La vida en el campo no era lo mismo que la ciudad, lo que antes era una cacofonía de ruido blanco, ahora era un silencio que no acallaba el silbido de sus dañados tímpanos. Las luces antes perennes, eran ahora apenas unas luciérnagas titilantes y un manto estrellado en el que no entraba una estrella más.
Curiosamente eran las estrellas las que le provocaban esa picazón de añoranza a la ciudad, a una ciudad en la que no duraría ni un día debido a las secuelas de la pandemia que habían destrozado el sistema inmune ante el contacto humano, un caso de estudio, uno de Nobel, repetía el médico disfrazado de astronauta que lo visitaba cada dos meses y sí, era un caso único, podía aguantar todo tipo de bicho, siempre y cuando no pasara por un huésped humano, o sea, había algo en ello que modificaba lo que fuera y lo inocuo, era mortal solo por ese motivo y a punto había estado de matarlo en incontables ocasiones hasta que supieron que el factor era la humanidad aunque, siguieran sin saber el motivo… un caso de Nobel… más bien, era un caso de Hitchcock.
Siempre le había gustado el ajetreo, la vida nocturna, el roce de las mil almas en los bares de la ciudad, esas en las que, irónicamente, estabas en completa soledad por el estar rodeado de humanidad. Ahora, era esa misma amplitud, esa inmensidad de nada, ese absoluto espacio vacío era lo que lo estaba asfixiando, que lo abrumaba hasta que su corazón bombeaba ruidosamente ante el pánico… ante la soledad.
Eso sentía ahora, el silbido de sus oídos se intensificaba y la vista se le empezaba a nublar, la presión le acababa de subir hasta lo indecible, en esos momentos de angustia se preguntaba si no sería más sencillo dejar que algo reventara y listo, se acabó. Luego pensaba en que quizá no sería tan definitivo y además de la soledad, perdiera la movilidad, el habla, o algo que hiciera lo terrible, un infierno.
Se tomó la pastilla y como por arte de magia, la vista se aclaró, el zumbido bajó de intensidad y el tutomp-tutomp-tutomp de su corazón se transformó en un tuuutoooomp-tuuutoooomp-tuuutoooomp y la vida no vida, siguió su curso en medio de la nada.
“Escribe” le decían los pocos amigos que seguían conectándose virtualmente. ¿Escribir qué? Les contestaba cada vez más amargado, su musa salió huyendo ante la exuberante vida exterior y la total y absoluta falta de inteligencia de la misma, no había nada que hacer, nada que comentar, de que servía estar enterado de todo vía online, si no había nada por hacer, inferir sin incidir, deducir sin poder decir, había intentado un blog que había llamado “Manto estrellado” que fue lo mejor de los primeros días y en el que su historia novelizada había empezado con ironía y humor pero que, después de los primeros meses y la baja sustancial de sus ingresos en un mundo en que siempre supo que solo los escritores excepcionales medran, su historia se agrió y la ironía degeneró en sarcasmo y el humor en burla y, quizá, si todo seguía por el camino que parecía estar tomando la novela, sería un amargo e intragable mamotreto. Se dio un tiempo, un tiempo donde eso es lo que sobra, y vio series, en todas las plataformas y películas y documentales y en todas había hombres, mujeres, relaciones sociales y la herida supuró, la ausencia se sintió, la soledad venía acompañada… cambió el nombre de su blog… “La intolerable compañía de mis únicos yo”… absurdo de verdad.
El único contacto era el médico que transformaba la cabaña en un laboratorio, que hablaba sin parar pero, nunca con él, era un monólogo algo maniaco y lo toleraba porque era bastante grato escuchar otra voz, al menos por unas horas.
Al irse el médico todo empeoraba, la ansiedad arremetía implacable y sentía que perdía la razón y eso fue lo que pensó cuando escuchó el primer saludo en la oscuridad de la noche estrellada salpicada de luciérnagas.
-Hola.- Algunos meses antes hubiera brincado del susto, ahora solo sabía que estaba, al fin, perdida la cordura, así que contestó el saludo.
-Vaya, vaya, un bípedo que no brinca… aún.- dijo con suave pero, potente voz.
-No tendría porque hacerlo.-
-Aún, dije.- Y la criatura entró al rango iluminado del farol. Un Dragón, no uno oriental, ni nuestra versión emplumada que era similar, no, uno netamente europeo, dos pares de patas y un par de alas del doble de… su diminuta envergadura.
Reí hasta no poder más, si bien era cierto que perder la cordura no era de risa, hacerlo e imaginar un dragón en todo detalle menos en el imponente tamaño era como para regresarse avergonzado y con la neurona entre las patas, a la sanidad mental.
El dragón permaneció estoico hasta que el hipido de risa dejó de ser audible.
-Perdona. Pensé que los dragones serían imponentes y no del tamaño de una paloma mal alimentada.-
-Pobre, deja te explico, los seres mágicos existimos pero solo nos ven los que tienen magia, ergo, nos veía uno de cada 100 hace 1500 años, ahora nos ven 1 de 1,234’000,000, y a los dragones nos ven dependiendo del tamaño del ego, por eso los caballeros y vikingos nos veían como bestias enormes, si me ves, pequeño, bueno, lo siento por ti. Pero, me distraigo, te digo, que no nos ven, quizá serán unos 6 ó 7, lo que probablemente nos haría felices si no construyeran de un día para otro, un edificio en un nido de Hipogrifos, talaran el bosque protegido del Unicornio para sembrar una soya que ni siquiera es natural, bombardearan al kraken con pedazos de plástico tostado, aplanaran cuevas llenas de huevos de wyverns para hacer un campo de golf o ya en el colmo del abuso, acabaran con nuestras 5 quimeras con una maldita prueba nuclear.-
Si había enloquecido era lo más divertido que me había pasado desde mi condición por lo que seguí el delirio.
-¿Y eso que tiene que ver conmigo?- Si no han visto a un dragón miniatura encogerse de hombros, no saben nada de la hilarante vida.
-Ni idea, algunos creen que evolucionaste a animal fantástico, otros creemos que en lugar de animalia eres anomalía pero, no te ofendas, es solo un punto de vista. El caso es que somos tan pocos que vine a ver si ves y aunque mi sorpresa es genuina, es medio agridulce saber que hay un nuevo vecino con una autoestima tan baja que me ve como una paloma.-
-Es un chiste, heme aquí hablando con alucinaciones, bien dicen que la soledad no es sana.-
-La incapacidad de ver, la falta de sentido común, eso que llaman pragmatismo pero, que en realidad es una muletilla de su idiotez. Eso es estar enfermo, el verme aquí es quizá la única prueba de cordura y, no obstante, hacia unos meses ni siquiera podías vernos por el rabillo del ojo o en duermevela y ahora, estamos hablando. Eso es lo que necesito averiguar ¿qué te hizo distinto?-
Fue una buena noche, es agradable hablar con alguien, incluso con un producto de tu dañada mente, uno que te haga sentir menos solo aunque hables con un dragón que más bien debería caer en categoría de basilisco.
Al día siguiente un ruido me despertó, abrí la ventana y mi quijada se desplomó, una decena de animales extraños pululaban por el área y encima de la veleta, como si fuera burla al gallo, un minúsculo dragón negro reía a carcajada batiente lo que parecía un colibrí envuelto en llamas.
-Ah, pero si ya despertó el anfitrión. Saluden al nuevo miembro de la familia. Verás mi querido y único humano, nos ves, te vemos pero, lo importante es que otros tipos como tú, también te ven y si tenemos razón, sabemos ya que algo te cambió y no puedes estar con los de tu especie, lo que, en términos muy sencillos, te hace parte de la nuestra… nuestras.-
Una cosa era hablar con alucinaciones y otra cosa era darte la posibilidad de pensar que quizá no era locura y por improbable que pareciera, era verdad.
-¿Y qué quieren?-
El dragón sonrió y la sonrisa era escalofriante.
-Lo de siempre, refugio, paz y prosperidad.-
Podría contarles toda la charla y el como me arranqué los cabellos de incredulidad pero, digamos mejor que la soledad nunca ha sido buena consejera y de hablar con las lejanas estrellas o ver con atención el pasto crecer, les di la bienvenida, quien iba a pensar que hay un mundo fuera de este mundo, además, es hilarante ver al médico sufrir un poco ante mi nueva “actitud” estoy seguro que él si cree que me volví loco y, es que si él solo me ve deambulando y hablando con el aire, dejando comida en los lugares más extraños y… bueno, hasta yo que ya me hice a la idea de que es verdad, de vez en vez pienso que me falta una ferretería completa en el cráneo.
Demasiada charla para tan poco sustento. Bienvenidos a una nueva etapa de manto estrellado. Lo ven, estar loco, es estar de nuevo en pie.
Saludos lectores… dice el minúsculo dragón que ahora se cree gato pues duerme encima de mi cama… en fin, dicen que más vale solo que mal acompañado pero, saben que… no saben lo que dicen, así que mientras veo la constelación olvidada, veo a la bestia que cada día crece más y me pregunto sin respuesta, que habrá sucedido para eliminar Ofiuco de nuestras vidas, de nuestras historias, y ahora tenerlo cual alada mascota aunque, si a esas vamos, yo soy la mascota útil de más de una bestia… en fin, saludos y no se pierdan el siguiente post “El breve breviaro de un bestiario”.