Aniversario luctuoso

100 años sin Ramón López Velarde, un precursor de la vanguardia en México

El poeta falleció el 19 de junio de 1921; en sus versos habló del erotismo, la devoción religiosa y la muerte; su obra no es ‘tradicional’ ni tampoco ‘provinciana’

Ramón López Velarde
Ramón López Velarde Foto: Especial

“En estos hiperbólicos minutos / en que la vida sube por mi pecho / como una marea de tributos / onerosos, la plétora de vida / se resuelve en renuncia capital / y en miedo se liquida.”, de “El minuto cobarde”, Zozobra, el cuaderno que Ramón López Velarde (Jerez, Zacatecas, 15 de junio, 1888–Ciudad de México, 19 de junio, 1921) publica en 1919. Morir a los 33 años (“La edad de Cristo azul se me acongoja”) mientras la vida sube por el pecho /como una marea de tributo: acto de atrevida conmiseración.

Breve obra: urgente y temeraria tentativa por correr la cortina del alma oculta del hombre al poner a la luz las más insondables desazones, de pronunciar los más sutiles suplicios y las secretas agitaciones del espíritu ante las reclamaciones del erotismo, la devoción religiosa y la muerte. “Una música íntima no cesa, / porque transida en un abrazo de oro / la Caridad con el Amor se besa.” Late el “Corazón que en fatiga de vivir vas a nado”. López Velarde o el desasosiego. Amor, augurio de la muerte, fe católica, culpa y bucólico ambiente provinciano.

“No existe poeta mexicano como Ramón López Velarde alrededor del cual se haya tejido mayor número de mitologías”: Vicente Quirarte. Curiosa biografía sentimental/erótica (Josefa de los Ríos —Fuensanta—, María Magdalena Nevares, Margarita Quijano), seminarista, amigo de Francisco I. Madero. El autor de “Al volver” edifica una ondulada proporción entre la añoranza, el gozo y el idealismo revolucionario: catadura de su voz.

El mote de poeta nacional o, peor aún, de poeta de la Revolución Mexicana, nada tienen que ver con su obra. Todo lo contrario, buena parte de su literatura es una ‘visión de los vencidos’ por la guerra civil, por el progreso y por el modo de vida sajón... La suave patria    es, en realidad, una elegía con superficie de oda
Ernesto Lumbreras, Poeta

Tres libros de versos (La sangre devota, 1916; Zozobra, 1919; El son del corazón, 1932); prosa (El minutero, 1933; El don de febrero y otras prosas, 1952; Prosa política, 1953); cartas y textos preliminares (Correspondencia con Eduardo J. Correa y otros escritos juveniles, 1905-1913). Producción que devela inflexiones apegadas a iconografías enlazadas al aliento de la provincia y a los rastros de la catolicidad; pero, cuidado, su obra no es ‘tradicional’ ni tampoco ‘provinciana’: sus improntas renovadoras y muchas veces radicales, lo sitúan más allá del posmodernismo hispanoamericano (Storni, Mistral, Ibarbourou, Fernández Moreno...) como un precursor de la vanguardia en México (Estridentismo, Grupo Contemporáneo).

El autor de “Gavota”, un neorromántico que legó impolutas emociones: “Antes de echar el ancla en el tesoro / del amor postrimero, yo quisiera / correr el mundo en fiebre de carrera, / con juventud, y una pepita de oro / en los rincones de mi faltriquera” (de “El ancla”, Son del corazón). Uso de ‘rimas extravagantes’, sinestesias, distensiones y giros verbales inusitados: arrojadas rupturas sintácticas: acento sedicioso y asimismo, entrañable. “Me embozo en la tupida oscuridad, y pienso / para ti estos renglones, cuya rima recóndita / has de advertir en una pronta adivinación / porque son como pétalos nocturnos, que te llevan / un mensaje de un singular calosfrío” (de “En las tinieblas húmedas...”, La sangre devota).

Gráfico
Gráfico ı Foto: larazondemexico

Metáforas que se hacen cómplices de ceremonias subjetivas: lo cotidiano transfigurado en exaltadas evocaciones desde irónicas tonalidades en que lo humano roza lo aciago desde una perspectiva lúdica, piadosa y fugaz (influencia de Amado Nervo) en liberal franqueza. “Mejor será no regresar al pueblo, /al edén, subvertido que se calla / en la mutilación de la metralla. / [...] /Cuando la tosca llave enmohecida / tuerza la chirriante cerradura, / en la añeja clausura / del zaguán, los dos púdicos / medallones de yeso, / entornando los párpados narcóticos, / se miraran y se dirán: ‘Qué es eso?’” (de “El retorno maléfico”, Zozobra).

Fuensanta o una ruta moral para dialogar con lo sublime: paliativo que necesita el corazón agitado del joven seminarista: “Tú, Fuensanta, me libras de los lazos del mal”. Y Águeda, a quien le debe “la costumbre / heroicamente insana de hablar solo / [...] / (luto, pupilas verdes y mejillas / rubicundas) un cesto policromo / de manzanas y uvas / en el ébano de un armario añoso.”

  • El dato: En 1903 comienza a poner por escrito sus sentimientos amorosos por Josefa de los Ríos, a quien frecuenta durante las vacaciones escolares, cuando volvía a su pueblo natal.

Cien años sin la presencia física de un poeta de “una amarga soledad y una inconsolada penumbra” (Alí Chumacero). “Me parece verlo todavía, con sus treinta y tres años ricos de salud espiritual y física, hondamente plantado en el corazón de la vida, como un joven encino en el corazón de la selva” (Rafael López). / Cien años de la retirada de un hombre que quería arrancarse el corazón “para llevarlo en triunfo a conocer el día”: leyéndolo, “el incendio sinfónico de la esfera celeste” nos pondrá en contacto con su “luminiscente pedrería” (David Huerta).

  • Nació: 15 de junio de 1888, en Zacatecas
  • Obra poética: La sangre devota, Zozobra y El son del corazón
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