2020).

Desde hace años, la facturación por descargas del libro electrónico en España no rebasa el 3% y en México no llega siquiera al 1%. En América Latina y España el mayor consumidor de libro electrónico es el sector académico por lo general en lenguas diferentes al español de textos inasequibles en nuestro idioma o ya traducidos pero agotados en el mercado hispano. / Estados Unidos registra un 30% de consumo de e-book. Le siguen China con 17 %; Alemania, 8 %; Japón, 5 %; Reino Unido, 4%; y Francia, 3 % (Informe mundial de libros electrónicos, 2018). Se ejemplifica con naciones axiomáticas de América, Europa y Asia.

El e-book es sólo un complemento

El crecimiento del libro digital es lento; en los espacios donde parecía tener mayor auge se ha estancado. La Unión Americana no sobrepasa el 30 % histórico, y en algunos países europeos se mantiene con una discreta oscilación de mengua.

El más reciente Informe sobre el Mercado del Libro Digital de Libranda A. C. (recopilado por la Caniem) revela los siguientes datos sobre el comportamiento y movilidad de los formatos digitales:

Las actividades comerciales hoy representan cerca de un 15% con 75 millones de dólares en comercializaciones en España, Estados Unidos e Hispanoamérica. Los datos del informe salen de las ventas de más de 400 editoriales y unos 72 mil libros que distribuye Libranda Digital.

España es el mercado más grande y concentra el 61% de los ejemplares en e-book vendidos, seguido de México con un 14% y Estados Unidos con cerca de un 10%. México es el único país que decreció en ventas; mientras que Chile, Colombia, Perú y Argentina crecieron y se posicionaron con tasas de entre 30 y 40%. Libranda Digital insiste en que éste es un negocio a largo plazo y de long tail.

Las editoriales siguen apostando a libro editado en papel, digamos que no hay una diferenciación entre un formato y otros: el e-book es como un complemento. De cada tiraje de mil ejemplares se hace una versión e-book de 100, es decir un 10% se mantiene complementaria a la edición en papel. ‘Por si alguien lo solicita’: el trabajo de promoción es tomando como base a la edición en papel. De 100 promocionales del impreso, sólo 5 se destina a la e-book (5%).

“Nuestra política editorial se sustenta en la edición de libro en papel que se acompaña o se complementa con un disponible en e-book y audiolibro. Lo tomamos en cuenta, pero la comercialización, el fuerte de la demanda recae en las ediciones en papel. En las ferias de libros, los lectores no piden e-book, piden el libro en papel exhibido en los stands”, nos informa Carlos Reynaldo Ramírez, director Grupo Planeta México, Centroamérica y Estados Unidos.

Para los escritores hay como una especie de desconocimiento y desidia de sus libros en formato digital; a veces ni se preocupan por las regalías de los mismos. Mientras que el pago por derecho de autor del libro en papel oscila en 8 y 10 %; el pago por derecho de e-book es de 5 %.

“Soy autor del catálogo de Alfaguara; pienso en mis libro en papel, sé que están en formato digital en e-book. Para mí el libro sigue siendo el tradicional, ese rectángulo con páginas que huele a tinta, el cual el lector carga en su mochila, lo subraya y lo abraza. ¿Cómo firmo a un lector un e-book? Mi libro más vendido es "El olvido que seremos", el cual ha vendido sólo en Colombia 50 mil ejemplares, de los cuales sólo el 3% es en formato digital”, confiesa el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.

“Las ventas de libros digitales se dan a cuentagotas. El peso está en la venta de libros en papel. Yo diría que anualmente esas comercializaciones alcanzan cuando más un 5 % del total”, acota Antonio Goñiz vendedor-mostrador de Librerías Gandhi.

Las bibliotecas y centro de documentación universitarios, a pesar de que están equipadas con sofisticados equipos digitales, los visitante prefieren consultar los documentos y archivos físicos: de cada 1000 visitantes al Centro de Investigación Bibliográfica de la UNAM, sólo 95 consultan documentos digitales (9.5 %), según datos del boletín bibliográfico de la Biblioteca Nacional-UNAM (diciembre, 2019).

“Soy investigador del Instituto Bibliográfico de la UNAM. Estoy a diario en contacto con los libros físicos. Todavía no me acostumbro al libro digital, a su existencia. Es quizás un prejuicio; pero, el libro es ese ente el cual podemos manosear”, refiere el doctor en Literatura Prehispánica, Alejandro González Acosta.

Brecha digital impide avance del e-book

Según reseñas de la UNESCO, por cada 100 computadoras en hogares urbanos existen 3.7 computadoras en viviendas de zonas rurales. Los centros de computación y los ‘cafés internet’ se concentran en las ciudades: por cada 200 salones de computación en centro educativos de las ciudades existen 5 en las escuelas rurales (2.5 %)

“Muchos hogares de las grandes urbes tiene más de un dispositivo digital, más de una computadora, más de un smartphone; pero cuántos hogares en zonas rurales no los conocen. A esos sitios, la herramienta para lograr el crecimiento y la formación cultural íntegra es el libro. La poesía llega oralmente con el canto: no hace falta un dispositivo digital para su disfrute”, comenta el laureado poeta y promotor de lectura Raúl Ortega Alfonso.

“La escritura y la lectura, la cultura escrita en general heredada del pasado, pueden convivir con las tecnologías digitales; pero, sin el apoyo de la educación, y especialmente, de las bibliotecas y de la educación superior el asunto se limita. Con las computadoras y con la tecnología digital se desarrolla un tipo de lectura y escritura distinta a la tradicional. ¿Eso será negativo?, no lo sé, tengo mis dudas. Me asombra que hay estudiantes universitarios que no se saben las tablas de multiplicar y acuden al dispositivo para hacer un simple cálculo. Es preocupante”, apunta Juana Amada Izumi, jefa de la red de Bibliotecas Públicas de Quintana Roo.

En una encuesta realizada por Librerías El Sótano en diciembre de 2019: de cada 20 lectores, sólo 6 conocían el formato e-book u otros soportes de lectura digital (30 %).

“Puedo decir que soy una buena lectora. Todavía el e-book no me convence. He recurrido a ese formato por cuestiones académicas en lecturas de manuales inconseguibles; pero, me parece que se pierde el misterio del placer de la lectura. Sigo siendo adicta incondicional del libro en papel”, expresa Mariasunción Pergollos, estudiante de la maestría en Comunicación Social de la UNAM.

“No tenemos cifras, el año fiscal no termina, esos datos del incremento de demanda de e-book durante la pandemia estarán disponible cuando se haga el balance de 2020. Podemos asegurar que por las condiciones de la pandemia de la Covid-19 que trajo consigo el cierre de librerías y la interrupción de la cadena de distribución del libro impreso en papel, se incrementó la demanda del formato e-book en los pedidos sobre todo, de novedades; aunque es significativo que asimismo, Amazon, que siguió trabajando en despacho del libro físico con envío a domicilio, compensó en parte la demanda de e-book”, describe Héctor Villalón Lis, asesor de comercialización de Ferias del Libro.

No se trata de desdeñar lo digital, sino de conjugar sus ventajas. Debemos convivir con esos avances tecnológicos y orientar a los jóvenes para que la lectura se convierta en placer, en totalidad y no en inmediatez de indagación parcial de los hechos. El libro es un aliado de la imaginación, no un programa informático. Así como muchos hombres las prefieren rubias: todo indica que los lectores eligen los libros en papel.

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