Circula en librerías la novela Somoza (Planeta, 2021), de la narradora y ensayista Ligia Urroz (Managua, Nicaragua, 1968): pesquisa espiritual que rehace a una nación dibujada en los difusos laberintos de la memoria de una niña. Ajuste de cuenta con el pasado y también valiente exposición de episodios íntimos a través de relatos de una familia cercana al general Anastasio Somoza Debayle. Del terremoto de 1972 (inicio de la revuelta en contra del tirano) a julio de 1979 (derrocamiento de la dictadura).
Novela estructurada en dos partes: la primera, crónica de la violenta ejecución del general Somoza en Paraguay en 1980 por un comando guerrillero; segunda, aparición de dos voces, Ligia-niña, quien cuenta sus vivencias con el militar; y Ligia-adulta que se da a la tarea de fragmentar un lienzo que la asedia desde que descubrió que esa persona tan afectuosa con ella en la niñez cometió atrocidades y la depuso en total estado de orfandad.
Inventario de las exuberancias del despotismo en América Latina en la figura del controvertido mandatario, último miembro de la dinastía Somocista que gobernó a la nación centroamericana de 1937 a 1979. La reminiscencia de una niña que participó en eventos al lado de uno de los hombres más aborrecidos de la historia reciente de Nicaragua. El lector tiene en sus manos el testimonio de esa chica exiliada por la guerra en México que da cuenta de aquellos tiempos convulsos y del desmoronamiento de todo en su alrededor.
“Uno puede salir de la patria, pero no de esa patria íntima que son los recuerdos; de ahí mi ajuste de cuentas entre Ligia-niña y Ligia-adulta, quien pregunta y también protesta. La parte medular de mi novela está circunscrita en ese ir y venir de los recuerdos infantiles hasta ‘encajarlos’ en un ejercicio de introspección visto desde la madurez. Me pregunto ¿cómo puedo ser un testigo confiable si mi escritura proviene de recuerdos, conjeturas, interpretaciones e imaginación? Pero, tenía necesidad de decirlo todo: es, quizás, un acto de purificación”, precisó en entrevista con La Razón, Ligia Urroz.
Quise escribir a Somoza desde el punto de vista de sus enemigos, aquel comando que ansió ‘hacer justicia’ y lo mata a sangre fría. Para mí era necesario cambiar de piel para contar esta historiaLigia Urroz<br>Escritora
¿Empalme entre la ficción y la realidad vivida? Sí, la frontera entre lo que me platicaron o yo imaginé después de tanto escucharlo. Los hechos sí ocurrieron en mi realidad, la cual se torna contundente. Varias veces me han preguntado: ¿cómo puedes recordar algo que viviste siendo una niña? Los recuerdo nítidamente porque la frontera entre ese antes y el después estuvo perfectamente delineada por el trauma y el dolor de la guerra.
¿Añoranza punzante desde imperiosos contrastes? Escribí desde la nostalgia de lo que pudo ser y no fue, del amor por la patria y de la tristeza por la sangre derramada: seguimos odiándonos y matándonos entre hermanos. Quise contar la historia desde mi niñez y adultez, lo cual crea una ambivalencia: la niña cuenta vivencias amorosas que ocurrieron con Somoza y la adulta reclama, protesta y pide cuentas.
¿Por qué este relato después de 40 años? Escribí la novela porque me sentí engañada y perdida, sin creer en un principio las historias terribles que se contaban del general: con el paso del tiempo asimilé cosas que me provocaron asco e indignación.
¿Su familia fue testigo de la ostentación del poder de un hombre? Relaté lo que es vivir al lado de la sed de poder y supe que cuando alguien ostenta mesiánicamente dicho poder puede arrastrar con la vida de muchos. Me duele y asombra la capacidad que tiene una sola persona de decidir por un pueblo.
¿Por qué narrar la ejecución de Somoza: incidente que se conoce muy bien? Quise escribir a Somoza desde el punto de vista de sus enemigos, aquel comando que ansió ‘hacer justicia’ y lo mata a sangre fría. Para mí era necesario cambiar de piel para contar esta historia.
¿Escritura que sanó heridas del pasado? Con la escritura de esta novela indagué acerca de la condición humana; una misma persona puede manifestar un lado profundamente oscuro y otro luminoso: no estamos hechos de un solo color o matiz, somos una pluralidad de emociones y sensaciones, el ser humano puede ser muchos a la vez y no podemos borrarlo de la memoria.
