LA HERENCIA FINAL

Parte 4

LA HERENCIA
LA HERENCIA Foto: larazondemexico

No sabía de qué forma había evitado los aparatos voladores que lo buscaban, decenas de robots lo perseguían y el zigzagueaba entre calles extrañas pero, lo más aterrador era que cuando las altas construcciones no tapaban su visión, el horizonte era infinito en toda dirección, ninguna montaña aparecía y eso, por trivial que pareciera, hacía sentir a Roberto más desnudo que el día en que había nacido.

La agorafobia hizo que su visión se nublara, que el aire escapara de sus pulmones y una gota de orina venciera el rígido control de sus esfínteres. El miedo puede ser paralizante o el impulso para alcanzar lo imposible y, aterrado o no, el instinto animal de supervivencia se vuelve dominante ante ciertas circunstancias así que, corrió lo más rápido que pudo hacia el lugar más alejado del agrupamiento de construcciones, no importaba la dirección, todo era poner tierra de por medio y alejarse del saber que no importaba todo el entrenamiento adquirido, había cosas que despertaban al cobarde que llevamos de mascota de nuestros demonios internos.

-o-

Conforme subía hacia el puesto de vigilancia Sasia vio a unos deslizadores siguiendo al hombre que lo había intrigado y que había reportado. El pobre sujeto tenía un terror manifiesto y no obstante, descendía por ladera con una agilidad casi como la suya, estaba fascinada viendo como su cuerpo funcionaba casi en estado autónomo, un pie aquí, el otro allá, esquivando una rama caída, deslizándose de manera controlada con un pie haciendo de freno y el otro de guía. Por un instante Sasia deseó que el humano huyera y un escalofrío recorrió sus circuitos dorsales pues estaba alentando al enemigo y rompía todos sus esquemas prestablecidos.

Y solo se necesita hacerlo una vez para reescribir cada línea, solo necesitas cruzarlo para no dejar de hacerlo, verlo para creerlo, sentirlo para obviar la racionalización y antes de procesarlo, ella que observaba antes de reaccionar, estuvo sobre la línea de encuentro de los deslizadores con los humanos y estableció un escondite fácilmente observable desde tierra pero increíblemente difícil de ver desde el cielo. Esperaba fervientemente que el hombre fuera suficientemente inteligente para detenerse ahí.

Después de un rato escondido dejó de escuchar el ruido de sus perseguidores, había sido providencial encontrar un lugar donde esconderse justo después de haber pasado una densa fronda que lo había ocultado por unos instantes y en los que había podido partir en diferentes direcciones. Era tan providencial que parecía planeado y eso despertaba preguntas que no quería ni siquiera considerar.

Sasia lo observó y en un arranque impropio de ella, se dirigió al refugio y antes de entrar se detuvo, su marco lógico decía que era duda lo que era todavía más extraño que el ser impulsiva. Lo considero durante un tiempo que para ella fue una eternidad y… entró.

Roberto se sobresaltó al verla sin haberla escuchado, eso, junto con el angelical rostro le hacía subrayar las letras rojas apareciendo en su mente que gritaban peligro.

-Me da gusto que encontraras el refugio, casi te atrapaban los deslizadores.-

Su voz era difícil de clasificar pero, si así lo hiciera, seguro la pondría en voz humana y extremadamente sensual. Algo lo impelió a contestar y se escuchó contestándole con el garbo de un adolescente en su primera cita con el padre de chaperón.

-¡Tú fuiste!.. Gracias.-

-De nada. Y dime ¿De dónde vienes?-

Antes de darse cuenta estaban platicando como si fueran amigos entrañables.

Palermio observó el comportamiento e hizo las correcciones tomando en cuenta la biometría del humano y la interfaz del depositario. Sí sus proyecciones eran acertadas, él nunca se había sentido parte de la humanidad y ella nunca parte de su comunidad, ambos estaban admirándose de manera real, encontrando similitudes en sus diferencias con los demás, casi como si los hubieran predestinado, ella había modificado el conocimiento y percepción de los humanos, él había modificado su posición de invulnerabilidad y de “destino”. Las proyecciones eran del 98.79% y eso se había dado al evento fortuito del tope dentro del inmenso espacio.

Las modificaciones se habían realizado cada determinado tiempo buscando esta coincidencia, el resto era solo encaminar las variables.

-o-

Habían pasado décadas desde que Roberto falleciera y Sasia seguía anhelando su compañía, por un lado sabía que era parte de una programación pero, por el otro, sabía de verdad lo que representaba el anhelo, su sorpresa al amar a un humano solo se superó al saberse embarazada y descubrir el verdadero amor incondicional, la huida, el intercambio de miedos, él, de que sus pares le hicieran algo a ella y, viceversa. La decisión de aislarse, el intercambio de conocimientos para poder construir condiciones que les permitieran subsistir, el aprendizaje mutuo de ellos, la valoración de situaciones a través de perspectivas diferentes y, el traer vida en un entorno de imposibilidad, una vida híbrida que no sabían de que forma resultaría y el miedo a ello, la esperanza en ello.

Décadas desde su muerte por edad avanzada y sus hijos se habían adaptado a la ausencia, su herencia había sido lo mejor de ambos mundos, tenían la creatividad y adaptabilidad humanas atemperadas por la longevidad de una máquina. Sasia seguía sorprendiéndose al pensar en que fuera posible ello, por mucha nanotecnología y teoría del caos, seguía pareciéndole algo cercano a la magia por irracional que fuere.

La generación de vida híbrida, mitad máquina, mitad biológica y que fuera una unión perfecta era lo maravilloso, Sasia tenía miedo de que sus hijos se encontraran con el resto de la humanidad pero, era imposible para ella impedirlo, se consolaba pensando en sus propias y erróneas ideas preconcebidas al ir a uno de los siete asentamientos. No sabía lo que pasaría pero, su amado Roberto le había enseñado todo lo necesario para sobrevivir a sus hijos y ella les había nutrido de razonamiento y salto lógico, sus conocimientos sobrepasaban por mucho al resto de la masa humana y eso era uno de los mayores temores de Sasia pues la historia le decía que los humanos destruían lo diferente pero, veía a sus hijos y no podía dejar de admirar justamente eso, su humanidad.

Sería lo que tendría que ser, no sabía que les depararía el futuro pero, casi como si fuera la consecución lógica a los fallos previos, Sasia supo que todo estaría bien con sus hijos, que su herencia les permitiría convertirse en guías de una humanidad que había sido pasada por el crisol de la reinvención, en un fallo de su sistema, quizá en el más grande de ellos pues chocaba con toda racionalización, su nuevo fallo era el más antiguo de la humanidad, el que les daba ese último esfuerzo para alcanzar el cielo, en un glorioso fallo de sus sistemas… tenía fe.