Comparte vivencias de su infancia

Louise Glück honra la voz íntima y privada del poeta

Debido a la pandemia de Covid-19, la lectura de aceptación del Premio Nobel de Literatura no se hizo de manera presencial; la autora compartió su texto a través de Internet

La también catedrática, el 8 de octubre pasado.
La también catedrática, el 8 de octubre pasado. Foto: AP

La Premio Nobel de Literatura Louise Glück ensalzó ayer, a través de sus recuerdos de infancia y adolescencia, “la voz íntima y privada” del poeta que hace del lector un oyente elegido, frente a la de aquellos que hablan de sí mismos.

Por la pandemia de Covid-19, su discurso de aceptación del galardón no lo ofreció de manera presencial, sino en un texto publicado en la página web de los Nobel.

Glück, quien en su mensaje evocó a autores como William Blake, Stephen Foster, Emily Dickinson y William Shakespeare, consideró que al otorgarle el premio, la Academia Sueca honra “la voz íntima y privada, que la expresión pública puede a veces aumentar o extender, pero nunca reemplazar”.

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Recordó que cuando supo que había ganado el Nobel de Literatura “fue una sorpresa” para ella e incluso sintió pánico. “La luz era demasiado brillante. La escala demasiado grande”, expresó.

La autora neoyorquina, quien es poco conocida por el gran público, señaló que quienes escriben “supuestamente desean llegar a muchas personas”, pero algunos poetas no lo ven en términos de espacio, “como en un auditorio lleno”, sino “de forma consecutiva, muchos, a lo largo del tiempo, hacia el futuro, pero de manera profunda estos lectores siempre llegan de forma individual, uno a uno”, añadió.

Dickinson me había hablado a mí, o me había reconocido, mientras estaba sentada en el sofá. Éramos una élite, compañeras en invisibilidad, un hecho sólo conocido por nosotras, que cada una corroboraba a la otra. En el mundo, nosotras éramos nadie
Louise Glück, Poeta

Louise Glück compartió que siempre se sintió atraída por los poemas de “selección íntima o complicidad”, versos en los que “el oyente o lector hace una contribución esencial, como destinatario de una confidencia o una protesta”.

Rememoró cuando a sus cinco o seis años hizo en su mente un concurso para decidir “el poema más grande del mundo”, el que merecía “el mayor de los honores”.

Los finalistas fueron “El pequeño niño negro”, de William Blake; y la canción “Swanee River”, de Stephen Foster.

La autora de El iris salvaje reconoció que a esa edad le parecía que hacer esas competiciones era algo natural, ya que los mitos fueron sus primeras lecturas, pues fue la manera en que ella y su hermana fueron educadas: “para salvar a Francia (Juana de Arco), para descubrir el radio (Marie Curie)”, dijo.

La autora, quien debutó en 1968 con Firstborn, reconoció que, a medida que crecía, los poetas a los que regresaba eran aquellos en cuyas obras ella tenía, “como oyente elegida, un papel crucial. Íntimo, seductor, con frecuencia furtivo o clandestino. No poetas de estadio. No poetas hablando con ellos mismos”.

Glück recordó que fue en su adolescencia cuando leyó con más pasión a Emily Dickinson, de quien señaló: “Me había hablado a mí, o me había reconocido, mientras estaba sentada en el sofá. Éramos una élite, compañeras en invisibilidad, un hecho sólo conocido por nosotras, que cada una corroboraba a la otra. En el mundo, nosotras éramos nadie”.

La autora de Averno y la última obra publicada en español Una vida de pueblo, se preguntó qué sucede con un poeta de ese tipo cuando “el colectivo, en lugar de aparentemente desterrar o ignorar, a él o a ella, le aplaude o eleva” y se respondió: “Yo diría que ese tipo de poeta se sentiría amenazado o superado”.

  • El dato: Glück ha plasmado en 12 colecciones y algunos volúmenes de ensayos, temas como la infancia y la vida familiar.

Con información de Efe

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