Cada época es reflejo de su esencia y con esta palabra me refiero a la materia, la filosofía y la realidad que nos conforma. El arte puede ser un buen objeto de estudio para hacer válida esta premisa. Revisemos ejemplos relevantes. Empezaré, por su efectividad y su proximidad onomástica, con la obra que se produjo a raíz de la Revolución Mexicana. Y lo digo de esta forma por que la creación se inspiró en los valores que el movimiento pregonaba.
Hace poco menos de cien años la Revolución ya suponía un principio moral e ideológico —el de no la reelección—, que buscaba derrocar la dictadura y erigir una democracia capaz de atender las necesidades de los desprotegidos, víctimas de la oligarquía y la desigualdad que si bien ya existía, se potenció en tiempos de Porfirio Díaz.
El arte comisionado por José Vasconcelos, entonces secretario de Educación Pública, echó mano de los valores revolucionarios y describió con detalle un ciclo propagandístico que, además de representar el desgaste y los estragos de los abusos de los poderosos, idealizaba la naturaleza feliz del indio, la nobleza de la laboriosidad del campesino y la incorruptible entrega del obrero a favor de la patria.
Visto a la distancia, la convocatoria gubernamental de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros y muchos otros —algunos de ellos extranjeros— implicó un monopolio visual y político que podría equivaler en nuestros días, a la toma de una buena parte de las redes sociales dedicadas a la política y a la cultura, además de los más estratégicos espectaculares de las calles de la ciudad.
Arte que retrata la esencia de nuestros días
Ahora vayamos a explorar el arte que retrata la esencia de nuestros días. Para esto habrá que puntualizar unas cuantas diferencias: la creación actual ha dejado de ser una comisión estatal y por lo tanto no hace eco de sus valores, sino todo lo contrario, es tan crítica que la mayor parte de sus expresiones se oponen al poder y lo denuncian. Entiendo que lo recién dicho no es una novedad, pero bien vale la pena entender las mutaciones que el arte mexicano y el internacional han sufrido en los últimos cien años.
La semana pasada se llevó a cabo el Gallery Weekend, un ejercicio en su mayoría privado, que involucró la presencia de más de cincuenta galerías y espacios de experimentación para ofrecer las propuestas más vanguardistas del arte mexicano e internacional. De esta amplia oferta rescato la obra de dos artistas.
La primera, es la exposición “Jardín, basura, comida y cuerpo” de la inglesa Maisie Cousins, en la Galería Hilario Galguera. De altísimo impacto, las fotografías de Maisie nos remiten a la primera fase de lo físico en un colorido acercamiento que se debate entre la seducción y la repulsión, lo violento y lo bello en la comida, las flores y sobre todo del cuerpo femenino.
La segunda, es la pieza de Paloma Contreras Lomas, “Cartucho (la nación espiritual)”, en la galería Kurimanzutto. Custodiada por algunos dibujos que hablan de erupciones geológicas y anímicas, y completada por la potencia de su “Manifiesto al volcán”, Contreras Lomas ofrece a los visitantes una especie de cueva construida a partir de elementos dispares —desde ropa hasta piedra— donde presenta un video que habla de una hecatombe universal que —¿casualmente?—, se hace presente en México y pone en evidencia los sucesos que ya se han vuelto costumbre como las desapariciones, la violencia de género y el feminicidio.
Un siglo después de la erupción del volcán de la post revolución y el proselitismo seccionador —ricos y pobres, malos y buenos, obreros, campesinos, oligarcas y terratenientes— que dio a luz a la revolución institucionalizada, la creación artística se convierte en el referente de una denuncia cada vez más reveladora de la descomposición del ser y la sociedad, continuando con un impulso de renovación que dura ya más de cuatro décadas.
El arte hoy nos habla de las dolencias heredadas de los sistemas represores, del enojo y de la nueva revolución que se desboca en el sentir de los mexicanos, las mexicanas y las víctimas de todo tipo de violencia en el mundo.
Quizá sea por esto que el arte del Siglo XXI no esté comisionado, ni patrocinado por el gobierno. De hecho sucede lo contrario: el arte hoy se gobierna a sí mismo, sin esperar los aplausos del poder.
AG