95 aniversario de su natalicio

Jaime Sabines, el autor que puso la poesía en el corazón del mundo

Es reconocido como uno de los grandes juglares mexicanos del siglo XX; sus libros cardinales son Horal, Tarumba y Algo sobre la muerte del mayor Sabines

El poeta, en una fotografía de archivo.
El poeta, en una fotografía de archivo. Foto: Notimex

Jaime Sabines cumple 95 años: los muchachos y las muchachas cobijados bajo los racimos, en la hojarasca de los girasoles, leen sus versos y clamorean la aventura de la vida. Ellos saben “Que todo vuelve a nacer. / Para la obscura boca que nos traga, / para el amor y el odio, /para el llanto, /aquí estamos. / Sobrevivientes del día de ayer, / con los ojos puestos a secar al sol / y con el corazón extendido en la mano como una carta”: Jaime viene volando, la raíz sombría del invierno cede el paso a las soledades del amor.

Pero, ¿por qué Jaime Sabines cada vez que el riesgo delirante se anticipa? ¿Por qué su voz en la amanecida de la sangre? ¿Por qué buscamos la flor de la bugambilia, allí donde el viento cae en sus ojos de llovizna acumulada? “Ahora las rosas del cielo dejan caer sus pétalos silenciosamente” en una luz que desciende y acaricia. Los muchachos y las muchachas de Hispanoamérica muerden la urgencia del alba: se besan, los varones dicen: “besas como si mordieras uvas”. Ellas saben que son palomas encarnadas en hembras soleadas. Jaime Sabines puso la poesía en el corazón del mundo para que “la soledad que invade paso a paso” se alejara, y la eternidad fuera una dispensa de Dios frente a la muerte.

Artesano de compases temblorosos, es reconocido como uno de los grandes poetas mexicanos del siglo XX, miembro de la Generación del Medio Siglo. Premio Nacional de Ciencias y Artes (1983), autor de tres libros cardinales: Horal (1950), Tarumba (1956) y Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973). Premio Xavier Villaurrutia (1972) por trayectoria literaria, Medalla Belisario Domínguez del Senado (1994) y Premio Mazatlán de Literatura (1996), entre otras distinciones. Para el autor de “Lento, amargo animal”, la poesía es un puente que comunica a dos soledades, la del lector y el escritor.

Gráfico
Gráfico ı Foto: larazondemexico

Poeta de circunstancias que van de los atajos del amor, la esperanza y el fracaso hasta las radas de la renunciación: “Nunca he querido ser un poeta maldito, sino un hombre completo: alegría y dolor es mi tarea. Estoy en mano de la realidad, soy mi circunstancia. He abordado muchos temas, pero hay una línea general de desencanto donde la presencia de la soledad, el amor y la muerte se asoman frecuentemente. No hablo de amarguras, la vida a pesar del dolor es hermosa. En ‘Los amorosos’ digo: ‘Y se van llorando, llorando / la hermosa vida’. Lo he subrayado en todos mis versos: la vida es desolada y también espléndida”.

Horal: “El mar se mide por olas, / el cielo por alas, / nosotros por lágrimas” presentación de credenciales de un poeta que “nació desnudo, sucio, / en la humedad directa, / y no bebió metáforas de leche, / y no vivió sino en la tierra”. / Tarumba: acto de fe, el primer poema integrado, completo, visionario, preciso: “un acto de afirmación de uno mismo en el mundo”, diría Sabines. “Ay, Tarumba, tú ya conoces el deseo. / Te jala, te arrastra, te deshace. / Zumbas como un panal. /Te quiebras mil y mil veces. /Dejas de ver mujer cuatro días / porque te gusta desear / te gusta quemarte y revivirte.” / Algo sobre la muerte del mayor Sabines: la muerte del padre: “Padre mío, señor mío, hermano mío, /amigo de mi alma, tierno y fuerte, / saca tu cuerpo viejo, viejo mío, /saca tu cuerpo de la muerte”. Poema autobiográfico de punzante alevosía. Clamor y llanto entrelazados con la rabia: “Te has muerto y me has matado un poco. / Porque no estás, ya no estaremos nunca / completos, en un sitio, de algún modo”.

López Velarde, Lorca, Alberti, Neruda, César Vallejo, Juan Gelman, Roque Dalton y León Felipe: voces donde el autor de “Tía Chofi” abreva y también conversa en la configuración de cadencias en que el sobresalto del amor confluye con la sugestión de la muerte. / Leo en estos días imprecisos a un poeta que me arropa de una antigua extrañeza. La poesía como un derramamiento. Me apego a su consejo: “Hay que seguir levantándose temprano para esperar diariamente la vida”.

Algo sobre la muerte del mayor Sabines

​JAIME SABINES

V

De las nueve de la noche en adelante,

viendo televisión y conversando

estoy esperando la muerte de mi padre.

Desde hace tres meses, esperando.

En el trabajo y en la borrachera,

en la cama sin nadie y en el cuarto de niños,

en su dolor tan lleno y derramado,

su no dormir, su queja y su protesta,

en el tanque de oxígeno y las muelas

del día que amanece, buscando la esperanza.

Mirando su cadáver en los huesos

que es ahora mi padre,

e introduciendo agujas en las escasas venas,

tratando de meterle la vida, de soplarle

en la boca el aire...

(Me avergüenzo de mí hasta los pelos

por tratar de escribir estas cosas.

¡Maldito el que crea que esto es un poema!)

Quiero decir que no soy enfermero,

padrote de la muerte,

orador de panteones, alcahuete,

pinche de Dios, sacerdote de penas.

Quiero decir que a mí me sobre el aire...

  • Nació: 25 de marzo de 1926, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
  • Galardones: Premio Chiapas, en 1959; el Xavier Villaurrutia, 1972; el Elías Sourasky, en 1982; el Nacional de Ciencias y Artes Lingüísticas y Literatura, en 1983; la presea Ciudad de México, en 1991; la medalla Belisario Domínguez, en 1994; y el Mazatlán de Literatura, en 1996
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