Para Rocío Tuñón, cómplice de Pablo en los caminos del tiempo y la memoria…
Píntalo. Con un pincel delgado,
con color bien ligero. Pinta
El reflejo del sol sobre las aguas,
En su fondo piedrecillas que sueñan. (…)
- Luis Cernuda-1
El origen de las construcciones escultóricas de Pablo Armesto (Schaffhausen, Suiza, 1970), se asocia a un hecho poco traducible en el plano estético: arquitecturas imaginarias, constelaciones enigmáticas, atmósferas laberínticas, cuyo significado sería difícil de explicar. No obstante una mirada sorpresiva nos revela su desmesura poética. Prefiguración de un lenguaje: materia, tiempo, espacio y luz. Rumor transformado ritmo.
Armesto, de alguna manera, innovó un estilo estético concreto: cinético, abstracto, escultórico, conceptual, pues surgió a contracorriente de los cánones establecidos en todo momento, es decir, su obra consiste en devolver a la escultura objetual su valor en sí misma, lejos de cualquier planteamiento conceptual de su propia naturaleza. La descripción poética de cada una de sus obras implica, ante todo, una comprensión, una crítica objetiva de los viejos juicios del arte. El artista considera que el punto de partida radical para comprender su propuesta artística es la relación concreta con el arte, con la historia, con la poesía.
Como soporte de esos símbolos, Armesto introduce fuertes superficies y líneas de luz que conllevan a entrever zonas transparentes. Forma es equilibrio, que convergen en la superficie de sus espacios creados. El artista nos muestra que es un arquitecto del vacío: el que evoca la luz, el ve el espacio como un movimiento prodigioso, el artista que descubrió la geometría como un escenario metafísico. Quizá ello me hace pensar en
artistas: Eusebio Sempere, Jesús Rafael Soto, Julio Le Parc, e incluso en Carlos Cruz Diez. Con ellos, Pablo guarda una enorme y apacible semejanza. Aunque su potencia artística lo guía certeramente y, sobre todo, lo acerca a una abstracción con el orden de una geometría explícita en la ausencia de simetrías y de formas intermedias, es importante. “Quien verdaderamente – decía Paul Celan- aprende a ver, se acerca a lo invisible”, y Pablo Armesto oscila en ese foco de irradiación. Su obra quiere ser un ejercicio de composición, color, luz, de transformación de la luz y la línea en formas primordiales que descubran sus efectos visuales. Un arte entre sensibilidad y razón. De este juego “conceptual”, razón-sensibilidad escribí un poema dedicado al espacio, y que lo recupero, pues el quehacer artístico de Armesto me lleva de memoria a ese juego de contradicción y construcción:
Elogio del espacio
A veces, pintar
es descubrir un espacio;
es levantar, romper el vacío
y profanarlo.
Aun así, descifras ese signo,
reconstruyes la forma:
el silencio se quiebra
y la materia de la música
ya no es sonido sino transparencia.
En una conversación, Henry Matisse definía su concepto del “el espacio vibrante”, aquel en que tomaba vida una forma, un volumen, un trazo superfluo. “Conjunción y
disyunción”, decía Octavio Paz.. Armento va construyendo con el tiempo, una obra brillante de hallazgos formales; nos habla de una continuada exigencia formal renovadora. Su mirada es capaz de sintetizar un mundo lleno de estímulos visuales. Espacios densos, impenetrables a la mirada fugaz que, sin embargo, se van abriendo al espectador atento que percibe en cada forma encuentros contradictorios que cubren una densa trama: inventar formas que parecen objetos, hechuras inéditas.
La evocación de Armesto hay que entenderla entre esa transición neofigurativa a la abstracción pura, enseñanza que observo Cézanne por el rechazo de seguir tradiciones pictóricas. En su obra, no obstante encontramos una proliferación de motivos que pueden identificarse como testigos de ambiguos tiempos, como la caída en ruina de distintos paisajes siempre bajo significativas imágenes oníricas, las cuales se van produciendo con base en simples líneas de luz. Es traducción de la memoria, de la materia; ver sus piezas es escucharlas. Armesto define el espacio como una “apertura articulada”, en la que la relación entre el vacío y lo lleno se transforman en el paso de la “estatua-masa” a la “estatua-energía”, a fin de obtener, como decía Oteiza: “un absoluto expresivo capaz de reflejar el vacío existencial del espíritu humano”. La escultura y la pintura no tejen una presencia: ambas son presencia. Son cajas cerradas, por ejemplo: Polar aérea, Nexux aérea, Sol estelar, Fugaces, Expansión estelar, donde el espacio fluye entre las rendijas y otras desencajadas, abiertas, plenas de luz. En la secuencia de las cajas se busca algo así como el alma del espacio. Las cajas vacías evocan el verso de Mallarmé que habla de la mandolina con su creu néant musicien: un hueco que hace música. Espacio puro, sin memoria, sin materia, que penetra ante nuestra mirada como un breve destello. Es decir, cada obra de Armesto es el espíritu del tiempo. Una brisa de signos que designan figuras y formas abstractas.
En Pablo Armesto hay un proceso en que se muestra cómo surgieron sus líneas abstractas en su obra, insinuando como se vacían sus piezas y cómo fue cobrando presencia una geometría más poética que reflexiva. En sus primeras creaciones del año 2000 se percibe la irrupción de las vanguardias del fin de siglo
XX – registro de dos de sus exposiciones: Punto de partida y Punto de ruptura-, que detonan en cada pieza líneas agitadas, como un desafío formal en el tratamiento del volumen, que con el paso del tiempo, definirá sus esculturas posteriores. Progresivamente se afirman estructuras arquitectónicas, mientras que el empleo de la luz se va haciendo cada vez patente. Oscilación entre el balbuceo y la iluminación. Su obra reciente - que ha exhibido en museos de España, América Latina, Europa y en la Galería Marlborough de Madrid y Barcelona-, más sintética y abstracta, muestra al espacio luminoso, con contrastes de formas y materiales. Se trata de potenciar el juego de la luz, del espacio y de la línea, a partir de "la petite sensation”, “de las sensaciones cromáticas que desata la luz”, y que son el desarrollo visual y poético de sus potentes abstracciones. Su serie Estelar es un trabajo muy significativo. En el espacio se desarrolla una dinámica de campos de luz verticales y horizontales, que culminan en líneas muy sutiles. Materia viva y abstracta. No se pierde en búsquedas estéticas intrascentes sino, al contrario, cuenta con una fuerte tradición ascética y mística de la España contemporánea. Su obra, se puede decir, es un homenaje a la metáfora, al silencio, al espacio vacío. Pero también, es un grito, una forma sonora. Un himno de formas y volúmenes constante.
La obra y la trayectoria de Pablo Armesto, ya están definitivamente establecidas como uno de los grandes escultores españoles de del siglo XXI. Me gusta recordar y ver la obra de Pablo como forma vertical, unido por una línea del horizonte. El horizonte - vacío y lleno – de la eternidad, bajo una cúpula silenciosa y abstracta. Eso que Octavio Paz me contaba sobre la memoria de ver. Una obsesión personal…
1 La realidad y el deseo, Luis Cernuda. Cátedra, Madrid, España, 1990.