Hernán Cortés (Villa de Medellín, Extremadura, España, ¿finales de julio?, 1485-Castilleja de la Cuesta, Corona de Castilla, 2 de diciembre, 1547): militar español, quien encabeza, a principios del siglo xvi, la empresa de la Conquista de México-Tenochtitlan, la cual deriva en la desaparición del Imperio Azteca, que bajo dominio español, pasa a ser parte significativa de la Corona de Castilla, en la designación de Nueva España. Síntesis de una figura que despierta en los mexicanos reacciones contrapuestas: enardecimiento o aversión total.
Trance del umbral de la identidad mexicana que ante el azaroso encuentro, un bando considera ilegales, brutales y mezquinas las acciones de los invasores; otros, justifican el derecho de ocupación en el sentido de que lo ocurrido forma parte de un ciclo de proezas históricas protagonizadas por Hernán Cortés. Aseveran que, gracias al triunfo sobre comunidades ‘bárbaras y sanguinarias’, fuimos favorecidos por los patrimonios de la cultura española y occidental.
Hernán Cortés, unos de los actores trascendentales de la desventura de nuestras iniciaciones como nación: en su temperamento, gestiones y arbitrajes encontramos muchos atributos de nuestras acciones políticas, sociales y culturales; amén de las impudicias y virtudes que rondan la concepción de la mexicanidad.
Importante conocer al militar, jefe de una expedición —conformada por 11 navíos, 508 soldados, 14 cañones, 100 marineros, 200 esclavos y 19 caballos—, que salió de Cuba el 18 de febrero de 1519 y navega la costa del Golfo, sigue las huellas de Juan de Grijalva, hasta desembarcar en Tabasco, donde gana la primera batalla contra los indígenas: prólogo de la Conquista de México.
HERNÁN CORTÉS, UN ESTUDIANTE FRACASADO DE SALAMANCA
Los biógrafos de Hernán Cortés suscriben que cursa dos años de la carrera de Derecho en la Universidad de Salamanca, pero fracasa como estudiante de jurisprudencia: abandona Salamanca en 1504. Viaja a La Española, región gobernada por un pariente cercano, quien lo involucra en acciones castrenses y le encomienda varias gestiones militares.
Preso por seducir y engañar a Catalina Juárez: recupera la libertad mediante el acto de matrimonio, que lo convierte en pariente político de Diego Velázquez con quien se embarca a Cuba, donde por su participación en episodios de guerra ocupa el puesto de alcalde de la ciudad de Santiago. Velázquez lo encomienda al mando de una expedición, que después intenta relegarlo del caudillaje por recelo de la autonomía y potestad de éste: Cortés se entera, apresura los preparativos: zarpa del Cabo de Antón el 18 de febrero de 1518. Primer indicio de los gestos sigilosos y felones del futuro conquistador.
Ocupación de la península de Yucatán, primeros combates victoriosos: trofeo de guerra de 20 esclavas, entre ellas Malinche (doña Marina no sólo estuvo al servicio de Cortés como mensajera y consejera, sino también como amante con quien procreó a Martín Cortés: el primer mexicano mestizo conocido con nombre y apellido): “considerada como la que tiene la culpa de todas las desgracias nacionales y de todas las batallas perdidas en la historia de México"(historiador José Antonio Flores Farfán).
Arribo a San Juan de Ulúa, fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz. Nombrado capitán general se desliga del mandato de Velázquez y asegura el 20 por ciento del botín de guerra. Otra seña de las maniobras y tácticas tramposas del conquistador. Empleo de actos sanguinarios y estrategias diplomáticas para infundir el odio entre los indígenas sometidos por los aztecas. ‘Divide y vencerá’: axioma que Cortés aplica para lograr sus objetivos.
Los totonacos lo confunden con Quetzalcóatl: Cortés aprovecha la equivocación para afiliarlos a su cuadrilla con la imposición de la ley de la Corona y la religión católica. Lo mismo hace con otros grupos. Ante el titubeo entre la tropa, ordena quemar las naves y asimismo hundirlas con el mensaje de que sólo se podía marchar hacia adelante: objetivo, Tenochtitlan.
EXPEDICIÓN DE HERNÁN CORTÉS HACIA EL VALLE DE MÉXICO
Los cronistas apuntan que fue a mediados de julio de 1519 cuando se inicia la ascensión hacia el valle de México. Entrada a territorio de los tlaxcaltecas, a quienes derrota en combate y lo suma a sus tropas como adeptos. Receloso y desconfiado del acatamiento de los tlaxcaltecas, para infundir temor entre ellos ejecuta la tristemente célebre matanza de Cholula --caracterizada por su crueldad-- el 18 de octubre de 1519.
Arribo a Amecameca hasta llegar a Iztapalapa, donde lo recibe Cuitláhuac. Los historiadores señalan el 8 de noviembre como la fecha exacta de la entrada a México-Tenochtitlan. Se asienta que aproximadamente, en el actual crucero de las avenidas de Pino Suárez y República del Salvador tiene lugar el encuentro con Moctezuma, quien lo recibe y le brinda hospedaje en el palacio de Axayácatl.
La tropa recorre la ciudad y se familiariza con los baluartes de defensa. Otra veleidad de Cortes: seis días después del arribo ordena la detención de Moctezuma y conmina a los soldados al robo, despojo, pillaje y desvalijamiento. Matanzas de infantes y mujeres durante una ceremonia religiosa en el Templo Mayor, por soldados al mando de Pedro de Alvarado, tras un viaje relámpago de Cortés a Veracruz para enfrentar a Pánfilo de Narváez, que venía con la orden de detenerlo y llevarlo a Cuba. Práctica diplomática de Cortés: intenta convertir a Narváez en su cófrade. Ataque en Cempoala donde derrota a las tropas enviadas de Cuba.
Ante la sublevación de los tenochcas, por la cruel carnicería de Pedro de Alvarado, Cortés vuelve a hacer uso de sus astucias maquiavélicas: recurre al emperador Moctezuma para que imponga orden, quien he recibido por los sublevados, que tenían acorralados a los soldados españoles, con desórdenes y desobediencias. Poco después el temeroso emperador muere mientras los invasores continúan hostigados por la multitud.
Otra desbandada del usurpador con las mesnadas que pudieron salvarse con todo el botín de los atracos. Varias derrotas hasta la llegada a Tlaxcala, donde Cortés arriba herido de la mano izquierda con la pérdida de dos dedos. El militar español es un bandido obsesionado por la toma de Tenochtitlan.
ASALTO FINAL, ¿UNA HAZAÑA DE HERNÁN CORTÉS?
Otro plan de abordaje: apoderarse de las poblaciones ubicadas en el sur de Tenochtitlan para cercarlas. La fuerte resistencia de los aztecas impidió la llegada de los españoles al centro de la capital. Retirada a la base de Texcoco dominada por la soldadesca de Cortés. Sin embargo, un suceso no militar interviene favorablemente en los fines de los conquistadores, la epidemia de viruela de sesenta días con saldo de 3.5 millones de indígenas muertos, residentes de la capital mexica y de otras localidades cercanas.
La mortandad dio oportunidad al capitán usurpador de reordenar la tropa: a principios de junio de 1521 lanzó una arremetida militar por tierra y agua en una suerte de asalto final con la participación de 900 soldados españoles, 150 mil indígenas aliados (Cortés supo de la enemistad de los pueblos indígenas y le sacó ventaja al buscar partidarios locales para enfrentar a los aztecas, entre ellos los totonacas y los tlaxcaltecas), 13 naves, cañones, carabinas, fuerzas de infantería y caballería. La ciudad, sin víveres ni agua, llena de despojos, cadáveres y sobrevivientes aquejados por la ceguera, esperó con firmeza la embestida.
Cortés esperaba una victoria rápida y arrolladora; pero, no fue así. Feroz batalla rincón por rincón. Resistencia épica de los tenochcas en una contraofensiva que obligaba a los asaltantes a la retirada con grandes mermas y muertes en ambos bandos. Cortés pidió la paz: los mexicas la rechazan. La guerra se extendió hasta el 13 de agosto cuando el tlatoani Cuauhtémoc y sus más fieles y cercanos guerreros fueron apresados.
Imperio Azteca reducido a cenizas y Tenochtitlan destruida: el conquistador se construyó un palacio en Coyoacán. Los oficiales reclaman y se insubordinan por la insaciable avaricia de su cabecilla, quien apela a sus estrategias y mañas: ordena torturar a Cuauhtémoc y a otros indígenas poderosos para que revelaran el sitio donde estaban reservados los tesoros. Suplicio sin resultado, Cortés aprovecha y envía a los oficiales descontentos a aventuradas acciones militares por el sur y occidente de México.
HERNÁN CORTÉS, GOBERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DE NUEVA ESPAÑA
En 1522, Hernán Cortés he designado gobernador y capitán general de Nueva España. Decreta edificar una nueva ciudad sobre las ruinas de Tenochtitlan. Viaja a Tabasco en busca del sublevado Cristóbal de Olid, en el trayecto ordena el ahorcamiento de Cuauhtémoc. Una insurrección lo destituye como gobernador en su ausencia, hecho que lo obliga a regresar a la ciudad de México.
Muerte misteriosa de un juez enviado por España para someterlo a un juicio de residencia. Otro juez lo destierra en 1527 a España, donde he recibido con beneplácitos por el emperador favorecido por los suntuosos botines de guerra enviados desde Nueva España. Le concede un feudo con miles de vasallos y el título de marqués del Valle de Oaxaca con la condición de no regresar a México.
Años después, 1530: retorna a Nueva España con la prohibición de ingresar a la ciudad de México: se asienta en Cuernavaca y desde ahí organiza varias expediciones militares a zonas diversas. Él mismo dirige la jornada de conquista en el territorio de Baja California en 1535. Regresa a España en 1540 y forma parte de la infausta campaña de Argel en 1541. Muere en 1547. En el año 1566 sus restos fueron trasladados a Nueva España y depositados en el Hospital de Jesús.
“Cortés soy, el que venciera / por tierra y por mar profundo / con esta espada otro mundo, / si otro mundo entonces viera. // Di a España triunfos y palmas / con felicísimas guerras / al rey infinitas tierras / y a Dios infinitas almas”, apuntó el poeta y dramaturgo del Siglo de Oro Español, Lope de Vega. Heinrich Heine, el gran escritor y poeta alemán, así lo define: “En su cabeza llevaba el laurel y en sus botas brillaban espuelas de oro. Y sin embargo, no era un héroe, ni tampoco un caballero. No era más que un capitán de bandoleros, que con insolente mano inscribió en el libro de la fama su nombre insolente: ¡Cortés!”
Hernán Cortés más allá de todas las tergiversaciones, más allá de todos los murmullos, más allá de todos los equívocos: ¿Un filibustero sanguinario que conquistó el Imperio más potente de Mesoamérica? “Apenas Cortés deje de ser un mito histórico y se convierta en lo que es realmente —un personaje histórico-, los mexicanos podrán verse a sí mismo con una mirada más clara, generosa y serena”, escribió Octavio Paz.
AG