Paul Celan, el poeta que develó los horrores del holocausto

su obra abreva del expresionismo y el surrealismo en una obsesión por expresar el dolor familiar, el sufrimiento de su pueblo y la tragedia de los sobrevivientes; lega más de 800 textos

Ilustración de Paul Celan, basada en una foto de archivo.
Ilustración de Paul Celan, basada en una foto de archivo. Foto: La Razón de México

Paul Pésaj Ancel (Chernivtsi, Reino de Rumania; 23 de noviembre de 1920-París, Francia; 20 de abril de 1970), conocido como Paul Celan: poeta alemán de origen judío-rumano y habla alemana, considerado por la crítica especializada como el más grande lírico en lengua alemana de la segunda posguerra. Hoy, celebramos el centenario del suscriptor de estos versos: “Negra leche del alba la bebemos de tarde / la bebemos a mediodía de mañana la bebemos de noche / bebemos y bebemos / cavamos una fosa en los aires...”. Melodía y muerte en armónico que expresan su aflicción extrema. “Estábamos muertos y podíamos respirar”.

Paul Celan se suicidó arrojándose al río Sena desde el puente Mirabeau, Paris, en la noche del 19/20 de abril de 1970. “Estoy solo, coloco la flor de ceniza / en el vaso lleno de escarchada negrura en sazón”, escribió en la habitación del Hotel de Sully de su primer periodo en la capital francesa. Soledad llena de sombras: Celan lo sabía: “Dice la verdad/ quien dice la sombra”.

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. ı Foto: Gráfico: La Razón de México

Prófugo de los campos de exterminio nazi, su poesía abreva en las concordias de Mallarmé, el expresionismo y el surrealismo en una obsesión por expresar el dolor familiar, el sufrimiento de su pueblo y la tragedia de los sobrevivientes. En Adormidera y memoria (1952) las noches son soles del sueño. “Malvada como arenga de oro comienza esta noche. / Comemos las manzanas de los mudos” y “En las largas mesas del tiempo / trincan los jarros de Dios. / Dejan vacíos los ojos de los videntes y los ojos de los ciegos, / los corazones de las sombras que imperan, / la hundida mejilla de la tarde”.

En libros posteriores, el discurso lírico es más evocativo y metafórico: la realidad lingüística es ineficaz frente a la lengua del poder subsidiaria de crímenes terribles. Habla poética sutil en que las palabras parecen venir del silencio. De umbral en umbral (1955), Rejas del lenguaje (1959). “Te vemos, cielo, te vemos. / Viruela a viruela / vas creciendo, / pústula a pústula. / Así aumenta la eternidad”.

Búsqueda y encuentro del Dios hebraico en La rosa de nadie (1963) —poemario a la memoria de Ossip Mandelstamm—: “Mudos olores de otoño. El / áster, sin tronchar, pasó, / entre país natal y abismo, a través / de tu memoria. // Un extraño extravío / tomó cuerpo allí mismo, tú / estuviste a punto de vivir”. Soledad que no se borra arropada por un abandono desesperanzado. “Nadie nos plasma de nuevo de tierra y arcilla, / nadie encanta nuestro polvo. / Nadie. /Alabado seas tú, Nadie. / Por amor a ti queremos / florecer. / Hacia ti”.

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. ı Foto: Gráfico: La Razón de México

Viaje a Jerusalén: renacimiento de la esperanza de libertad. Cambio de aliento (1967), Soles filamentos (1968) y Compulsión de luz (1970) hasta el cuaderno póstumo Estancia del tiempo (1976): “A todas las figuras del sueño, cristalinas, / que tú asumiste / en la sombra del lenguaje, // a ésas / les infundo mi sangre, // las líneas de imágenes /debo albergarlas / en las venas abiertas / de mi conocimiento, // mi duelo, lo estoy viendo, / se pasa a tu campo”.

Obra concebida entre los años 1938 y 1970: legado de más de 800 textos marcados por los esquemas del surrealismo, la Biblia, lo irracional de la vida moderna, el aislamiento, la angustia y la agonía del pueblo judío. Una música críptica, frágil y monosilábica inundan los versículos del final de su vida: “De mortecina voz, desde / el fondo lacerado: / ni palabra, ni cosa, / y de ambos el único nombre, // apto para la caída en ti, / apto para el vuelo en ti, // malherida ganancia / de un mundo”. Centenario de un poeta que se fugó de la muerte para vivir en la “Negra leche del alba”.