“Las heridas perpetradas por los conquistadores aún no han sanado”

Entrevista con Herbert Frey

Herbert Frey
Herbert Frey Foto: Especial

Quizá la aptitud del filósofo a partir del criterio de los medievalistas no es otra cosa que estar al margen del tiempo; es decir, esta palabra puede designar a cualquier escuela; por ejemplo Pedro Abelardo (1079-1142) en las obras de sus discípulos. Abelardo es el primer héroe de la modernidad y el primero que se adelantó a ella y, además, único maestro de la universidad del siglo XII que vivió de sus clases, donde enseñó filosofía – principalmente dialéctica en Melur, Corbel y las escuelas de la Santa Genoveva y Nuestra Señora de París-. El determinó el curso de la filosofía medieval durante dos siglos con su interés por el problema de las universidades; heredero de esa consigna de enseñar, Abelardo supo estar por encima de todas las aspiraciones que mueven al hombre: envidia, fama y deshonestidad; aún y cuando fue considerado por herejía en 1342.

En su libro La arqueología negada del nuevo mundo, Herbert Frey (Viena, Austria, 1949) toma como punto de partida de la modernidad europea los postulados de Pedro Abelardo: “El yo se convierte para Aberlardo – dice Frey- en una instancia capaz de interrogar críticamente la tradición y de revisarla. Por otro lado, su destino muestra, también, el precio que debía pagar un espíritu libre en su lucha contra la tradición y el combate que contra grandes obstáculos hubo de dar antes de imponerse finalmente”.

El punto de partida de La arqueología negada del nuevo mundo anuncia la época de transición que vivió el medievo, para readaptarse y encontrar el cambio de un sistema feudal al desarrollo capitalista y de ahí al surgimiento de la modernidad.

Hauser en su libro Historia social de la literatura y el arte, ubica el proyecto de modernidad con la aparición de la burguesía como clase dominante. Encontramos, por otro lado, antecedentes burgueses desde la baja Edad Media, tanto en la parte económica como en las artes, aunque algunos aseguran que la modernidad es definitiva en el París del siglo XVIII. Por ejemplo, Bolívar Echeverría afirma: “Se trata de un proyecto que empezó a gestarse en las ciudades- estado italianas y en las de la liga hanseática desde los siglo XV y XVI”. Las tesis van y vienen aunque a primera vista se relacionen tan sólo con la palabra “modernidad”, no dejan de tener implicaciones definitivas para la historia de Occidente y por supuesto para el desarrollo de América Latina.

Las tesis del doctor Frey consisten en analizar los paralelismos históricos entre el viejo y el nuevo mundo, con lo que podemos entender hoy los acontecimientos claves de nuestra historia: “Ningún continente – apunta Frey- poseedor de su propia tradición cultural (con lo que Anglo américa y Australia salen del contexto de la discusión) fue tan influido por Europa como América Latina, pero este hecho está ligado a un dolor terrible y a una considerable cantidad de represión. Ello naturalmente no es igualmente válido para todos los países latinoamericanos, ya que es más intenso en aquellas regiones que fueron centros de culturas precolombinas. Después de 500 años, las heridas perpetuadas por los conquistadores españoles y portugueses todavía no han sanado, por lo que existe un resentimiento latente, como lo mostraron los acontecimientos en torno a la conmemoración del medio milenio del descubrimiento de América. Allí donde existieron las culturas indígenas más avanzadas del continente latinoamericano, aún hoy provocan la identificación y constituyen una identidad en el plano ideológico, la cual posibilita la delimitación de otras esferas culturales, a la vez que constituye un proceso de autoencuentro. La arqueología de las antiguas altas culturas abre la posibilidad del auto conciencia frente al resto del mundo. Sin embargo, en tanto se ve como indispensable el estudio de las culturas precolombinas para la identidad nacional, se niega otra veta de la historia propia, que también determina la identidad y se reprime en el inconsciente. La tesis de que es la tradición europea la que representa la arqueología negada de Latinoamérica produce un malestar que sólo se encara con desgano, pues en la medida que contradice todas las concepciones ideológicas nacionalistas y obliga a la reflexión, se preferiría no enfrentarla”.

Herbert Frey
Herbert Frey ı Foto: larazondemexico

Debido a los diversos intereses teóricos y muchas veces a la limitada comprensión de la modernidad, el tema parece quedar en buena parte como un término acuñado por estudiosos simplemente, ¿cómo encontrar y buscar entonces las raíces de la modernidad como tal?

-quien hable de modernidad y modernización en debe saber dónde encontrar las raíces de la modernidad en Europa y qué consecuencias sociales tuvo su despliegue en la historia. En este sentido mi libro La arqueología negada… busca caracterizar la arqueología negada de Latinoamérica: esto es, reconstruir aquellos procesos que se hicieron efectivos con cierto retraso temporal para el espacio latinoamericano.

Por eso, la caracterización en el desarrollo parte de dos premisas que, sin ser del todo novedosas, todavía no representan un nuevo topos en las ciencias sociohistóricas. En primer lugar, la tesis de que es el mismo sistema feudal el que, debido a la ausencia de centralismo político, posibilita procesos, precisamente por sus componentes anárquicos, que desembocan en el establecimiento de estructuras capitalistas. Y aún más, en la dinámica interna de tal sistema deben buscarse los orígenes de la expansión europea, cuyo inicio no puede ser ubicado en el momento de los grandes descubrimientos de la Edad Moderna, sino ya en la época de las cruzadas, que cobijaron la formación del imperio colonial veneciano y genovés en el Mediterráneo. En segundo lugar, el hecho de que el inicio de la llamada era moderna y el surgimiento de la modernidad de ninguna manera fueron coincidencia. Más bien es el siglo XII, con sus innovaciones intelectuales, el que desvela las estructuras básicas de la modernidad, anticipando con el ello desarrollos que serán guías de los siglos por venir.

Creo que el proyecto de modernidad tiene que ver también con un proyecto humanista, es decir, que considera al hombre como escala de todas las cosas, o mejor dicho que cae en un individualismo total, ¿ cómo entender ese proceso del yo?

-Cuando hablo del surgimiento de la modernidad, se entiende este proceso como transición de una identidad colectiva – en la que las tradiciones determinan las acciones de los miembros del grupo – a una identidad del yo, en la que el individuo puede discutir de manera crítica las normas sociales de su entorno. Para que tal proceso se pudiera desarrollar, tuvo que ocurrir un desplazamiento de las actividades sociales del campo a la ciudad, de una producción totalmente dependiente de la naturaleza hacia una esfera en la que el hombre determina, a través de su propio trabajo la cantidad y la calidad de sus productos. En tanto que en la producción agraria la naturaleza es, en última instancia, el sujeto que determina los frutos del trabajo, con la producción manufacturera urbana se abre una esfera en la que el hombre se convierte en sujeto de sus procesos de trabajo. Con ello se genera tendencialmente la interrelación entre el desarrollo urbano y la constitución de un intelecto que opone su autonomía a la coacción de las tradiciones.

Herbert Frey
Herbert Frey ı Foto: larazondemexico

¿Por qué se consideraría a Maquiavelo, Colón y Cortés como figuras entre una época nueva y la modernidad en los siglos XV y XVI?

-Maquiavelo es, como sabes, el iniciador de una revolución del fundamento de la esfera política. Colón, el primero en romper la limitación del espacio geográfico conocido. Cortés, quien hace valer la visión política moderna en el choque con una cultura desconocida. A través de estos personajes se puede ver de manera plástica el encuentro entre la modernidad europea y el nuevo mundo, pues con los descubrimientos y las conquistas se implantaron en América Latina elementos de la modernidad que han tenido cierta continuidad.

Pero ese proceso de “industrialización” no se da totalmente en el nuevo continente, ¿entonces cómo hablar de esa modernidad?

-Contrariamente a lo que sucedió en Europa, donde la modernidad se impuso de forma paulatina y homogénea, en un proceso relacionado con la industrialización, pese a algunos retrocesos, en América Latina esto no ocurrió y seguramente una de las razones fue el hecho de que industrialización se llevó a cabo de una forma más fragmentada y de que vastas extensiones rurales se mantenían ligadas a tradiciones centenarias. En consecuencia, amplias partes de la población estaban determinadas por una identidad colectiva, mientras que las estructuras más definitivas del “yo” sólo se desarrollaban en las capas urbanas superiores.

¿Podría buscarse una relación entre modernidad y capitalismo?

-Si damos por cierta la tesis de que el génesis del capitalismo de los sistemas capitalistas está insolutamente vinculado a la especificialidad de las características del sistema feudal europeo, difícilmente habrá de causar asombro la tesis de que la constitución de la modernidad se gestó en el seno de la sociedad feudal del medievo. Lo que analizo en uno de los capítulos de mi libro se relaciona con una interrogante que se planteó Max Weber en el prólogo de su Compendio de ensayos sobre la sociología de las religiones y que constituye el meollo de los esfuerzos científicos de toda su vida, a saber: “¿A qué concatenación de circunstancias se debe el hecho de que precisamente en Occidente y tan sólo allí surgieran fenómenos culturales que, sin embargo, según nos inclinamos a pensar, se ubican sobre una línea evolutiva de significado y validez universales”. Es éste un planteamiento central si se trata de comprender el desarrollo particular del continente europeo, esa fuerza explosiva que culminó en la hegemonía mundial europea de los siglos XVIII y XIX. En dicho capítulo de mi libro ahondo en la cuestión de cuáles han sido las etapas de mediación a través de las cuales la modernidad se fue esbozando en el marco de la teología cristiana, pasando por circunstancias que a partir del siglo XV se secularizan, y que apenas a finales del XVIII llegan a conceptualizarse. Esta hipótesis nos induce a apartarnos del camino que tomara Weber para buscar los vestigios de la modernidad en una etapa mucho más temprana, a la vez que mi enfoque hace considerar la tesis del protestantismo tan sólo como una variante, y ni siquiera la más importante, para la constitución de la Edad Moderna.

Herbert Frey
Herbert Frey ı Foto: larazondemexico

La nueva historiografía plantea que el siglo XII es un primer renacimiento; es decir, en esa época de transición encontramos una mutación readaptiva como es la transformación de la sociedad europea, y por otro lado el surgimiento de las ciudades y de las universidades, ¿cree en esa transformación?

-Desde Luego, es una fase de la prosperidad del crecimiento del producto agrícola excedente, del surgimiento de ciudades que comienzan a multiplicarse y a transformar la faz de la sociedad feudal. En las intersecciones de las vías de comunicación se forman en poco tiempo nuevos asentamientos. Durante el siglo XII, Europa comienza a llenarse de nuevas urbes cuyas fundaciones alcanzaron su culminación hacia finales del siglo XIII. La ciudad se convierte, a partir de entonces, en el centro de la producción artesanal y de la circulación de la moneda. Las ciudades se desprenden de su entorno y comienzan a mirar más allá de su propio horizonte; esta enorme ruptura representa el primer paso hacia la formación de la sociedad europea. Así es como Europa vive ya entonces, dos o tres siglos antes del renacimiento oficial del siglo XVI, su verdadero renacimiento.