El tiempo se enlaza con la algarabía. Resonancias de luces en la apuesta del niño ansioso por ver al león cruzar la esfera de fuego. La carpa acumula la misericordia benévola. Viene un payaso corriendo por la rampa. Un circo sin indulgencia es un laboratorio del sufrimiento. Juguetería en los resplandores, y sueños que el trapecista dibuja en los espejos. Hay un ilusionista que conversa con los siameses, el domador canta una balada a la ‘bestia’ que le han llevado. El anfiteatro se adueña de todas los retumbos.
“Circos” (El Colegio Nacional / Editorial Era, 2010): álbum que el poeta José Emilio Pacheco (1939-2014) y el pintor Vicente Rojo (1932-2021) hicieron en mancuerna y connivencia. Circo de noche compuesto por doce poemas del autor de “Morirás lejos”; Circo dormido en fotografías y diseño del hombre que decidió guarecerse en la luminosidad de México. Tornasoles, cremalleras, botones, conos, esferas, cordeles, escuadras y encajes en diálogo con el verbo como excusa para el eco.
Complicidad en el mismo itinerario, en la misma gradación de los deseos. La pausa se acordona, el estruendo se refugia en el vocerío del rojo que seduce a la noche y los azules etéreos de la vigilia. El resplandor estalla en “un grito de angustia” de la mandolina que ejecuta el bufón vestido de Pierrot. “Aquí está el mundo: pueden observarlo / en otro espejo cóncavo y oscuro”: un oro de esmeril se acompasa en los vaporosos recodos de la luz.
“Vivimos del desprecio y para el desprecio. / La elocuencia de la mirada, el fulgor / con que ustedes tasan y humillan / a nosotros nos alimentan”: Fenómenos que dicen: “Gracias por las monedas del desdén”. Vicente bordea de plata la visión de los espectadores: José Emilio franquea “el vago recuerdo de sus hazañas”. En este libro de candores empalmados, la tristeza se viste de frac y unas olas vienen “y nos mecemos / impecables y esbeltos en el trapecio”.
El domador, la trapecista, el Hombre-bala, el contorsionista, las jaulas, los payasos, los siameses y Boro (“el niño bestial, /el hijo de las fieras, el joven-lobo / que creció entre los lobos y está cubierto de pelo.”). La irradiación de Vicente avizora; el verbo de José Emilio yace en los rescoldos de la membrana convertida en ceniza.
Dos grandes voces cobijadas en el mismo tendal. Círculos arremolinados: vocablos tendidos bajo los impacientes clamores del azar. Embragues, hélices, graderías, deltas. Un viejo piano mecánico manoseado por Wagner. Valses y encantamientos untados por centelleos. Arquitecturas imaginarias de Vicente que retratan al “Circo dormido” en un juego geométrico de abstracciones juguetonas sostenidas en especulativos cautiverios regidos por la mansa algazara de las carcajadas de los bufones.
“No existe el mundo para él si no hay Circo. / No concibe otra vida que no sea el Circo. / quiere morirse allí sin ver el mundo de afuera. // Por Lastima, / por el vago recuerdo de sus hazañas, / no lo han echado del Circo”: escribe Pacheco mientras Vicente deletrea la pausa en los estampidos de la fosforescencia. “Circos”: hermoso atlas manufacturado por dos confabuladores. Las amistad como vocación de sed guiada por una brújula de intimidad sediciosa.
"Circos"
- Autores: José Emilio Pacheco (poemas) / Vicente Rojo (imágenes)
- Género: Poesía
- Editorial: El Colegio Nacional, ERA, 2010